Pocas cosas me dejan sorprendida y me llevan a adorar a Dios como explorar su hermosa creación. Como aquella vez que hice una caminata por la parte de atrás de una colina a lo largo de la costa de Irlanda. De pie en el borde de un precipicio, con la brisa del mar que acariciaba mi rostro, las olas que rompían contra los acantilados debajo de mí y la hierba verde y frondosa que se mecía con el viento; no podía imaginar una imagen más gloriosa para alabar a Dios.
Cuando regrese a Michigan, afuera hacía frío y el día estaba gris y lúgubre. Los árboles no tenían hojas brillantes, y no había nada, ni remotamente, que pareciera estar cerca de verse vibrante o verde en medio de los montones de nieve que había en el suelo. ¿Y se suponía que tenía que encontrar belleza también en esta imagen?
¡Celebrar la bondad de Dios es muy fácil cuando te sientes en la cima del mundo! Pero ¿cómo mantenemos esa pasión en esos días cuando parece que estamos caminando en un mundo bidimensional y sin color?
Eligiendo dar gracias
El Salmo 105 es un canto de acción de gracias a Dios por su majestad, su poder y su gloria. Comienza con estas alegres palabras de alabanza:
Dad gracias al Señor, invocad su nombre;
dad a conocer sus obras entre los pueblos.
Cantadle, cantadle alabanzas;
hablad de todas sus maravillas.
Gloriaos en su santo nombre;
¡alégrese el corazón de los que buscan al Señor! (vv. 1–3).
Al leer estos versículos, podrías suponer que el salmista se sentía bastante optimista. Pero a decir verdad, no sabemos lo que lo llevó a escribir esas palabras. Es posible que estuviera estresado y que escribiera este salmo para recordarse a sí mismo el carácter infalible de Dios. Ahora, lo que sí sabemos es que sin importar lo que él estaba viviendo y sintiendo en ese momento, él escogió cantar alabanzas a Dios.
¿Estás dispuesta a hacerlo?
Dar gracias es algo que hacemos cuando la vida nos va bien. Nuestra gratitud a Dios no depende de nuestras circunstancias, sino del carácter de Dios. Y puesto que Dios es bueno en todo tiempo, siempre tenemos una razón para dar gracias.
El salmista lo hace muy bien, pues pasa la mayor parte del capítulo dando una lista de razones por las cuales Dios es digno de alabanza. Nos da un ejemplo tras otro de las veces en las que Dios fue fiel a Su pueblo (vv. 7–11), cuando los salvaba del peligro (vv. 12–38), cuando proveía para sus necesidades (vv. 39–42).
El «peligro» y las «necesidades» mencionadas indican que los tiempos no siempre eran buenos para el salmista y el pueblo de Israel. Y tampoco lo serán para ti y para mí. En esos momentos, nos enfrentamos a una decisión: alabar o lloriquear… cuando te ponen una multa de tránsito…cuando alguien te defrauda…cuando te acusan falsamente… cuando tu espíritu se parece a un cielo nublado.
Ve a la caza de la belleza
Aunque dar gracias es una parte importante de superar esos sentimientos de fatalidad y pesimismo, eso no quiere decir que debemos simular que las dificultades no existen.
Puede sonar maravilloso si te digo que me quedaré en la costa de Irlanda eternamente, pero sería tonto si te dijera que me quedaré de pie en ese acantilado por el resto de mi vida para no tener que volver a enfrentarme con nada que sea oscuro, sucio o deprimente.
Pero, ¿acaso no hacemos eso en la vida? Andamos ingenuamente haciendo de cuenta que el sol brilla (en alguna parte), y no se nos cruzará peligro alguno en nuestro camino. O nos negamos a aceptar la realidad y nos insensibilizamos al dolor, y perdemos toda apariencia de gozo en el proceso.
Ninguno de los dos enfoques son sostenibles ni saludables. Los problemas no se resuelven ignorándolos, y la belleza no se encuentra simulando que la fealdad no existe. En cambio, cavamos en la profundidad del amor y el consuelo de nuestro Salvador aún al reconocer nuestro dolor y las dificultades. Si te sientes perdida y no sabes cómo hacerlo, el salmista nos da una pista:
Buscad al Señor y su fortaleza;
buscad su rostro continuamente.
Recordad las maravillas que Él ha hecho,
sus prodigios y los juicios de su boca. (vv. 4–5).
En realidad, es Jesús a quien buscamos cuando anhelamos tener un respiro de la oscuridad que nos oprime. Cada vez que vemos la belleza de Dios a nuestro alrededor —en una asombrosa puesta de sol, una comida preparada en casa o una nota amable de una amiga— es como recibir un regalo especial de Él, con una etiqueta que dice: «hecho con amor para ti».
Hay belleza a tu alrededor. ¿Estás dispuesta a buscarla?
Ahora, tómate un momento para reflexionar en el buen carácter de Dios y en Sus buenos regalos, y luego, agradécele por ellos.
Te ayudaré para que empieces:
Gracias, Jesús, por darnos calor y refugio del frío que hace afuera. Gracias por el recordatorio del invierno de que ya no vivo con un corazón espiritualmente frío y muerto, sino que me has dado un corazón nuevo por medio de la sangre que derramaste por mí. ¡Gracias por tu amor infinito y la gracia que me da nueva vida!
¡Ahora es tu turno! Cuéntanos en los comentarios dónde ves la belleza de Dios y dale gracias a Jesús por ella.
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