Las llaves que abren la puerta de la bendición

Hay quienes dicen que debemos tener sueños tan altos, que solamente sea posible alcanzarlos, si Dios nos ayuda.

A pesar de mi falta de sabiduría a la hora de enamorarme, Dios me bendijo con hijos muy obedientes.  Es así como pude llevarme a mis hijos mayores, cuando asistía a clases en la universidad o cuando dictaba clases de natación, ellos eran tan juiciosos que me autorizaban que ellos estuvieran siempre conmigo.

Ya cuando llegaron mis nietos, mi nieta mayor, Mariana ha estado siempre, todas las vacaciones con nosotros; y con Mariana hay una gran comunicación y hemos tenido grandes aventuras: con ella hemos podido escalar montañas, hemos careteado en el mar, hemos montado en bicicleta.  

En una ocasión, en Santiago de Chile, fuimos desde el barrio (comuna) de Providencia, hacia el centro y luego hacia Ñuñoa y yo a Mariana le digo “pare” y ella para, yo le hago una señal, ella me entiende y ella me sigue, entonces, es muy seguro andar con ella por causa de su obediencia; y también entre nosotras hay una gran comunicación.  En estos días le digo yo: “oíste Mariana estoy pensando…” y me dice: “sí abuelita, ya sé lo que estás pensando y estoy de acuerdo” ¿qué tal ésa?

Luego nace mi nieta Manuela, la hija mayor, de mi hija Diana. Manuela es estupenda, ella es muy suave de llevar y es muy obediente; y nace después, su hermanito Benjamín, pero en ese momento mi hija toma la determinación de irse a vivir a otro país cuando el niño estaba muy pequeñito.

Después de varios años nos volvemos a encontrar, ya hay una nueva bebé en la familia que se llama Helena; y Benjamín no me recordaba y Helena no me conocía, entonces como no me conocían, no me obedecían. Yo salía con los niños, los tomaba de la mano y si veían a los papás, ellos se soltaban y salían corriendo o por cualquier cosa se soltaban de mi mano, entonces, para mí era muy complicado salir sola con ellos.

En una oportunidad salí entonces solamente con la niña mayor, con Manuela, que sí me obedece y que sí se acordaba de mí. Cuando regresamos, Benjamín estaba llorando desconsolado y me decía: “abuelita, yo quería ir contigo y me dejaste” ¡Ahhh yo quedé con el corazón destrozado! porque yo quisiera llevarlo, pero por causa de su desobediencia no puedo llevarlo.

Tal vez lo mismo nos pasa a nosotras.  A veces queremos que Dios nos lleve a ciertas bendiciones, a ciertos lugares, y pensamos que, de pronto, Dios tiene hijos preferidos.  Eso pensará Benjamín, que Manuela es mi preferida porque a ella sí la llevo y a él no, y no es eso.  Dios quiere que nosotras seamos obedientes, de hecho, Él dice “No quiero sacrificios, Yo quiero obediencia”.

De manera que, si queremos alcanzar los propósitos que Dios tiene para nosotras:

  • Primero necesitamos conocerlo, necesitamos acercarnos a Él, porque, ¿cómo vamos a obedecerlo, si no lo conocemos? Entonces, al acercaros a Él y tomarnos de Su mano, vamos a saber lo que Él quiere, y de pronto vamos a decirle, como me dice Mariana, “sí, Señor; ya sé lo que estás pensando y estoy de acuerdo”

  • Segundo: obedecerlo, hacer lo que Él quiere que hagamos, hacer lo que Él nos aconseja que hagamos, de esa manera clasificamos para alcanzar los propósitos que Dios tiene para nuestras vidas.

Bendiciones,

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Sobre el autor

Marcela Sosa

Marcela Sosa

Marcela Sosa, es una mujer apasionada por Cristo.  Al beber “agua viva”, quiere contar a las personas, que encuentra en su camino, las maravillas de Dios. Tiene tres hijos y cuatro nietos. Graduada en Comunicación Social-Periodismo de la “Universidad de … leer más …


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