¿Qué hace que un padre deje una huella memorable en sus hijos?
La respuesta a esta pregunta es tan amplia como hijos hay en el mundo, porque cada uno de nosotros tiene su historia. Hay papás muy presentes en la vida de sus hijos, sin importar la edad de éstos o el lugar en que se encuentren, mientras que hay otros cuya ausencia es sumamente pronunciada, sea porque nunca se han ocupado de sus hijos, o porque aún viviendo en la misma casa no se involucran con ellos, ni les interesa. Hay papás que son muy rectos y exigentes, otros son muy relajados y «cool» en su forma de criar. Conocemos de papás sumamente preparados académicamente y de otros que son expertos trabajando con sus manos en cuantas cosas se puedan hacer.
Pienso también en los papás que son cariñosos y los que son bullosos, en los tímidos, los reservados, los audaces, aventureros, los precavidos y en aquellos que darían sus propias vidas por el bienestar de los suyos, quienes sin pensarlo dos veces tomarían el lugar de cualquiera de sus hijos para evitarles dolor, sufrimiento y cualquier pesar.
Ser padre es una gran responsabilidad dada por Dios al hombre, y al decir hombre me refiero al sexo masculino, a quien Él escogió para poner sobre sus hombros de su carácter y de su paternidad divina.
Dios es el modelo de paternidad por excelencia
Dios es nuestro padre y es el modelo perfecto de lo que la paternidad es. Él es la medida a la cual todos los papás deben apuntar para alcanzar, sin embargo, ¿Cuántas fallas o méritos crees que hallarás al evaluar a tu papá (o al padre de tus hijos)? ¿Qué calificación obtendría si lo evalúas a la luz de lo que Dios es y demanda?
El pecado todo lo daña. Ha sido así desde siempre. Ninguno de nuestros padres, por excelentes que sean, podrán alcanzar el estándar de Dios. El pecado ha desvirtuado lo que Dios desde un principio ha establecido. El pecado mantiene a los papás de hoy desenfocados, absortos en sí mismos, en búsqueda continua de su propia satisfacción y por ende, muy lejos de encajar en los propósitos que Dios tiene para ellos.
Pero Dios, ese padre perfecto en todo su ser, perfectamente amoroso, perfectamente sabio, perfectamente paciente, perfectamente íntegro, no ha dejado a los papás sin esperanza, por el contrario, se ha mostrado a sí mismo como ese que puede cambiar corazones y puede cambiar vidas por medio de la fe en el evangelio. La obra regeneradora del Espíritu Santo impacta no solamente el corazón, sino que cambia la mente y la cosmovisión que tenemos de las cosas; lo hace de manera tan profunda que aunque hayamos tenido la peor de las vivencias, Él trae restauración, sanidad y nuevos propósitos.
Un reflejo de la paternidad bíblica
El libro de Proverbios nos da un amplio retrato de cómo se ve un papá que ama a Dios y cuyo modelo de crianza busca dejar huella en el corazón de sus hijos sembrando lo que verdaderamente importa. (Te invito a leerlo completo con tu esposo o con tu papá)
Oigan, hijos, la instrucción de un padre,
Y presten atención para que ganen entendimiento,
Porque les doy buena enseñanza;
No abandonen mi instrucción.
Cuando yo fui hijo para mi padre,
Tierno y único a los ojos de mi madre,
Entonces él me enseñaba y me decía:
Retenga tu corazón mis palabras,
Guarda mis mandamientos y vivirás.
Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia;
No te olvides ni te apartes de las palabras de mi boca
No la abandones y ella velará sobre ti;
Ámala y ella te protegerá.
Lo principal es la sabiduría; adquiere sabiduría, Y con todo lo que obtengas adquiere inteligencia.
...
Oye, hijo mío, recibe mis palabras,
Y muchos serán los años de tu vida.
Por el camino de la sabiduría te he conducido,
Por sendas de rectitud te he guiado.
Cuando andes, tus pasos no serán obstruidos,
Y si corres, no tropezarás.
Aférrate a la instrucción, no la sueltes;
Guárdala, porque ella es tu vida.
(Prov. 4: 1-7, 10-12 NBLH)
¡Asombroso! Esto es lo que se llama un corazón enfocado en lo que realmente importa. Fíjate que este papá anima a su hijo con las mismas palabras que lo animaron a él; palabras que le hacían mirar a Dios y a Su palabra, nada parecidos a los consejos que quizás oímos hoy, consejos como: «Haz dinero», «Hazte de un nombre y una gran reputación», «Estudia; trabaja; gana dinero; vive tu vida», «Rodéate de amigos, mujeres, placeres, que la vida es una y hay que vivirla» ¡No! Estos consejos en Proverbios para nada se parecen. Vuelve a leerlos y destaca cada uno de ellos: «Adquiere sabiduría. Ama la sabiduría. Aférrate a la instrucción. Guárdala porque ella es tu vida.» Y Proverbios 1: 7 nos recuerda qué es la sabiduría: «El temor del Señor es el principio de la sabiduría…»
Oremos que nuestros hombres puedan ser esos papás que teman a Dios y que amen la sabiduría, de forma tal que la dejen impregnada en el corazón de nuestros hijos. Oremos para ser esas mujeres que reconocen ese esfuerzo, les animan y aplauden cada día la obra de Dios en ellos.
El día de ayer celebramos en República Dominicana el Dia del Padre y esa fue mi motivación a escribir este artículo. Hoy agradezco inmensamente al Señor por mi papá, porque no hay forma de que lea este capítulo de Proverbios sin pensar en él. Mi papá fue el primero en conocer a Cristo en mi familia y desde entonces se empeñó en que sus hijos conociéramos esa Sabiduría. Cada conflicto, cada disciplina, cada felicitación, sus propias faltas, sus virtudes, sus deseos para nosotros, todo lo hemos visto ser forjado por su amor a la Palabra de Dios. Te amo papi. Que sigas con este hermoso legado para con tus nietos, que son «locos contigo». Geraldo, amado mío, esposo mío, que nuestro Dios forje su imagen en ti y te de la gracia que necesitas para así criar a nuestros hijos. A mis hermanos, Alejandro y Engels, que Dios les dé muchos hijos que vengan a ser esa generación cuyos padres son su ejemplo de vida piadosa y amor a Dios ¡Feliz Día del Padre! Les amo muchísimo.
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