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Manifiesto de la Mujer Verdadera

¿Qué significa ser una mujer verdadera de Dios?

Con principios extraídos de la Palabra de Dios, el Manifiesto de la Mujer Verdadera es una guía que nos ayuda a ver algunos de los aspectos fundamentales de lo que implica vivir como una mujer cristiana.

«Todo cambió cuando leí y acepté cada una de las afirmaciones del Manifiesto de la Mujer Verdadera. Soy una muestra viviente de (cómo Dios usó) el Manifiesto en mi vida».

El Manifiesto de la Mujer Verdadera

Creemos que Dios es el Señor soberano del universo y el Creador de la vida, y que todo lo creado existe para Su deleite y para traerle gloria.1

Creemos que la creación de la humanidad, como varón y hembra, fue una parte intencional y maravillosa del sabio plan de Dios, y que los hombres y las mujeres fueron creados para reflejar la imagen de Dios en formas complementarias pero distintas.2

Como mujeres cristianas, deseamos honrar a Dios viviendo vidas contra cultura que reflejan al mundo la belleza de Cristo y Su evangelio.

Creemos que el pecado ha separado a todo ser humano de Dios y nos ha hecho incapaces de reflejar Su imagen como fuimos creados para hacerlo. Nuestra única esperanza de restauración y salvación se encuentra en arrepentirnos de nuestros pecados y confiar en Cristo quien vivió una vida sin pecado, murió en nuestro lugar y fue resucitado de los muertos.3

Reconocemos que vivimos en una cultura que no reconoce el derecho de Dios para gobernar, ni acepta las Sagradas Escrituras como la norma para la vida y está sufriendo las consecuencias del abandono del diseño de Dios para los hombres y las mujeres.4

Creemos que Jesucristo está redimiendo este mundo pecaminoso y haciendo todas las cosas nuevas; y Sus seguidores son llamados a compartir Sus propósitos redentores, en la medida que buscan, mediante Su poder, transformar aquellos aspectos de la vida que han sido manchados y arruinados por el pecado.5

Para tal fin, declaramos que . . .

La escritura es el medio autorizado por Dios para instruirnos en Sus caminos y revela Su patrón para nuestra feminidad, carácter, prioridades, roles, responsabilidades y relaciones.6

Glorificamos a Dios y experimentamos Sus bendiciones cuando aceptamos y gozosamente abrazamos Su diseño, funciones y orden para nuestras vidas.7

Como pecadoras redimidas, no podemos vivir a plenitud la belleza de nuestra feminidad bíblica, separadas de la obra santificadora del evangelio y el poder del Espíritu Santo que mora en nosotras.8

Tanto los hombres como las mujeres fueron creados a imagen de Dios y son iguales en valor y dignidad, pero tienen roles y funciones distintos en el hogar y en la Iglesia.9

Estamos llamadas como mujeres a afirmar y alentar a los hombres en su búsqueda de expresar su masculinidad piadosa; y a honrar y apoyar el liderazgo que Dios ha ordenado en el hogar y en la Iglesia.10

El matrimonio, como fue creado por Dios, es un pacto sagrado, vinculante y para toda la vida, entre un hombre y una mujer.11

Cuando respondemos humildemente al liderazgo masculino, en el hogar y en la iglesia, demostramos una noble sumisión a la autoridad, que refleja la sumisión de Cristo a la autoridad de Dios, Su Padre.12

La insistencia egoísta sobre nuestros derechos personales es contraria al espíritu de Cristo quien se humilló a Sí mismo, tomando forma de siervo y entregó su vida por nosotros.13

La vida humana es preciosa para Dios y debe ser apreciada y protegida desde el momento de la concepción hasta la muerte.14

Los hijos son una bendición de Dios; y las mujeres fueron especialmente diseñadas para ser dadoras y sustentadoras de vida, ya sea a sus hijos biológicos o adoptivos, y a otros niños en su esfera de influencia.15

El plan de Dios para el hombre y la mujer es más amplio que el matrimonio. Todas las mujeres, casadas o solteras, deben modelar la feminidad en sus variadas relaciones; exhibiendo una modestia distintiva, sensibilidad y gentileza de espíritu.16

El sufrimiento es una realidad inevitable en un mundo caído. En ocasiones seremos llamadas a sufrir haciendo lo correcto, mirando la recompensa celestial antes que los deleites terrenales, por el bien del evangelio y el avance del reino de Cristo.17

Las mujeres cristianas maduras tienen la responsabilidad de dejar un legado de fe, discipulando a las más jóvenes en la Palabra y los caminos de Dios y modelando a la siguiente generación vidas de fructífera feminidad.18

Creyendo en lo anteriormente expuesto

Declaramos nuestra intención y deseo de convertirnos en «Mujeres Verdaderas» de Dios. Nos consagramos a cumplir Su llamado y propósito para nuestras vidas. Mediante Su gracia y en humilde dependencia de Su poder, nosotras:

«¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?». (Ester 4:14, RV60)
  1. Buscaremos amar a Dios nuestro Señor con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas.19
  2. Gozosamente le cederemos el control de nuestras vidas a Cristo como Señor, diremos: «Sí, Señor» a la Palabra y la voluntad de Dios.20
  3. Seremos mujeres de la Palabra, buscando crecer en nuestro conocimiento de las Escrituras y vivir de acuerdo a la sana doctrina en cada área de nuestras vidas.21
  4. Cultivaremos nuestra comunión e intimidad con Dios a través de la oración: en alabanza, acción de gracias, confesión, intercesión y súplica.22
  5. Aceptaremos y expresaremos nuestro diseño y llamado únicos como mujeres, con humildad, gratitud, fe y gozo.23
  6. Buscaremos glorificar a Dios cultivando virtudes como pureza, modestia, sumisión, mansedumbre y amor.24
  7. Mostraremos el respeto debido a hombres y mujeres, creadas a imagen de Dios, considerando a los demás como mejores que nosotras; buscando edificarlos, poniendo de lado la amargura, el odio y las palabras malas.25
  8. Estaremos comprometidas fielmente en nuestra iglesia local, sometiéndonos a nuestros líderes espirituales, creciendo en el contexto de la comunidad de fe, usando los dones que Dios nos ha dado para servir a otros, edificando el cuerpo de Cristo y cumpliendo con Sus propósitos redentores en el mundo.26
  9. Buscaremos establecer hogares que manifiesten el amor, gracia, belleza y el orden de Dios; que provean un clima favorable a la vida y que brinden hospitalidad cristiana a aquellos fuera de las paredes de nuestro hogar.27
  10. Honraremos la santidad, pureza y permanencia del pacto matrimonial, ya sea el nuestro o el de otros.28
  11. Recibiremos los hijos como una bendición de Dios, buscando entrenarlos para que amen y sigan a Jesucristo y para que consagren sus vidas a Su evangelio y Su reino.29
  12. Modelaremos el mandato de Tit. 2, como mujeres mayores, modelando piedad y entrenando a las más jóvenes para que agraden a Dios en todos los aspectos; como mujeres jóvenes recibiendo la instrucción con mansedumbre y humildad, aspirando llegar a ser mujeres de Dios maduras quienes a su vez entrenarán a la siguiente generación.30
  13. Buscaremos oportunidades para compartir el evangelio de Cristo con los inconversos.31
  14. Reflejaremos el corazón de Dios hacia los pobres, enfermos, oprimidos, las viudas, los huérfanos y los que están en prisión; ministrándoles a sus necesidades físicas y espirituales en el nombre de Cristo.32
  15. Oraremos por un movimiento de avivamiento y reforma entre el pueblo de Dios que resultará en el avance del reino y del evangelio de Cristo entre todas las naciones.33

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«El movimiento de Mujer Verdadera defiende una teología sólida y centrada en Cristo. Me encanta especialmente el Manifiesto de la Mujer Verdadera. El evangelio de Jesucristo se muestra claramente, y está tan centrado en la Palabra... un tesoro para las generaciones venideras».

Textos de apoyo

  1. 1 Co. 8:6; Col. 1:16; Ap. 4:11
  2. Gn. 1:26–27; 2:18; 1 Co. 11:8
  3. Gn. 3:1–7, 15–16; Mr. 1:15; 1 Co. 15:1–4
  4. Pr. 14:12; Jer. 17:9; Ro. 3:18, 8:6–7; 2 Ti. 3:16
  5. Ef. 4:22–24; Col. 3:12–14; Tit. 2:14
  6. Jos.1:8; 2 Ti. 3:16; 2 P. 1:20–21; 3:15–16
  7. 1 Ti. 2:9; Tit. 2:3–5; 1 P. 3:3–6
  8. Jn. 15:1–5; 1 Co. 15:10; Ef. 2:8–10; Fil. 2:12–13
  9. Gn. 1:26–28; 2:18; Gal. 3:26–28; Ef. 5:22–33
  10. Mr. 9:35; 10:42–45; Gn. 2:18; 1 P. 5:1–4; 1 Co. 14:34; 1 Ti. 2:12–3:7
  11. Gn. 2:24; Mr. 10:7–9
  12. Ef. 5:22–33; 1 Co. 11:3
  13. Lc. 13:30; Jn. 15:13; Ef. 4:32; Fil. 2:5–8
  14. Sal. 139:13–16
  15. Gn. 1:28; 9:1; Sal. 127; Tit. 2:4–5
  16. 1 Co. 11:2–16; 1 Ti. 2:9–13
  17. Mt. 5:10–12; 2 Co. 4:17; Stg. 1:12; 1 P. 2:21–23; 3:14–17; 4:14
  18. Tit. 2:3–5
  19. Dt. 6:4–5; Mr. 12:29–30
  20. Sal. 25:4–5; Ro. 6:11–13; 16–18; Ef. 5:15–17
  21. Hch. 17:11; 1 P. 1:15; 2 P. 3:17–18; Tit. 2:1, 3–5, 7
  22. Sal. 5:2; Fil. 4:6; 1 Ti. 2:1–2
  23. Pr. 31:10–31; Col. 3:18; Ef. 5:22–24, 33b
  24. Ro. 12:9–21; 1 P. 3:1–6; 1 Ti. 2:9–14
  25. Ef. 4:29–32; Fil. 2:1–4; Stg. 3:7–10; 4:11
  26. Ro. 12:6–8; 14:19; Ef. 4:15, 29; He. 13:17
  27. Pr. 31:10–31; 1 Ti. 5:10; 1 Jn. 3:17–18
  28. Mt. 5:27–28; Mr. 10:5–9; 1 Co. 6:15–20; He. 13:4
  29. Sal. 127:3; Pr. 4:1–23; 22:6
  30. Tit. 2:3–5
  31. Mt. 28:19–20; Col. 4:3–6
  32. Mt. 25:36; Lc. 10:25–37; Stg. 1:27; 1 Ti. 6:17–19
  33. 2 Cr. 7:14; Sal. 51:1–10; 85:6; 2 P. 3:9