Vivir de las apariencias

Hoy quiero compartirles sobre vivir de las apariencias. Es decir, ser incongruentes en nuestras vidas. Debemos aceptar con humildad los planes de Dios para nuestras vidas en lugar de querer aparentar que NO está sucediendo lo que Él claramente SÍ está haciendo en nuestras vidas…para nuestro bien.

Como ilustración, veamos el ejemplo de Noemí. Ella se fue de Belén hacia Moab con su esposo y dos hijos por la hambruna que les vino como nación. La mayoría del pueblo pasó su aflicción en su país de manera tranquila. En cambio, ellos estaban en una nación enemiga del pueblo de Dios. Les fue bien por un tiempo, pero esa bondad se tornó en maldición, pues ella casó sus hijos con moabitas, lo cual no era correcto (1 Reyes 11:1-2).

Luego tuvo que sufrir la pérdida de su esposo, y más tarde, la de sus dos hijos. En esa condición decide regresar a su pueblo vacía, humillada y amargada. Tenía por delante una situación de pobreza extrema sin recursos con qué hacerle frente, pues aparentemente había vendido todas sus posesiones antes de salir de Belén y no le quedaba nada (Rut 1:13, 20, 21).

¡Observemos cómo reconoce públicamente lo que le estaba pasando! No culpó a nadie, sino que reconoció que la mano de Dios estaba detrás de todo lo que le sucedía. Y, ¡Dios la escogió para formar parte de la familia del Mesías!

Ella no se preparó antes de volver a Belén. No le dijo a Rut que tomara dinero prestado para gastar en ropa y joyas para aparentar que regresaban con mucho dinero. Ella no ocultó lo que le había sucedido. ¡No! Ella regresó con una extranjera moabita como hija. Esto causó una sorpresa en sus amigas, quienes no creían lo que estaban viendo sus ojos (Rut 1:19).

Aparentemente, ella era de buena posición económica en Belén, pues de lo contrario no la hubiesen reconocido o notado. Posiblemente recordaron cuando ella salió con las manos bien llenas al vender todas las posesiones que tenían en Belén. Pero en ese momento, no encubrió lo que ocurría.

Necesitamos estos cambios no deseados y por eso Dios los envía sin que se los pidamos. Él es sabio y amoroso. No lo hace para destruirnos, sino para formar en nosotras un carácter cada vez más parecido al de Cristo. 

Todo cambia, menos Él. Estamos cómodas hoy, mañana no. Tenemos salud hoy, quizás no mañana. De esa manera el Señor nos ayuda a recordar que somos extranjeras aquí, puesto que nuestro hogar está en el cielo. Debemos querer lo que Dios quiera para nosotras. Confiemos en Su sabiduría. Él sabe lo que es mejor para nosotras. Recordemos que, como dijo Jim Elliot: «¡Basta cada día con su afán! La voluntad de Dios no te llevará donde Su gracia no te pueda sostener».

¿Acepto con humildad todo lo que Dios me manda? O, por el contrario, quiero ocultar ante los ojos de los demás lo que Dios está haciendo en mi vida.

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Sobre el autor

Mildred Pérez  de Jiménez

Mildred Pérez de Jiménez

Mildred está casada desde hace 20 años con Rubén Jiménez con quien tiene tres hijos, Rubén Elías, Juan Marcos y Luis José de 18, 16 y 14 años, respectivamente.  Es miembro de la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo donde ha … leer más …


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