Soy esposa de pastor y madre de tres niños varones, así que ya te podrás imaginar cómo son mis días en casa entre legos, balones, carritos, dardos, play-doh y mucha pero mucha acción. Es como si estuvieras en medio de una guerra de juguetes; de hecho, mientras escribo estas líneas unos aviones de papel pasan justo encima de mi cabeza. Estoy muy contenta y agradecida con Dios por mis hijos, pero también hay días en los que simplemente me siento exhausta, y veo como algo casi imposible apoyar a mi esposo en el ministerio.
Mi esposo se encuentra pastoreando la iglesia en la que crecí. Hace casi tres años que Dios lo puso como pastor y eso me dio un nuevo papel dentro de la iglesia. La congregación tiene cuarenta años de antigüedad, así que es relativamente grande y con diversos ministerios. Yo estaba consciente de las implicaciones y demandas que esto traería a nuestras vidas, pero también estaba convencida que era el plan de Dios. Nunca lo hubiera imaginado y tal vez nunca lo hubiera elegido; sin embargo, hoy es algo que abrazo porque por su gracia el Señor nos muestra que solo somos instrumentos y que de Él es la obra.
A pesar de ello, en medio de todo el cambio que estábamos viviendo como familia había muchos días difíciles. Se trataba de una iglesia a la que amaba y en la que deseaba servir, pero ¿cómo se supone que una esposa de pastor pueda ser de ayuda a su esposo en el ministerio con tres niños en crianza?, ¿cómo podría mantener mi enfoque en las prioridades y acomodar todas las demás tareas?
Pues déjame decirte que aún es complicado y reconozco que en mis fuerzas sería imposible. Necesito cada día recurrir a la gracia de Dios, pues sólo Él es quien puede capacitarme para este llamado. Por eso, quiero compartirte tres verdades que me han ayudado a entender mejor mi papel como esposa de pastor y madre.
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Valora tu hogar como un llamado sagrado
Si aún te encuentras con niños pequeños en casa, ministrar tu hogar es tu principal llamado como madre. Tito 2:3-4 nos muestra cómo el enfoque está en el hogar. Tal vez sea más tentador (lo fue para mí) querer salir del hogar e involucrarse en la mayoría de las actividades de la iglesia, porque ahí es donde nuestro servicio pareciera ser trascendente; pues, a nuestros ojos, lo que hacemos en el hogar no parece ser tan significativo o relevante como ayudar y servir en la iglesia.
Lo que tenemos que recordar es que fuimos creadas para ser la ayuda idónea de nuestro esposo (Gn. 2:18). Nadie más en la iglesia puede cubrir las necesidades de tu esposo de la manera que tú puedes hacerlo. Ten en cuenta que cuando provees y satisfaces esas necesidades estás fomentando, facilitando y fortaleciendo su liderazgo.
Sé que una de las maneras en que puedo ayudar a mi esposo durante esta etapa es haciendo de nuestro hogar un lugar de amor, enseñanza y cuidado para nuestros hijos. Ellos son nuestro pequeño rebaño. Por consiguiente, mi prioridad como esposa y madre es que nuestro hogar esté preparado para ellos.
Valora y aprecia tu ministerio en tu hogar, nuestro rol como esposa y madre puede ser tras bambalinas, pero es trascendente para el reino de Dios. El ministerio en el hogar es un llamado sagrado.
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Cultiva una relación con Dios
Como esposa de pastor y madre es fácil afanarse y envolverse en el ajetreo de una agenda llena de compromisos. En la medida que una iglesia crece, las demandas y actividades incrementan. En una misma semana hemos tenido despedida de soltera, baby shower y funeral. Suena extraño, pero en un solo día hemos visitado a una hermana en el hospital que acababa de tener a su bebé y, por la tarde, a una familia que perdió a un ser querido. Esto sin contar las actividades propias de la iglesia. Intentar tener presencia en todo simplemente te dejará exhausta y sin energía, además estarás envuelta en tantas cosas que podrían distraerte de lo más importante. El activismo dentro de la iglesia puede hacerte sentir bien pero también puede ser tu mayor enemigo en tu rol como esposa de pastor.
Algunas veces me siento identificada con Marta: afanada, turbada con tantas cosas y dejando de lado la mejor parte (Lc. 10:38-42). Constantemente, le tengo que recordar a mi alma que esté en calma, que tome un tiempo de quietud para sentarse a los pies del Señor y conocerle más profundamente (Sal. 46:10). Una esposa y madre que ha pasado tiempo con Dios y va siendo conformada a su imagen puede crecer en amor no solo hacia Dios, sino que extiende ese amor a su esposo, hijos y al cuerpo de Cristo.
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No camines sola
Hace algunos años perdí a mis padres en un accidente automovilístico. Fue una gran pérdida para la familia, pero hoy estoy tomando el rol de esposa de pastor que mi madre tenía. Algunas veces quisiera oír sus consejos o el de mis suegros, que por muchos años han colaborado en el ministerio, mas ellos están a muchas horas de distancia. Por eso, no te imaginas cómo agradezco a Dios por hermanas mayores de la iglesia que han estado cerca de mí y me han ministrado de muchas formas. Algunas de ellas hacen la función de mamás y otras me brindan su cariño como abuelas, ellas son mujeres piadosas que me aconsejan, oran por nosotros, velan por muchas de nuestras necesidades y me recuerdan la verdad de la palabra. También, me ha sido alentador caminar a lado de mujeres más jóvenes que siempre inyectan esa dosis de energía que necesitas dentro del ministerio. Ellas son como las hermanas mayores de mis hijos que siempre están dispuestas a servir y ayudar cuando mi esposo y yo tenemos que tomar algún tiempo juntos.
Establece relaciones dentro de tu iglesia que edifiquen, este tipo de relaciones sustentan y ayudan a sobrellevar las cargas que pudieran recaer solo en la esposa del pastor.
Conclusión:
La esposa de pastor no tiene un rol diferente a cualquier otra mujer de la iglesia, si no eres esposa de pastor estas verdades también aplican para ti. Nuestro primer llamado es hacia Dios, después a nuestros esposos e hijos y después a la iglesia.
No hay estereotipos para la esposa del pastor que debas cumplir. Sirve a tu iglesia con los dones que él te ha dado, no intentes querer abarcarlo todo, considera tu orden de prioridades. Cuando te concentras en lo que es fundamental, experimentarás el gozo y descanso que provienen de una vida centrada en Cristo.
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