Escrito por Hannah Edwards
A veces una puerta se cierra y me encuentro parada afuera en el frío, sola. Solo quiero golpear esa puerta, rogar y gritar hasta que se abra otra vez. Tomar una palanca y abrirla y lograr entrar. Sentarme al pie de la puerta y rehusarme a irme hasta que obtenga lo que quiero.
A veces se siente como si mi «trabajo importante» para Dios no ha comenzado.
Mi mente se emociona con las historias de Jim Elliot, Amy Carmichael y George Müller, quienes esparcen la esperanza y el amor de Cristo a grupos de personas no alcanzadas, rescatando niños de la prostitución en los templos, sosteniendo un orfanato inglés con oraciones.
Y estoy yo, y a veces lo único que puedo pensar en que estoy desperdiciando mi vida en la sala de espera de la vida.
En la sala de espera de la vida
En realidad nada pasa en una sala de espera. Pasas las páginas de una revista o ves comerciales raros en la televisión. Continúas mirando la puerta, preguntándome cuando te verá el doctor.
Solo quieres que la espera termine.
En la sala de espera de la vida, es posible que lo que sé que es verdad acerca de Dios se vuelva borroso y confuso con lo que siento y veo a mi alrededor. Empiezo a concluir cosas acerca del carácter de Dios basado en mis circunstancias, cuando debería estar concluyendo cosas acerca de mis circunstancias basado en el carácter de Dios.
- Sé que Él no me ha olvidado (Deuteronomio 31:6).
- Sé que tiene un propósito para cada nuevo día (Prov. 16:4, Efe. 2:10).
- Sé que Él es más sabio que yo (Dan. 2:21, Job 12:13-14, Prov. 21:30).
- Sé que Él es confiable y bueno (Salmo 62:8,103).
Pero me encuentro mirando a la puerta, preguntándome cuándo me verá. Preguntándome si realmente se recuerda que quiero usar mi vida para adorarlo. Rogándole para que me deje hacer algo para Él que no sea estar sentada y mover mis piernas y anhelar que la espera termine.
La ilustración de la sala de espera solo llega hasta cierto punto donde se desmorona, porque las temporadas en las que esperamos no son temporadas desperdiciadas.
A ti que estás cansada porque otra puerta se ha cerrado, a ti que estas esperando, esperando, esperando y viendo cómo la vida se desvanece, a ti que te preguntas qué te ha llamado a hacer Dios:
Dios está trabajando para producir algo valioso durante tu temporada de espera.
¿Por qué esperar?
A veces Dios nos tiene en la sala de espera por el trabajo que Él está haciendo en nuestros corazones. En este lugar incómodo, se cultiva el crecimiento espiritual. La dependencia es moldeada. La confianza se profundiza. Podemos sentir que no está pasando nada, pero Dios está ocupado refinándonos como el oro a medida que nos enseña a esperar.
Pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas;
Se remontarán con las alas de como las águilas,
Correrán y no se cansarán,
Caminarán y no se fatigarán. (Isaías 40:31)
Este versículo solía ser de gran frustración para mí. Exasperada, pensaba, te estoy pidiendo fuerzas, ¿y me pides que me siente y espere?
Lo que aprendí fue que esperar no es impacientarse y mirar el reloj en la pared cada quince segundos.
El mandato de espera significa esperar algo con ansias. En este contexto, Israel esperaba ansiosamente la promesa de Dios de libertad de su cautividad de Babilonia. En nuestro caso, puede ser ansiar el fruto que Él está produciendo en nuestro corazón:
«Porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.» (Fil. 2:13)
«Y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto… En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois mis discípulos.» (Juan 15:2,8)
En lugar de resentir las paredes a tu alrededor y tratar de romper la puerta a la habitación del lado, tal vez debamos parar y examinar nuestras salas de espera un poco más, buscando las lecciones que nos debe enseñar.
Lecciones en la sala de espera
En mi temporada de espera, Dios me ha revelado estas verdades que no tienen precio:
- La obediencia me pertenece a mí, y los resultados le pertenecen a Dios.
Ver a Dios trabajar es increíble, pero a veces no vemos ningún resultado. Así que, debemos simplemente seguir obedeciendo fielmente, confiando que Dios está haciendo algo.
«Por la fe Abraham obedeció al ser llamado saliendo para un lugar que había de recibir como herencia. Y salió sin saber adónde iba.» (Heb. 11:8)
Abraham espero veinticinco años para ver el cumplimiento de la promesa de Dios. Imagínate lo difícil que fue eso. Abraham no conocía el calendario de Dios. Abraham ni siquiera alcanzó a ver la terminación de todas las promesas de Dios para él en esta vida. A pesar de esto en Hebreos 11:8, Abraham es honrado por su obediencia. Abraham esperaba, ansiando el cumplimiento de las promesas de Dios para él. Veras…
- Abraham no vivió para ver el día en que sus descendientes llegaron a ser más en número que las estrellas del cielo. (Génesis 26:4)
- Job no vio la victoria que Dios recibió de su fidelidad a pesar del dolor al que Satanás lo sometió.
- Moisés no vio la tierra prometida.
- Rut no sabía que Cristo estaría incluido en su linaje.
Si miramos los resultados, las salas de espera se pueden convertir en valles espirituales o un desierto. Pero si nuestra mirada está fija en seguir y obedecer a Cristo, podemos confiarle a Dios los resultados de nuestra obediencia.
- Hay esperanza en la monotonía
Yo no sé cómo es tu rutina diaria. Tal vez pasas el mismo bote de basura verde todos los días de camino a la escuela o la universidad. Tal vez le sirves un café de caramelo a la misma señora todos los jueves. Tal vez recoges los mismos platos de porcelana de las mesas todas las noches antes de terminar tu turno. Tal vez llegas a la misma cama cada noche a revisar tus notas, trabajos y proyectos.
Cualquiera que sea tu rutina, horarios, Dios lo ha infundido con un significado eterno, y lo veremos si lo buscamos.
En tu vida diaria…
Siempre habrá personas que alcanzar. Son personas preciosas con fallas y debilidades, exactamente como nosotros.
«Y cualquiera que como discípulo dé de beber aunque sólo un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, en verdad os digo que no perderá su recompensa.» (Mat. 10:42)
«A algunos que dudan, convencedlos.» (Judas 22, RVR1960)
Aun los actos de servicio más pequeños serán notados y recompensados por Dios. Cuando damos el paso de servir o para satisfacer las necesidades de otros, Dios lo ve.
Y en tu vida diaria…
Siempre hay trabajo por hacer.
«Todo lo que tu mano halle para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque no hay actividad ni propósito ni conocimiento ni sabiduría en el Seol adonde vas.» (Ecl. 9:10)
«Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.» (Efe. 5:16)
Si Dios nos manda de todo corazón a hacer buen uso de cada momento que Él nos ha dado, podemos estar seguras de que no está malgastando nuestro tiempo de espera. Él está llenando nuestras vidas con oportunidades para hacer el bien, para alabarlo incluso en nuestro tiempo de espera.
Dios no te ha confinado a una sesión sin propósito. Si te encuentras en otra sala de espera, reconoce que te ha sido dado el regalo de ayudar.
Deja que Dios te ayude a crecer en esta temporada de espera, ansiando lo que Él está haciendo que no puedes ver. (Heb. 11:27)
- ¿En qué temporada de espera te tiene Dios hoy?
- ¿Qué lecciones te ha enseñado Dios en este tiempo de espera?
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