La Reforma Protestante fue un movimiento que cambió el curso de la historia de la Iglesia. Dios lo usó, entre otras cosas, para avanzar Su Reino al purificar la iglesia de error doctrinal, dar acceso a las Escrituras en el lenguaje de la gente, predicar un evangelio de gracia y separar la iglesia del Estado.
De manera significativa, la Reforma restauró la supremacía de la gloria de Dios en la iglesia. Es imposible para la iglesia ser saludable sin esa perspectiva de la gloria de Dios.
En Mateo 28:20 Jesús le dio la gran comisión a sus seguidores de ir por todo el mundo, haciendo discípulos, enseñándoles a obedecer todo lo que Él les había enseñado a ellos. Con autoridad dada por Dios, Jesús promete su presencia, capacitándoles para esa labor.
No hay duda de que la reforma protestante nos muestra la presencia de Cristo con los suyos, y cómo realmente con su autoridad y poder las puertas del Hades no prevalecieron contra la iglesia.
Lo fascinante acerca de este movimiento es que Dios no sólo usó hombres en ese proceso sino también mujeres. Esto anima mucho mi alma. Como mujeres amamos a Dios, anhelamos ver Su nombre conocido, pero a veces pensamos que la labor del reino sobre todo en la iglesia le pertenece mayormente a los hombres.
Sin embargo, el diseño de Dios es que Su gloria se refleje fielmente cuando el hombre y la mujer trabajan juntos. Ambos son necesarios para mostrar al mundo quién Dios es y para llevar a cabo el mandato que Dios le dio a Adán y Eva de dominar la creación y regir en representación suya (Génesis 1: 28).
La gran comisión que Jesús le dio a sus discípulos no fue sólo a hombres, sino a todos sus discípulos. Tanto hombres como mujeres tenemos la increíble promesa de que Cristo estará con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo para que hagamos discípulos y les enseñemos todo lo que Cristo nos ha enseñado.
En esta serie hemos destacado la vida de 4 mujeres. Pero la verdad es que hay muchas otras más que Dios usó. Si puedes, busca en Internet acerca de mujeres como Marguerite Navarre, Anna Bullinger, y Jeanne D’Albret. Estas mujeres de países diferentes, con diferentes roles y responsabilidades, tenían varias cosas en común que nos pueden animar a nosotras en esta etapa de la historia de la iglesia para la gloria de Dios y el beneficio de Su pueblo.
1) Estaban cautivadas por Cristo y llenas de pasión por Su iglesia.
¡Cuánto quisiera poder sentarme con cada una de estas mujeres y escuchar su historia! Es fácil para nosotras dar por sentado lo que para ellas debe haber sido revolucionario. Sería fascinante saber lo que fue para ellas comenzar a leer las Escrituras por sí mismas y encontrarse con el Cristo Resucitado en ellas.
Aunque no tenemos todos los detalles, sí sabemos que Cristo las cautivó de tal modo que ellas dejaron la autoridad del Papa y de la tradición. Una de ellas escribió un poema describiendo su relación personal con Jesús como su hermano mayor y Padre. Ese amor por Cristo las motivó a servir a su pueblo. Algunas sirvieron a huérfanos, y otras a refugiados que huían por razones religiosas. Hubo algunas que aún protegieron a los reformadores cuando eran perseguidos por su labor contra la Iglesia Católica. Todas ellas preparaban comidas, abrían sus hogares, escribían manifiestos, todo porque amaban a Jesús.
2) Estaban llenas de amor por la Palabra de Dios
Estas mujeres adornaron la doctrina al ser mujeres celosas de buenas obras. En su amor por sus esposos, sus hijos, y su hogar ellas vivieron de tal modo que la Palabra de Dios no fue blasfemada sino más bien reverenciada (Tito 2: 5).
En una época donde la Biblia no era la máxima autoridad en la Iglesia, estas mujeres defendieron con su vida lo que la biblia enseñaba acerca del verdadero arrepentimiento, y acerca de la naturaleza de la Iglesia. Ellas protegieron– a veces arriesgando su vida - a otros que eran perseguidos por enseñar la palabra de Dios. Otras veces escribieron tratados que exaltaban la verdad de las Escrituras. Algunas, como Lady Jane, literalmente perdieron su vida. Conocer a Cristo y Su Palabra transformó radicalmente cómo ellas vivían.
3) Usaron lo que tenían para avanzar la causa de Dios.
Creo que esta es mi parte favorita acerca de estas mujeres. Cada una tenía habilidades distintas, diferentes posiciones en la sociedad, y roles únicos. Pero cada una usó lo que tenía para servir al Señor.
«¿Tengo una cocina donde puedo cocinar para refugiados?»
«¿Soy una reina en Francia con poder para proteger al débil?»
«¿Soy una escritora y puedo escribir para alertar y alentar al Pueblo de Dios?»
«¿Tengo un hogar que puede servir de refugio a los perseguidos?»
«¿Soy la esposa de un ministro de la Palabra?»
Nada de lo que eran o tenían fue un desperdicio. Lo usaron todo para la gloria de Dios.
La Iglesia está en otra etapa de su historia. Las amenazas que la iglesia enfrentó no son las mismas. Pero la Verdad sigue siendo atacada. El pueblo de Dios todavía necesita discipulado y hospitalidad. El llamado a vivir de tal manera que la Palabra sea reverenciada sigue vigente.
Amiga, ¿conoces a Jesús? ¿Ha cautivado Él tu alma? ¿Conoces el poder transformador de Su Palabra? ¿Qué puedes usar para servir a Su pueblo? ¿Tienes una mesa? ¿Una sala de estar? ¿Sabes cocinar? ¿Escribes? Te animo a que dediques todo lo que eres y todo lo que tienes para exaltar el nombre de Cristo, defender Su verdad y avanzar Su causa.
Recuerda, hermana – con toda la autoridad del cielo y la tierra, Cristo está contigo donde quiera que estés para que con Su poder puedas ir y hacer discípulos por todo el mundo…empezando quizás desde tu propia casa.
Te recomiendo este artículo si quieres leer más acerca de la reforma:
https://sdejesucristo.org/las-mujeres-de-la-reforma/
Si puedes leer en inglés, te recomiendo estos artículos:
https://tabletalkmagazine.com/article/2017/10/the-women-of-the-reformation/
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