Hola, me llamo Cindy y soy una cínica. Asumo que todos los productos de medicina alternativa son una estafa. Si una oferta parece demasiado buena para ser verdad, lo más seguro es que lo sea. Y aunque espero que no suceda, asumo que mi equipo deportivo favorito lo arruinará todo en la final (si es que llegan allí). Lo más probable es que tú también seas una cínica. Quizá leíste mi confesión y me aplaudiste por tener las cosas claras. No hay nada malo en ello, pensaste.
El cinismo se ha convertido en la configuración predeterminada de nuestra sociedad. Desde nuestra comedia, hasta nuestros políticos, podcasts y púlpitos, ser cínico es genial. Sin embargo, aunque asumimos que pensar lo peor acerca de una situación o persona es socialmente aceptable, es completamente lo opuesto al carácter de Cristo. Un Salvador cínico (¡qué contradicción!) hubiera dejado a sus doce discípulos dos semanas después de haber empezado Su ministerio. Y si Él fuera cínico como nosotras, el sarcasmo (no el amor), hubiera fluido por Su boca reprendiendo la falta de fe de Sus discípulos. No hubiera enseñado en la sinagoga, más bien hubiera declarado: «Igualmente me van a rechazar, ¿para qué hacerlo?». Pero nuestro Señor, humilde de corazón y manso en espíritu, nunca expresó palabras cínicas ni albergó un pensamiento amargo.
Lo opuesto al cinismo es el amor ágape
En 1 Corintios 13, Pablo pinta un retrato de Cristo a través de una descripción del amor. Al examinar de cerca ese retrato, encontraremos que lo opuesto al cinismo es el amor ágape.
«El amor no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co. 13:6-7).
Se regocija en la verdad
Pablo le dice a los corintios que el amor verdadero se regocija con la verdad. Los cínicos se regocijan viendo lo malo en todo. Tal vez sientas que esto es demasiado exagerado, pero considera el siguiente ejemplo.
Una vez vi un video en el que un conferencista creacionista enseñaba los errores en la teoría de la evolución. No recuerdo nada de ese video, solo una frase que el conferencista repetía durante su presentación: «La evolución es estúpida». Su eslogan se quedó en mi mente porque yo, al igual que él, soy cínica y disfruto esas frases. Sin embargo, lo que hacía este apologista en el video, igual que en todos sus debates contra los evolucionistas, era disfrutar destruir a su oponente. Desde todo punto de vista, no se regocijaba en la grandeza y gloria de Dios; Él quería que su audiencia se uniera a su opinión porque el otro lado era «estúpido», no porque el Creador revelado en las Escrituras es un ser omnipotente, glorioso y asombroso.
El cínico se burla de las personas que luchan con diferentes pecados a los que él o ella se enfrentan. El amor se regocija en el evangelio que recrea a todos los creyentes. El cínico busca los pequeños errores en el sermón del pastor. El amor se regocija en la verdad de lo que se predicó. Un cínico comenta las fallas de las enseñanzas del maestro. El amor se regocija en que la Palabra de Dios sea enseñada fielmente.
¿Estás comenzando a ver las diferencias? El amor que es como el de Cristo se regocija en la verdad.
Todo lo cree
Parte de mi cinismo se manifiesta como una falta de candidez. Si esperas que yo crea en tu «producto milagroso», será un trabajo difícil. Si quieres reclutar a un amigo para unirse a tu estructura, intenta con alguien más porque no seré yo. Afortunadamente, Pablo no está enseñando que el amor es crédulo. En realidad, Cristo mismo enseñaba a Sus seguidores a que fueran «astutos como serpientes» (Mt. 10:16). Pablo le está diciendo a los corintios que el amor cree en lo mejor de las personas.
Si eres un cínico (como yo), probablemente acabes de leer esa definición y hayas pensado en cien formas de salir de ella:
- Pero las personas son pecadoras, ¡van a cometer errores!
- Pero tenemos que estar atentos de los «lobos disfrazados de ovejas!».
- ¡Pero mis instintos acerca de las personas casi siempre son correctos!
Sin embargo, el amor no busca excepciones a esta regla. El amor persiste en animar a otros. El amor no asume que los motivos son equivocados si los motivos no se conocen. En vez de asumir que una persona tiene una mala actitud en el trabajo, una mala disposición o que no le caes bien, el amor asume que han tenido un mal día, mañana será mejor.
