Un corazón que anhela a Cristo
La mujer creyente debe anhelar mostrar a Cristo en todo su andar. Una vida de adoración a nuestro Dios, va más allá de ir el domingo a la iglesia acompañada o no de su esposo. Se traduce en todas las decisiones, grandes y pequeñas, que se toman en la vida diaria, en la forma de ver el mundo y de pensar.
Por eso es muy importante que ella pueda ver su vida y su matrimonio como un acto de adoración a Dios. Dios es soberano por encima de nuestras decisiones, acertadas o no, ya que Él ha prometido Su presencia en todo nuestro andar.
Una esposa con un esposo incrédulo vive cada día en medio de la toma de decisiones para ella y su familia bajo la influencia de dos paternidades opuestas, su deseo de agradar a Dios en todo y el de su esposo que desea seguir la cultura que le rodea.
Ella enfrenta conflictos, luchas internas y muchas veces el menosprecio por sus creencias sufriendo injustamente, pero ella está llamada cada día a perdonar a su marido como Cristo la ha perdonado a ella. Nada que ella perdone será maor que lo que Dios le ha perdonado al darle salvación. Está llamada a hacer todo para el Señor y no para los hombres (Col. 3:23) y a darle a él bien y no mal todos los días de su vida (Pr. 31:12). Así cada día ella debe predicarse el Evangelio a ella misma y de esta forma podrá encontrar la esperanza de las buenas nuevas que Él ofrece. Eso debe llenarla de gozo y paz (Ro. 15:13).
El papel de la iglesia
Dios nos llama individualmente, pero Él desea que caminemos hasta la Canaán celestial, unos junto a los otros, nunca de forma solitaria. Como iglesia, Dios nos llama a sobrellevar las cargas los unos de los otros y cumplir así la ley de Cristo (Gal. 6:2).
Las mujeres de forma especial estamos llamadas a ayudarnos mutuamente en especial las ancianas a las más jóvenes, dando apoyo e instrucción, y en el caso de una esposa con un marido no creyente es necesario animarla a mostrar la Palabra en su vida para que ésta no sea blasfemada (Tit. 3:2).
Los pastores son el regalo de Dios a la iglesia y están llamados a sostener, cuidar y guiar a estas hermanas con cuidado pastoral brindándoles consejería para que ellas puedan ver su situación a la luz de la Palabra y puedan ser guiadas a andar en verdad (1ª P. 5:2).
Por lo tanto, los pastores están llamados a equiparse en esta área para poder aconsejar bíblicamente,al mismo tiempo que brinden orientación y apoyo a estas hermanas y sus familias que sufren. En muchos casos su ayuda será llevarlas a cambiar el enfoque de resentimiento o ira por la verdad de que ella está llamada a mostrar al mundo: la luz de Cristo, mostrando cada día el fruto del Espíritu en su trato con su esposo: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, mansedumbre (Mt. 5:16; Gal. 5:19).
Habrá ocasiones en que deberán ayudarlas a salir del centro del problema, porque existe la tendencia a la autocompasión y el dolor se puede idolatrar al ocupar el lugar que solo le corresponde a Dios en nuestras mentes. Cuando el dolor es prolongado se puede convertir en el único objeto de pensamiento y Dios es el Único que debe ocupar toda nuestra mente, nuestra alma y corazón (Mt. 22:37).
La fe en Dios restaura nuestras mentes y nuestras vidas. Nuestras hermanas que están atravesando
esta difícil situación, deben ser renovadas en la esperanza que tienen en Cristo (Ef. 4:23).
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