Pensando en crear mi propia plataforma: ¿es la mejor opción?

Así que estás empezando un nuevo ministerio, un blog, un grupo de alabanza, un ministerio de predicación o un grupo pequeño. Este año tienes planes de hacer algo grande para Dios.

Quizás la plataforma sobre la que estás de pie es tan pequeña que tus dedos salen por la orilla, aun así, tienes un gran deseo de servir a Jesús, ¡así que te subes de todos modos! Nada te gustaría más que ver tus mensajes de verdad y esperanza, ser de impacto en las vidas de las personas y luego brotar en huertos cargados de frutos espirituales. ¿Estoy en lo cierto?

Pensando en tus objetivos ministeriales para este año, deberías:

  1. ¿Publicar en Internet mensajes, enlaces, fotos y vídeos sobre tu nueva aventura ministerial?
  2. ¿Encerrarte en tu armario de oración y confiar en Dios?

Bien, te veo. Estás pidiendo una opción C, ¿verdad?

Como personas que tienen un círculo de influencia que quieren multiplicar el fruto espiritual y dar gloria a Dios, rápidamente nos encontramos con una tensión obvia. Todo el mundo nos dice que hagamos ruido en las redes sociales. Dicen que necesitamos una plataforma digital si queremos que nuestro mensaje sea escuchado, finalmente, vivimos en una era digital, ¿no es así?

Pero como cristianas, no somos de este mundo; somos ciudadanas del cielo, donde los «grandes» son los que sirven a todos, no los que impresionan a todos. Estamos llamadas a humillarnos, no a enaltecernos. Así que como personas influyentes que quieren exaltar a Jesús y no a nosotros mismas, ¿cómo debemos enfocarnos en la construcción de plataformas digitales?

Vivimos en el momento más espléndido para transmitir mensajes: transmisiones en directo, páginas web gratuitas, plataformas de redes sociales en constante expansión, etc. Con un esfuerzo mínimo, pulso «publicar», ¡y mis palabras vuelan al otro lado del mundo! Como nunca antes, tengo el potencial de esparcir semillas de la Verdad por todas partes.

Pero esta variedad de opciones crea una variedad de decisiones, como: ¿Debo invertir en un logotipo? ¿En una página web? ¿Un diseñador web? ¿Pagar anuncios? ¿Contratar a un fotógrafo? ¿Comprar tarjetas? ¿Pasar diez horas al día haciendo memes gratis?

Y la pregunta que antecede al resto es esta: ¿Qué quiere Dios que haga? ¿Se complace Él cuando utilizo una estrategia y capitalizo la red digital bajo la punta de mis dedos? ¿O se sentiría más complacido si elijo la opción B y dejo que Él se encargue por completo?

Afortunadamente, el Señor Jesús ofrece sesiones de entrenamiento a los constructores de plataformas como tú y como yo. Si nos humillamos, Él nos mostrará cómo golpear un martillo como Él lo hizo.

Multiplicación

En una ocasión, Jesús mantuvo una importante conversación con Sus discípulos justo después de contar a una gran multitud una historia sobre la multiplicación del fruto espiritual. La mayoría de nuestras Biblias titulan esta historia «La parábola del sembrador», pero en realidad se centra en la tierra, no en el sembrador. El sembrador se limitó a arrojar semillas indiscriminadamente, y las que cayeron en tierra dura o entre rocas o espinos no produjeron ningún fruto. Pero las semillas que se asentaron en la tierra buena produjeron una cosecha asombrosa.

Esta cosecha es lo que buscamos como obreras cristianas. Mientras hablamos, enseñamos y servimos, ¡anhelamos que la gente sea cambiada por nuestras semillas de la Verdad! Ahora nos damos cuenta de que, al igual que el fruto en los árboles, el fruto espiritual madura lentamente. Y también reconocemos que Dios es quien da vida a las semillas. Pero como ansiosas influencias, no podemos evitar preguntarnos: ¿Hay algo que podamos hacer para ayudar en el proceso de multiplicación?

Alentadoramente, Jesús dice que hay algo que podemos hacer.

Brilla

Considera el hecho de que estos doce discípulos (menos Judas), todos reunidos con Jesús, pidiéndole que les explique la parábola, pronto se convertirán en las principales influencias del evangelio. Estos hombres iniciarán el movimiento evangélico. Teniendo esto en cuenta, es el momento perfecto para hablar de estrategia, ¿verdad? Tal vez Jesús compartiría cómo captar la atención de la audiencia o cómo elaborar una declaración atractiva. Tal vez ofrecería métodos para sembrar semillas o consejos estratégicos para sembrar la tierra.

Pero no, Jesús responde: «Lo único que tienen que hacer es brillar». Esa es mi paráfrasis, aquí están exactamente las palabras de Jesús:

«Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de una cama, sino que la pone sobre un candelero para que los que entren vean la luz». -Lucas. 8:16

Fíjate en la estrategia empleada en la imagen de la lámpara. No se colocaría una lámpara encendida debajo de una vasija o de una cama, porque se apagaría o prendería fuego a la cama. No, la pones sobre un pedestal en una plataforma. La levantas para que los demás la vean y se sientan atraídos por la luz.

