Al momento de escribir el capítulo para el libro “Mujer Verdadera: el Maravilloso Diseño de Dios para ti” tuve que hacerme las preguntas, ¿Qué es la maternidad? ¿Cuál es su fin? Parecen preguntas básicas, pero en tiempos en los que todo se está “re-definiendo”, tenemos que preguntarnos si como mujeres estamos buscando respuestas sobre nuestro diseño y nuestros roles en la cultura a nuestro alrededor o en el Autor de todas las cosas. Hay verdades que quizás ya conocemos, pero como seres humanos caídos al fin, tenemos que recordarnos constantemente todas estas cosas. En un mundo donde el propósito de la maternidad está tan borroso, reflexionemos sobre algunos principios de la Palabra de Dios que nunca cambian.
La maternidad es idea de Dios (Gn. 1:28; 2:18-22; 3:20).
Dios creó a la mujer como ayuda idónea y dadora de vida, pero el pecado la ha convertido en una mujer centrada en sí misma. Ahora, en vez de buscar ser y hacer bien a los demás, ella solo busca su “satisfacción personal”. Hoy vemos a las mujeres peleando, luchando por sus supuestos derechos y por poder. Hoy todo se trata de “empoderamiento” para la mujer: SUS metas, SUS planes, SUS sueños, SU cuerpo, SU vida, SU pasión, SUS deseos, SU decisión. La maternidad se ha convertido en una “medalla de poder femenino", un derecho, una meta más en una lista de logros a cumplir. Y aquellas que no están interesadas en ser madres, matan a sus hijos en el mismo vientre creado para dar vida. Cuando criaturas que están hechas para ver y reflejar la gloria de Dios, a causa del pecado, viven para sí mismas, están destinadas a vivir insatisfechas, buscando siempre llenar su corazón con algo que le dé significado a su vida. Pero Dios es el Diseñador de la maternidad y la creó para Él, para Su gloria.
La maternidad no se trata de mí (2ª Corintios 5:15).
La maternidad no fue diseñada para traer gloria a mí misma, sino a Dios. Aunque hay aspectos de la maternidad que pueden traer mucho gozo y satisfacción, ésta nunca será suficiente para llenarme y satisfacer mis más profundos deseos y anhelos. Los hijos son una encomienda, no son nuestro valor ni nuestra identidad. En esta época de madres sacadas de Pinterest, tenemos que recordar que nuestra maternidad no es un mensaje al mundo acerca de nosotras mismas, sino un mensaje al mundo, y más aún a nuestros propios hijos, acerca de Dios. La maternidad no se trata de competir, tratando de mostrar que soy mejor madre que todas las demás. A través de nuestro rol en la maternidad, damos a conocer a nuestro gran Dios, Su santidad y Su gracia, y el hermoso Evangelio de Jesucristo.
La maternidad nunca es conveniente (Gn. 3:16).
Conveniencia no es algo que se encuentra en la descripción de este trabajo. Cuando Adán y Eva cayeron, ese día en el jardín, sus roles fueron manchados por el pecado. El rol de Eva como madre, se convirtió en un rol doloroso. Dar a luz y ser madre en un mundo dañado por el pecado y lleno de pecadores (de los cuales ella era la primera) significaba que la maternidad sería difícil. Eva vivió esto en carne propia cuando uno de sus hijos asesinó al otro. Ya no estaba en el jardín del Edén. Así que, aunque ser madre es un privilegio glorioso, debemos recordar que es también un privilegio dañado por el pecado. Para muchas madres después de la caída, dar a luz les ha puesto en peligro de muerte. Pero para todas nosotras, las que dan y nutren vida y sirven de ayuda, hay una muerte diaria al “yo”. Ser madre te lleva a sacrificar tu tiempo, tus planes, tu sueño, tu cuerpo, tu “libertad”, todo para dar vida y nutrir a otro ser humano. A través de la maternidad, damos vida, y al mismo tiempo somos refinadas y hechas más conforme a nuestro Señor Jesús, quien “aunque era rico, por causa de [nosotros] se hizo pobre, para que mediante su pobreza [nosotros llegáramos] a ser ricos” (2ª Co. 8:9) y quien “se despojó a sí mismo tomando forma de siervo” (Flp. 2:7). Nuestra muerte trae vida.
La maternidad no es una opción (1ª Ti. 2:14-15).
La maternidad no se trata de llamado, sino de diseño. Dios creó a la mujer con un rol esencial en el orden de la creación. Como hijas de Eva, fuimos creadas para dar y nutrir vida. Este es nuestro papel. Todas estamos llamadas a la reproducción de alguna manera. De esta manera Dios obra en el mundo y también en nuestros corazones. Toda mujer, aun las que están llamadas a la soltería o a las que el Señor, en Su soberana y buena voluntad, le ha placido no darles hijos biológicos, también fueron creadas para dar y nutrir vida, ya sea física o espiritual; a cuidar, ayudar y a reproducirse en otros. Esto se puede ver en el servicio a la iglesia local, especialmente en el servicio a los jóvenes, escuela dominical, grupos pequeños, apoyo a familias de la iglesia con hijos, servicio a la comunidad ministrando a los pobres o en centros de atención de salud y rehabilitación, clínicas para las embarazadas, cuidado de los huérfanos, crianza sustituta, adopción, consejería a otras mujeres, evangelizando y discipulando a jóvenes y mujeres. Hay miles de maneras de vivir nuestro diseño de manera práctica; de vivir nuestro rol como mujeres, y Dios nos ha creado y dotado de diferentes maneras para atender muchas de estas necesidades a nuestro alrededor.
La maternidad es esencial (Tito 2:4,10).
La maternidad fue creada para la gloria de Dios y es idea de Dios. Y aunque es costosa, difícil y representa un “inconveniente”, es esencial en el plan de Dios. Es el medio por el cual Dios ha decidido llenar la tierra de habitantes, pero más aún, es la manera en que participamos en el plan de redención, levantando generaciones con temor de Dios y discípulos de Jesucristo. A través de la fiel labor de una madre, Dios ha decidido llevar a cabo Su gran plan de salvación y mostrar la belleza de Su Evangelio. Muchas veces no podemos ver ahora de este lado de la eternidad, la importancia y los frutos de esta labor, que a veces es tediosa y parece ordinaria. Pero creamos por fe la promesa de Cristo de “que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto” (Juan 12:24).
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