Tres preguntas y una oración a Dios

Unos de mis pasajes preferidos, en los cuales medito una y otra vez, es Hechos 17 donde se nos relata el discurso de Pablo a los atenienses, quienes eran politeístas, a tal punto que tenían un templo al «dios no conocido». Los griegos investigaban y reflexionaban acerca de todo cuanto les rodeaba. ¿de dónde vino el hombre? ¿cómo se creó el cosmos?, ¿que le daba sentido a la vida? ¿qué era la ética y la moral? etc.

Eran filósofos innatos que pretendían buscar explicación a todo cuanto se preguntaban. Querían determinar de qué estaban hechas las cosas y para que existían. Todo esto los llevó a poner al hombre en el centro de la vida misma.

Es por esto, que Pablo, con un corazón enardecido, al ver tanta idolatría, les presenta a ese «dios no conocido», como:

«El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanos, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas». (vs.24) 

«porque en él vivimos, y nos movemos, y somos.» (vs.28)

En nuestro diario trajinar, por causa del pecado, no distamos mucho de tener el mismo pensamiento de los griegos.

Aunque ya Dios nos ha revelado quiénes somos, de dónde venimos, para qué estamos aquí y hacia dónde vamos, sutilmente, y a veces abiertamente, nosotras nos colocamos en el centro de las cosas, haciendo de nosotras mismas y nuestros planes, gustos, deseos y voluntad, nuestros ídolos. Con esto lo único que cosechamos es frustración, amargura, desencanto, desaliento y decepción.

En su gracia Dios nos puso en este mundo (el cual ya funcionaba cuando vinimos a él y seguirá funcionando hasta que Cristo vuelva), con un diseño, roles y funciones específicas; a la vez, nos ha colocado en esferas diferentes para dar gloria a su bendito nombre. Él no nos necesita, aún así, ha venido a hacer morada en nosotras, por la bendita obra de Jesucristo, haciendo de nosotras templos de su santo Espíritu. 

Esto es algo que debemos tener presente día a día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Debemos preguntarnos qué quiere de ti y de mí, este Dios maravilloso que nos ha dado el aliento necesario para estar en pie hasta este momento, para con nuestras vidas, en cualquier etapa que estemos, ya sea matrimonio, soltería, hogar, maternidad, infertilidad, nido vacío, lugar de trabajo o de estudios, iglesia, comunidad o cualquier situación en la que nos coloque demos gloria a su nombre.

Cuando vivimos la vida partiendo de Él y sus propósitos, y no de nosotras y nuestros planes, entonces todo aquello que los griegos buscaron, y muy pocos de ellos encontraron, será hallado. Todo nuestro ser será invadido de libertad, plenitud, abundancia, propósito, significado y paz, con Dios y con los que nos rodean.

El Dios que hizo y sostiene todas las cosas, nos encontró muertas en nuestros pecados y delitos, se dirigió al mercado de esclavos, y allí, a precio de sangre nos compró para sí. (1 Co.6:20). Hizo que ese «dios no conocido», resplandeciera en nuestros corazones «para que ahora ya no vivamos para nosotras mismas, sino para aquel que murió y resucitó por nosotras» (2 Co.5:15).

Sabiendo que Él es el creador y centro de todo, y nosotras criaturas del polvo preguntémosle cada día:

  • ¿Qué quieres que haga o no haga señor?
  • ¿Cómo puedo servirte?
  • ¿A dónde quieres que vaya?

 Ahora, como siervas de tan noble señor, podemos elevar una oración en todo momento:

«No como quiera, ni dondequiera, ni a mi manera sino, como a ti te plazca.

Soy tu templo, y tu presencia va conmigo por doquiera,

esto es lo único que cuenta y vale la pena. 

«de ti, y por ti, y para ti soy» (Rom. 11:36),

Solo para tu gloria viviré.

Amen

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Sobre el autor

Margarita de Michelén

Mejor conocida por Maggie, recibió por la gracia de Dios a Jesucristo como su Señor y Salvador en el año 1980. Está casada con Eric Michelén desde 1981. Ambos desde su juventud han servido en Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo. … leer más …


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