Jesús mezcla aquí dos metáforas que se complementan. «Pero aquel en quien se sembró la semilla en tierra buena, este es el que oye la palabra y la entiende; este sí da fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta y otro a treinta por uno». —Mateo 13:23. Para cada cristiano influyente, así es como empieza: oír y entender. Y eso marca la diferencia en nuestra forma de vivir.

Nuestros frutos no aparecen de la noche a la mañana, las semillas tienen que germinar y echar raíces, pero con el tiempo se hace evidente que entendemos algo. La «lámpara» de nuestro entendimiento ha sido encendida, no por una persona, sino por Dios. Una a una, Dios enciende sus lámparas y luego las coloca —estratégicamente— sobre plataformas. ¿Y cuál es nuestro papel en todo esto? Recibir la Verdad y brillar.

Construyendo plataformas

¿Y si a los discípulos les preocupara construir plataformas como a nosotras? ¿Y si dijeran: «Pero Jesús, solo somos pescadores y recaudadores de impuestos con influencia limitada. ¿Cómo vamos a brillar lo suficiente para que nos vea todo el mundo?».

Esto casi parece gracioso desde nuestra perspectiva, pues ¿qué mejor plataforma para poder decir: «¿Fui elegido por Jesús para una pasantía de tres años?» Estos hombres solo tenían que subir a la plataforma que Dios les había dado, con el entendimiento que Dios les había dado, ¡y brillar!

¿Y no es eso cierto también para nosotras? Encuentro seguridad al darme cuenta de que Dios —quien me ayuda a entender la Verdad en primer lugar— ya me ha puesto en un estrado. No tengo que tratar frenéticamente de instar a la gente a entrar en la habitación (digital o real) donde brilla mi lámpara, no tengo que hacer que mi público se sienta atraído por la luz. Dios se encarga de expandir mi alcance y encender nuevas lámparas. Él es quien hace fructífero mi mensaje.

Pero me anima el hecho de que Dios es estratégico. Dios esperaba que los discípulos administraran su influencia y compartieran las buenas nuevas, y no retrocedieran por miedo o intimidación. A Dios no le agrada una persona influyente y temerosa que se niega a subir a la plataforma ya preparada para ella o a usar la influencia que Dios le ha asignado. Como en la parábola de los talentos, ella debe invertir lo que se le ha dado, no enterrarlo. Esto incluye su influencia.

Filipenses 2:15b-16a nos dice: «…ustedes resplandecen como luminares en el mundo, sosteniendo firmemente la palabra de vida». Como la buena tierra, nos aferramos a la Verdad. Y como gotas de luz en la oscuridad, brillamos.

Escucha bien

Cuando Jesús terminó su sesión de entrenamiento con los discípulos para esparcir la luz y multiplicar los frutos, les ofreció una estrategia más:

«Por tanto, tengan cuidado de cómo oyen; porque al que tiene, más le será dado; y al que no tiene, aun lo que cree que tiene se le quitará». -Lucas 8:18

Como tierra que recibe la Palabra y como lámparas que se encienden con entendimiento, debemos cuidar cómo escuchamos. Ya sea que estemos escribiendo una entrada de blog, preparando un mensaje, reuniendo material para una sesión de entrenamiento o preparándonos para lanzar un ministerio, debemos callarnos y escuchar bien. Sería tonto salir a nuestras plataformas para hablar, compartir y dar sin primero tener cuidado de escuchar al Señor.

Amigas, ¿puedo hablar con franqueza? Quizá las que dedicamos cantidades exorbitantes de tiempo, dinero y esfuerzo a construir nuestras plataformas deberíamos dejar a un lado nuestros martillos y limitarnos a escuchar. Con la Biblia abierta y el corazón tierno, deberíamos dejar de martillar clavos y esperar a oír la voz de Dios. Así es como recibimos, así es como nuestras lámparas brillan. No hay nada mejor que escuchar.

Me he dado cuenta de que si intento hablar o escribir sobre algo que he sacado de un archivo de mi computadora, mis palabras están espiritualmente vacías. Son como semillas que golpean el cemento, caen en las rocas o se dispersan entre la maleza espinosa. La única vez que realmente tengo algo que compartir es cuando sumerjo mi corazón en la Palabra de Dios. Allí, en la quietud, las semillas se despliegan y cobran vida. Una vez que la Verdad comienza a brotar en mí y a producir fruto en mi vida, es cuando estoy lista para compartirla con los demás.

Preguntas sobre la plataforma

¿Deberías llenar el Internet de noticias sobre tu nueva aventura ministerial? Tal vez, el Internet es una gran herramienta para sembrar semillas, compartir el mensaje que Dios ha plantado dentro de ti y hacer brillar tu luz digitalmente. ¿Y deberías encerrarte en tu armario de oración? Por supuesto que sí. Ora para que Dios haga Su obra multiplicadora, porque Él es el único que puede hacer crecer el verdadero fruto espiritual.

Pero cada vez que te acerques a la plataforma que Dios ha colocado estratégicamente bajo tus pies, primero tómate tiempo para escuchar bien. Porque sin recibir primero la Verdad, no tendrás nada que compartir. Como influencia de Jesús, no te enorgullezcas, no te encojas de miedo. Solo sal con valentía y brilla.

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Sobre el autor

Shannon Popkin

Shannon Popkin

Shannon Popkin es una conferencista y escritora de Grand Rapids, Michigan, quien disfruta combiner su amor por el humor y el contar historias con la pasión por la Palabra de Dios.

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