Invitada: Shona Murray
Si no apuntamos a nada, siempre acertamos. Pero si queremos conseguir algo que merezca la pena, necesitamos objetivos concretos. Quiero mencionar cinco áreas concretas de la vida en las que tener un sentido claro de propósito nos dará importantes bendiciones. Son nuestra vida espiritual, nuestra vida familiar, nuestra vida profesional, nuestra vida eclesiástica y nuestra vida social.
La vida espiritual
¿Cuál es tu propósito espiritual? ¿Sabes lo que quieres conseguir en tu vida espiritual? ¿Hay hábitos de gracia que quieres cultivar o pecados que quieres vencer? ¿Quieres crecer en el conocimiento de la doctrina cristiana o quieres mejorar en la santificación? ¿Hay alguna gracia o don cristiano que quieras desarrollar?
Es posible que, al igual que muchos creyentes, nunca te hayas planteado estas preguntas. Has ido a la deriva esperando lo mejor, pero nunca has aclarado en tu mente hacia dónde vas o cómo sería llegar.
Por eso les recomiendo que oren y piensen en áreas específicas en las que desean crecer. Podrías elegir una doctrina para aprender, como la justificación, y encontrar algunos buenos libros y prédicas que te enseñen y te desafíen. O podrías centrarte en un hábito de gracia, como la alegría, y buscar formas de cultivarla y exhibirla. Tal vez puedas contarle a un amigo o a un familiar lo que estás haciendo y pedirles que te desafíen y te animen cuando sea necesario. Hay tantas posibilidades, pero si no elegimos uno o dos objetivos espirituales, daremos vueltas en círculos o avanzaremos un milímetro en mil direcciones distintas.
La vida familiar
Para las que somos madres, nuestro mayor objetivo familiar es la salvación de nuestros hijos. Debemos criarlos para el Señor (Ef. 6:4). No queremos solo unos pocos años en esta tierra con ellos; queremos pasar la eternidad en el cielo con ellos.
Si tenemos ese propósito en mente, nos ayudará a reducir el peso de las expectativas seculares y culturales que a menudo se apoderan de nuestras vidas y de las suyas. Se espera que sobresalgan en la escuela, que sean músicos destacados, que ganen en todos los deportes y que consigan una beca para la universidad. Deben conseguir un trabajo bien pagado y, definitivamente, casarse con alguien que tenga un título universitario y un buen trabajo.
¿Cuál es el resultado? Todas nosotras (y ellos) terminamos con días llenos de estrés (y cuentas bancarias vacías), esforzándonos y sudando para asegurarnos de que consigan esas cosas. Pero, ¿qué sentido tiene si en el camino perdemos de vista el alma de nuestros hijos y la razón por la que ellos o nosotras estamos en este mundo?
Nuestros hijos necesitan nuestro amor, necesitan estabilidad familiar, necesitan la sobremesa, necesitan el domingo para descansar mental, espiritual y corporalmente, y nosotras también. Cuanto más esperamos de nuestros hijos, más esperamos de nosotras mismas, y viceversa. No asumamos el peso imposible de las expectativas culturales y seculares, y dejemos caer el peso más importante de todos: la crianza espiritual, emocional y relacional de nuestros hijos, que slo puede hacerse cuando tenemos tiempo para estar juntos y hablar unos con otros sin la presión del tiempo.
La vida profesional
Soy madre de cinco hijos: tres chicos de veinte, dieciocho y tres años, y dos chicas de catorce y trece años. También educo en casa y he sido esposa de pastor en distintos momentos de mi vida. También he trabajado como médico durante varios años.
¿En cuál de estos ámbitos quiere Dios que yo actúe en este momento? Está claro que no en todos. Permíteme compartir contigo cómo he reflexionado sobre mis opciones para ayudarte a hacer lo mismo, sea cual sea tu vocación actual: ama de casa, empleada de empresa o estudiante.
Ama de casa. Basándome en las Escrituras (Tito 2:5), creo que mis circunstancias actuales me obligan a dar prioridad a las tareas del hogar en esta etapa de mi vida. Eso significa que soy una organizadora, delegadora, directora de operaciones, administradora en jefe, gestora de suministros, jefa de cocina, supervisora de limpieza, taxista, consejera, hombro sobre el que llorar y abrazadora en jefe. Si eres ama de casa, seguro que puedes añadir algunas más a tu lista de tareas domésticas, pero por algo se empieza.
Pero ahora sientes la presión de ser una ama de casa perfecta con un hogar perfecto. He aquí la pregunta que me ha ayudado a reducir este peso abrumador: «¿Mi objetivo es una casa perfecta caracterizada por una fría esterilidad o un hogar feliz lleno de amor y de la presencia de Dios?». Necesitamos una medida de orden y disciplina en nuestros hogares, pero a menos que aceptemos un estándar más realista, nos convertimos rápidamente en Martas inquietas en lugar de Marías pacíficas.
