Convertirse a Cristo significa rendir el control de nuestras vidas a Dios, pero muchas veces queremos retomar ese control. Es común para muchas mujeres decir:
«Mi esposo piensa que dedico demasiado tiempo al trabajo, pero tengo que pensar en mi carrera, también tengo una vida».
«¡A veces me desespero! ¿Por qué no puede mi esposo hacer las cosas como yo las haría?».
Cuando se trata de rendición, el momento en el que me convierto a Cristo es solo el principio. Ese momento se constituye en el escenario de una vida de rendición, diciendo continuamente «NO» al yo y «SÍ» a Dios.
Muchos cristianos que conozco llevan vidas de desánimo y derrota porque tratan de manejar sus asuntos en sus propias fuerzas. Como resultado, viven fuera de los propósitos del Dios que les creó y los redimió.
¿Hay áreas de tu vida en las cuales te has reservado el derecho de control?
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