Un cínico ve a un adolescente melancólico en la iglesia y ve a un futuro criminal o pródigo. El amor ve ese mismo adolescente enojado y las maravillas de lo que la gracia de Dios puede estar haciendo en la vida de ese joven. Un cínico se rehúsa a mostrar hospitalidad a un vecino con antecedentes penales. Aun mostrando sabiduría y discernimiento, el amor cree que el vecino necesita a Jesús y busca la manera de empezar una relación.
Todo lo espera
Aunque el «creer en todas las cosas» puede verse como credulidad ingenua, «esperarlo todo» puede parecer optimismo sentimental. No te sorprenderá saber que hay más. Considera el ejemplo de Pablo mismo y la carta en la que encontramos el «capítulo del amor».
Pablo escribió la carta que llamamos 1 Corintios para corregir a la iglesia de Corinto en muchos problemas. Desde la profanación de la comunión (capítulo 11), hasta la inmoralidad sexual (capítulo 5), desorden y caos en los servicios de adoración (capítulos 12-14), esta iglesia era un desastre. Si Pablo fuera cínico como yo, no hubiera desperdiciado tinta y esfuerzo escribiéndole a esta iglesia acerca de sus problemas. Después de todo, ya lo intentó una vez y no funcionó. ¿Por qué les escribe otra vez (1 Co. 5:9)? Porque él amaba a esta iglesia (1 Cor. 1:4) y no dejó que el cinismo reinara en su corazón.
Para luchar contra el cinismo de nuestros corazones, debemos esperar que la gracia de Dios actúe en la vida de una persona.En vez de predecir la tristeza y desastre de una situación, esperemos que la bondad de Dios brille. Esto no significa que dejemos de lado la oración o que andemos con la cabeza en las nubes; pero sí significa que tomemos nuestros pensamientos cínicos cautivos y en su lugar meditemos en lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable y digno de alabanza (Flp. 4:8) con respecto a una situación determinada.
Todo lo soporta
Finalmente, el amor no se rinde. Los cínicos se rinden con las personas, se hastían y se vuelven sarcásticos. El amor persiste en el perdón y el autosacrificio día tras día. No tenemos un mejor ejemplo de esto que el amor firme de Dios por Israel.
Unas cuantas semanas después de un rescate milagroso de la esclavitud en Egipto, los israelitas convencieron a Aarón que hiciera un ídolo que pudieran adorar, ya que Moisés había desaparecido en el monte Sinaí (Ex. 32). Dios los perdonó. Aunque Dios les prometió victoria y habían derrotado al hombre más poderoso de la tierra (el Faraón), las personas persistieron en su falta de fe y se rehusaron a entrar a Canaán porque las personas que vivían cruzando el río Jordán les daban miedo (Num. 13-14). Dios castigó a esta generación, pero de cualquier manera les dio la tierra a Su pueblo (ver el libro de Josué).
Después de haber derrotado a la mayoría de sus enemigos en Canaán, las personas se rebelaron una y otra vez, y Dios continuó enviando libertador, tras libertador, tras libertador (ver el libro de Jueces). Eventualmente, Israel rechazaría a Dios como rey y exigiría a un hombre grande y fuerte que ellos pudieran elegir. Cuando Saúl resultó ser un desastre, Dios les dio el mejor rey de su historia, David (1 Sam. 16).
Aunque la idolatría de rebelión de Israel llegó a tal punto que Dios tuvo que expulsarlos de su tierra prometida, Su amor permanecía. Siempre dejaba a un grupo, unas cuantas personas escogidas de quienes vendría el Mesías, Jesucristo el Salvador.
Nosotras, las cínicas, hubiéramos abandonado a Israel antes de que llegaran al desierto, pero el amor de Dios persistió porque «la misericordia del Señor es desde la eternidad hasta la eternidad» (Salmo 103:17).
Su amor persiste también para ti y para mí. Nada, ni siquiera nuestros corazones rebeldes y cínicos, nos pueden separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro. 8:38-39).
Que nosotras, como seguidoras de Cristo, nos despojemos de nuestros corazones cínicos y nos pongamos un corazón de amor.
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