Educadora. Una vez más, basándome en las Escrituras (Deut. 11:18-20), creo que los padres son responsables de la educación de sus hijos con el objetivo de prepararlos para una eternidad feliz y para ser útiles en esta tierra, en ese orden. Ambos propósitos son importantes, pero el primero debe tener prioridad. Tener claros estos objetivos me ayuda a decidir dónde y cómo educarlos teniendo en cuenta las circunstancias familiares que van cambiando, las limitaciones económicas, las necesidades de cada hijo y el impacto de las opciones educativas en los demás miembros de la familia. Todos estos factores deben sopesar a la hora de considerar cómo alcanzar nuestros objetivos.
Esposa de un pastor. Este rol viene después de mis responsabilidades como ama de casa y educadora de mis hijos. Sin embargo, a veces he asumido responsabilidades en ese rol de las que me he arrepentido por el impacto negativo que han tenido en mí y en mi familia. Al recordar mis prioridades vocacionales: primero, ama de casa; segundo, educadora en el hogar; y tercero, esposa de pastor, soy mucho más libre para decir «no» a las exigencias de la iglesia cuando veo que perjudicarán nuestra vida familiar o la educación de mis hijos. Pero estoy deseando que llegue el momento en que pueda volver a involucrarme mucho más.
Médico. Cuando ejercía la medicina en el Reino Unido, había tanto trabajo disponible que podría haber ejercido la medicina a tiempo completo. Entonces, ¿cómo decidía qué aceptar y a qué decir «no»?
En primer lugar, mantuve mis propósitos espirituales y familiares a la vista y en orden. Vocacionalmente, primero fui ama de casa, luego educadora. El médico ocupaba el tercer lugar en mis prioridades vocacionales. En segundo lugar, me hice estas dos preguntas:
- ¿Es la ganancia material más de lo necesario el principal motivo de mi trabajo?
- ¿Es un obstáculo para nuestra familia porque siempre estoy agotada?
Si trabajar fuera de casa perjudica nuestra vida espiritual o debilita nuestras responsabilidades familiares, debemos reconsiderar nuestras decisiones. Tanto si estamos casadas como solteras, discernir y purificar nuestros motivos nos ayudará mucho a decidir qué trayectoria profesional seguir, qué puestos aceptar, qué horas trabajar y cómo trabajar.
La vida de iglesia
No faltan oportunidades para servir en la iglesia, asistir a diversos estudios bíblicos y acudir a reuniones entre semana. La pregunta es, aparte de asistir a la iglesia los domingos, ¿qué más deberíamos hacer en nuestra iglesia, a qué eventos deberíamos asistir y qué hospitalidad deberíamos ofrecer?
Nuestra respuesta depende de varios factores. En primer lugar, considera tu etapa de la vida. Si eres madre de familia, empresaria, estudiante a tiempo completo o trabajadora por cuenta propia, es poco probable que dispongas de más de una o dos horas a la semana para dedicar a la iglesia, aparte de los servicios dominicales.
En segundo lugar, pregúntate por qué participas. Cuando me he hecho esa pregunta, a menudo me he dado cuenta de que estaba yendo a actividades, ministerios y eventos no por el Señor, sino para complacer a otras personas y cumplir con lo que yo percibía que esperaban de mí. El hecho de que una persona esté haciendo mucho evangelismo o proyectos de servicio no significa que tú debas hacerlo. Recuerda, que tú ya estás sirviendo a Dios en tu propia vida espiritual, en tu vida familiar, y en tu vida vocacional. Eso ya es mucho.
La vida social
Las oportunidades para socializar son infinitas, y las expectativas de los demás respecto a tu socialización son también infinitas. Ya sea en los círculos de la iglesia, del trabajo, de la escuela o de la comunidad, si tienes una mentalidad de «hay que hacerlo» o de «sí, siempre» cada vez que te piden que hagas algo o te invitan a ir a algún sitio puedes sentirte totalmente abrumada.
Al identificar los propósitos vitales en nuestras elecciones sociales, podemos decidir mejor nuestra capacidad para socializar y entablar amistades. La intencionalidad y claridad en nuestros propósitos y la humilde honestidad sobre nuestras limitaciones no solo facilitarán nuestras decisiones, sino que también ayudarán a acallar nuestra conciencia acusadora que siempre pide más. Podemos decidir cultivar un número limitado de amistades o podemos decidir no tener más de dos o tres eventos sociales a la semana. No podemos ser amigos de todo el mundo, y no podemos satisfacer las expectativas de todo el mundo. Ten en cuenta que nuestros propósitos sociales cambiarán, al igual que el resto de nuestros propósitos, a medida que pasemos por las diferentes etapas de la vida.
En todos estos ámbitos, nuestra oración debe ser: «Señor, ¿qué quieres que haga?» (Hch. 9:6).
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