Una cosa que mucha gente no se da cuenta de los introvertidos es que no somos todos iguales.
Algunas de nosotras somos levemente introvertidas, y otras son tan introvertidas que sienten que están participando en una guerra psicológica cuando reciben a un grupo de personas en su hogar.
Escribo para todas las introvertidas, pero especialmente para las esposas de pastores que tienden a una fuerte introversión. Las expectativas de que tú seas hospitalaria pueden parecer abrumadoras. Uno de los requisitos para el ministerio de tu esposo es la hospitalidad (1 Timoteo 3:2 y Tito 1:8), y debido a la singularidad de tu unión con él, su deber, al menos hasta cierto punto, se convertirá en el tuyo. La Biblia llama a todos los creyentes a ser hospitalarios (1 Pedro 4:8-9), pero las esposas de los pastores pueden experimentar más presión respecto a esto porque la hospitalidad está literalmente en la descripción del trabajo de su esposo.
La lucha para las introvertidas es real, pero no debemos descartar la posibilidad de que una introvertida, amante de la soledad, sea la persona exacta que Dios quiere usar para un ministerio saturado de personas. De hecho, es posible que nos sorprenda descubrir que, por la gracia de Dios, incluso las introvertidas pueden convertirse en personas amantes de la hospitalidad.
Deseos pecaminosos que nos frenan
Algunas personas asumen que los introvertidos no pueden cambiar, que debido a que Dios nos hizo para amar la tranquilidad y la privacidad, nunca disfrutaremos de la hospitalidad. Hasta cierto punto, estoy de acuerdo. Nunca seré extrovertida; nunca podré relajarme por completo hasta que esté sola o con mis familiares íntimos. Al mismo tiempo, he visto cómo Dios ha hecho crecer mi amor por las personas y mi capacidad para darles la bienvenida a mi vida.
Ser introvertida no significa que pasemos por alto las tendencias pecaminosas que nos impiden mostrar hospitalidad. Es importante que podamos ser honestas con Dios acerca de las barreras pecaminosas que nos impiden mostrar hospitalidad. Por ejemplo:
- ¿Somos egoístas con nuestro tiempo y recursos?
- ¿Anhelamos demasiado la comodidad?
- ¿Tenemos miedo de lo que pensará la gente?
- ¿Subestimamos a Dios y Su capacidad para proveernos?
- ¿Tememos a los demás más que a Dios?
Examinar honestamente nuestros corazones ante Dios en estas áreas nos ayudará a progresar espiritualmente. Dios no quiere que estemos esclavizadas por el pecado. Él quiere que conozcamos la libertad que viene cuando caminamos por el Espíritu y resistimos los deseos de la carne (Gálatas 5:16). Ninguna cantidad de soledad puede traer paz a un corazón que se resiste a la obra del Espíritu. Por el contrario, incluso los introvertidos encuentran satisfacción en una habitación llena de gente cuando caminan por el Espíritu y muestran hospitalidad a los demás.
Expectativas extrabíblicas que nos paralizan
Es esencial saber cómo Dios nos formó de manera única, para que podamos ser hospitalarias sin una falsa culpa o un ataque de nervios. A veces tenemos ideas preconcebidas sobre cómo debería ser la esposa de un pastor. Quizás hemos tenido una experiencia en una iglesia anterior o leído una publicación de un blog que compartió una versión idealizada de la hospitalidad. Pero el temperamento, la capacidad y la etapa de la vida de una mujer pueden hacer que estos estándares sean imposibles de cumplir.
Las esposas de pastores introvertidas necesitan más tiempo alejadas de las personas que nuestras contrapartes extrovertidas. Está bien, de verdad. Puede sonar piadoso desgastarnos por Dios, pero en realidad, cuando tomamos tiempo para descansar y refrescar nuestras almas, probablemente aumentaremos lo fructífero y duradero de nuestro ministerio.
Otra consideración es la salud de nuestro esposo. Durante las temporadas difíciles en el ministerio pastoral, es posible que necesitemos reservar más energía y tiempo para apoyarlo en su trabajo pastoral. Esto necesariamente requerirá que digamos «no» a otras oportunidades de ministerio.
Se necesita humildad para admitir nuestras limitaciones. Dios es el único que nunca descansa y nunca falla a las personas. Pero el resto de nosotras somos propensas a comprometernos en exceso y ofrecer menos. Afortunadamente, hay gracia para las esposas de los pastores. Cristo no murió por nosotras porque cumplimos con las expectativas de todos o porque logramos más que la persona de al lado. Él «nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según Su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad» (2 Tim. 1:9).
Un camino a seguir
El Diccionario de Cambridge define la hospitalidad como «el acto de ser amable y acogedor con los huéspedes y visitantes». Los cristianos aman la hospitalidad porque refleja las buenas nuevas del evangelio. Aquellos de nosotros que éramos extranjeros y alejados de las promesas de Dios ahora somos traídos cerca por la sangre de Cristo (Efesios 2:13). En esencia, el cristianismo se trata de dar la bienvenida a las personas.
Puede ser un gran alivio para los introvertidos sobrecargados darse cuenta de que la hospitalidad no tiene por qué ser un evento de todo o nada. Hay muchas formas de dar la bienvenida a las personas a tu vida cuando no tienes la capacidad de acoger a todos de formas muy elaboradas. Por ejemplo, he descubierto que las conversaciones espiritualmente edificantes suceden cuando invito a una mujer a dar un paseo u organizo una reunión de juegos en grupo para nuestros hijos en el parque. A veces es tan simple como ofrecer llevar a un grupo de mujeres a un estudio bíblico o un evento para mujeres. Ese tiempo de espera en el carro durante el viaje compartido crea comunidad y da la bienvenida a las personas a tu círculo de amigos.
La hospitalidad puede manifestarse de manera diferente en la vida de introvertidos y extrovertidos, pero en el fondo, busca imitar a Aquel que nos dio la bienvenida.
Sí, querida esposa de pastor introvertida, es posible que necesites más tiempo de recuperación, más capas de antitranspirante y más té de manzanilla para calmar tu corazón acelerado. Pero Dios te entretejió con tu temperamento y capacidad únicos para un ministerio saturado de personas, y Él te proporcionará lo que necesitas para ser hospitalaria, como dice Romanos: «acéptense los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para la gloria de Dios» (Rom. 15:7).
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