Acercándonos al Trono con acciones de gracias

Conozco muchas mujeres que sufren de una evidente falta de paz. En ocasiones, yo soy una. No me refiero a la paz que viene de tener un día libre en el calendario, acomodada en el sofá con una taza de té caliente y un buen libro. No significa que estar así no suene tentador, pero seamos honestas, para la mayoría de nosotras, esos momentos son escasos. La paz a que me refiero no necesita de una cabaña o de un escape de fin de semana. Puede ocurrir en cualquier lugar, incluso en los sitios y momentos más agitados de tu vida.

Esto se debe a que la gratitud sabe dónde ir a buscarla.

Se necesita algo más que oración

Si estuviéramos sentadas a la mesa una frente a la otra, sin tener que pensarlo mucho podrías decirme lo que te roba la paz en este momento. Quizás te encuentras en duelo por una pérdida que no consigues apartar de tus pensamientos conscientes. Puede ser que por las noches te quedes dormida llorando debido a una situación con un hijo o hija que está más allá de tu control, un matrimonio deteriorado, un pequeño pasando por exámenes médicos de diagnóstico, quizás rebelión franca contra Dios y contra tus decisiones como madre. Podrías enfrentar algunos asuntos con tu propia salud; o tu ingreso no alcanza para los gastos mensuales; o tal vez tu iglesia se encuentra en crisis por algún tema candente.

Sabemos que podemos y debemos orar por esos asuntos. Pero la oración no es todo lo que podemos y debemos hacer. «Por nada estéis afanosos,» escribió el apóstol Pablo, «antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús» (Filipenses. 4:6-7, énfasis añadido)

Pongámoslo de manera aún más sencilla: En toda situación… oración + gratitud = paz.

Cuando la gratitud se une a la oración; cuando abrimos nuestros ojos lo suficiente para ver las misericordias de Dios aún en medio de nuestro dolor; y, cuando ejercitamos la fe y Le damos gracias aun cuando no podemos ver esas misericordias, Él nos alcanza con Su indescriptible paz indescriptible. Es una promesa.

La oración es vital, pero para experimentar verdaderamente Su paz, debemos venir a Él con gratitud. Gratitud difícil. Gratitud costosa. El tipo de gratitud que confía en que Él está obrando para nuestro bien aún en las circunstancias más desagradables…el tipo de gratitud que guarda con Su inexplicable paz, nuestra mente y corazón atribulados.

¿Estás enfrentando una o más situaciones caóticas, sin solución? ¿Tu alma está cansada por el esfuerzo, el estrés y la presión? Hay paz, amiga mía –la paz de Dios- esperándote justo detrás de las puertas de la gratitud intencional. Pero la única manera de encontrarla es yendo allí y verlo por ti misma. La paz de Dios es una de las tantas bendiciones que viven del otro lado de la gratitud.

Acude a la dirección donde Dios vive

El mandato de Dios de ser agradecidas no es la exigencia amenazante de un tirano. Más bien es una invitación de por vida –la oportunidad de acercarte a Él en cualquier momento del día.

¿En ocasiones anhelas un sentido de mayor cercanía de Dios? Cuando las presiones se intensifican, las preocupaciones de la noche aumentan su fuerza, cuando los días simplemente se apilan uno tras otro, o cuando sientes que la vida no es más que una aburrida rutina, ¿ansías la seguridad de Su presencia?

Las Escrituras nos dicen que Dios habita en las alabanzas de Su pueblo (Salmo 22:3) Dios vive en el mismo lugar de la alabanza. Si queremos estar donde Él está, necesitamos ir a Su dirección.

Es un tema recurrente en los Salmos: «Entrad por sus puertas con acción de gracias, y a sus atrios con alabanza» (Sal. 100:4). «Vengamos ante su presencia con acción de gracias» (Sal. 95:2) ¡El agradecimiento nos lleva hasta la mismísima presencia de Dios!

En el Antiguo Testamento el tabernáculo fue el lugar que Dios apartó para encontrarse con Su pueblo. Frente a la entrada del lugar Santísimo –el asiento sagrado de la presencia manifiesta de Dios- se levantaba el altar de incienso, donde cada mañana y cada tarde el sacerdote ofrecía aromas dulces, representando las oraciones y acciones de gracias del pueblo de Dios que buscaba acercarse a Él.

Esos antiguos rituales eran tipos y símbolos de una relación que, nosotras como creyentes del Nuevo Testamento, podemos disfrutar con Dios en cualquier momento, en cualquier lugar. A través de Su sacrificio en la cruz, Cristo nos ha concedido acceso al Padre que habita en nosotras por Su Espíritu.

Mira lo que ocurre cuando abres tu corazón de nuevo al Señor, yendo más allá de las frases normales, enlatadas, casi obligatorias de alabanza y adoración, donde en verdad «con acción de gracias le exaltaré» (Sal. 69:30).

Sí, observa si expresarle gratitud al Señor no lo «magnifica» ante tus ojos, aumentando una percepción más profunda de Aquel que conoce tu nombre, cuenta los cabellos en tu cabeza, y manifiesta Su amor por ti con una bendición tras otra. Considera si la práctica de gratitud intencional no te transporta aún más cerca de Él, no solo donde tu fe pueda creerlo, sino hasta donde tu corazón pueda sentirlo. Las acciones de gracias nos llevan al cuarto de estar de Dios. Pavimentan el camino que conduce a Su presencia.

Este post es adaptado del libro Sea Agradecido por Nancy DeMoss Wolgemuth. Usado con permiso.

 

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Sobre el autor

Nancy DeMoss Wolgemuth

Nancy DeMoss Wolgemuth ha tocado las vidas de millones de mujeres a través del ministerio de Aviva Nuestros Corazones y del Movimiento de Mujer Verdadera, llamando a las mujeres a un avivamiento espiritual y a la feminidad bíblica. Su amor … leer más …


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