¿Buscas consejo o buscas chismear?

Hace varios años pedí ayuda a una persona (la llamaremos Susan) para reconciliarme con una amiga.

«No estoy segura de que sea una buena idea», respondió. «A veces es mejor dejar las cosas como están».

Insistí. «Estamos en el mismo estudio donde dos personas no se hablan. No creo que eso honre a Dios».

Sin que yo lo supiera, Susan ya había tomado algunas medidas para arreglar el problema. En lugar de reunirnos a las dos mujeres que habíamos tenido un desacuerdo, optó por hacer un sondeo entre las demás mujeres del estudio. Después de recopilar todas sus aportaciones, llegó a una conclusión: era culpa mía. Quizá Susan pretendía evitarme el dolor, pero sus acciones no hicieron más que resaltar mi ceguera e intensificar mi vergüenza cuando por fin salió a la luz.

Todo el grupo había sido informado del desacuerdo, y me encontraron culpable. Yo fui la última en enterarme porque nadie me confrontó.

La confrontación es difícil, y el enemigo de nuestras almas se asegura de que nunca sea el momento adecuado. Si las mujeres del estudio me hubieran confrontado directa y honestamente, habría sido un valiente acto de amor. En cambio, me quedé pensando si todo el grupo prefería que me fuera. Destrozada, abandoné el grupo.

La vergüenza de aquella experiencia sigue conmigo hoy. Todo el episodio podría haber resultado diferente si (yo incluida) hubiéramos mantenido una sabia regla de oro: hablar con la persona, no sobre ella.

Habla con esa persona y limita tus palabras

Frecuentemente nos engañamos pensando que necesitamos arrastrar a otros a nuestros desacuerdos para obtener su sabiduría y sus oraciones. Hay ocasiones que así lo exigen (Prov. 11:14), pero muchos de nuestros encuentros tienen menos que ver con adquirir sabiduría y apoyo en la oración, y más con chismes y calumnias. Aunque la calumnia suele implicar la difusión de un mensaje falso, también puede implicar la difusión de información perjudicial (pero cierta) sobre otra persona. 

Hay muchas advertencias en la Palabra de Dios para limitar lo que decimos a los demás.

«Por falta de leña se apaga el fuego, Y donde no hay chismoso, se calma la discusión». 

- Proverbios 26:20

Proverbios 17:9 nos dice: «El que cubre una falta busca afecto, pero el que repite el asunto separa a los mejores amigos».

Preguntas para afrontar conflictos

El pastor Stephen Witmer ofrece algunas preguntas útiles para considerar antes de «buscar consejo y oración» de otra persona para ayudar con un conflicto:

  1. ¿La conversación que mantienes con tus amigos sobre esa otra persona tiene por objeto prepararte para una conversación productiva con ella? Si no es así, probablemente se trate de un chisme.
  2. Si pides consejo a otras personas sobre cómo tratar sabiamente a esta persona, ¿mantienes en secreto su identidad excepto cuando es necesario? Si no es así, probablemente se trate de un chisme.
  3. ¿Te gusta compartir esa información con tus amigas? Si es así, probablemente se trate de un chisme. El chisme es apetecible (Prov. 18:8). Buscar consejo en una situación difícil es bueno, pero es doloroso, y no es agradable.
  4. ¿Cuál es el tono de tu voz y el de tu corazón? ¿Eres dócil, humilde y de corazón quebrantado cuando compartes el pecado de esta otra persona, o te sientes enojada y justa en comparación? Si es así, probablemente se trate de un chisme.
  5. ¿Hablas con Dios de esta persona tanto como hablas con tus amigos? Si no es así, probablemente se trate de un chisme.
  6. ¿Limitas el número de amigos con los que hablas? Si no es así, probablemente se trate de un chisme. El chisme busca difundir ampliamente la comunicación, pero Jesús busca restringir ciertas comunicaciones delicadas (Mt. 18:15-17).
  7. ¿Piensas que las personas con las que compartes información delicada son receptores pasivos o participantes implicados? El objetivo de Jesús para nosotras al hablar con los demás nunca es simplemente desahogarnos. Los que reciben la información deben estar dispuestos a acompañarnos hasta la persona con la que tenemos que hablar, para servir de testigos (Mt. 18:16). Si no entiendes que tus oyentes tienen este papel activo y participativo, probablemente se trate de un chisme.

Para que quede claro, el desacuerdo en mi caso fue culpa mía, y la solución poco útil también podría haberse evitado si hubiera optado por hablar con mi adversaria directa y rápidamente. Proverbios 25:9 dice: «Discute tu caso con tu prójimo, y no descubras el secreto de otro».

Pablo escribe en Efesios:

«Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablen verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros. Enójense, pero no pequen; no se ponga el sol sobre su enojo, ni den oportunidad al diablo» (Ef. 4:25-27).

Para resolver con éxito un conflicto horizontal, primero hay que responder a uno vertical. Nuestros pecados contra los demás son, en última instancia, una ofensa a Dios. En el Salmo 51, David confiesa al Señor:

«Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra Ti, contra Ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de Tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas» (vv. 3-4).

Cristo es el gran reconciliador. En Su presencia no hay excusas, ni «peros», ni oportunidad para maquillar nuestras acciones bajo una luz más aceptable. Es aquí donde nuestros pecados son debidamente identificados y vistos por lo que son. Sin embargo, Cristo sigue pagando nuestra deuda y nos llama a Sí mismo. Cuando Cristo quita el peso del pecado y la vergüenza de nuestros corazones, tenemos el valor y el deseo de reconciliarnos con nuestras hermanas.

Gracias a la obra consumada de la cruz, podemos hablar con alguien en lugar de hablar de él.

Me di cuenta de que era cierto, y finalmente hablé directamente con la persona con la que había tenido el conflicto. Me perdonó amablemente. Aunque no me invitaron a volver al grupo, no todo está perdido. Dios no desperdicia nuestro sufrimiento, y yo he aprendido una valiosa lección a través de esta época de dolor.

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Maestra Verdadera?

Donar $3

Sobre el autor

Gaye Clark

Gaye Clark trabaja como enfermera cardíaca en Augusta, Georgia, es corresponsal a tiempo parcial de la revista WORLD y directora de iniciativas femeninas de Servants of Grace. También es voluntaria en iCare, una organización cristiana que provee ayuda para víctimas … leer más …


Únete a la conversación