Una historia que no siempre puedes ver
Annamarie Sauter: Si has leído o visto muchas historias, te habrás dado cuenta de que toda buena historia tiene un conflicto.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Dios está escribiendo una historia que no puedes ver, y Él no siempre hace lo que crees que Él debería hacer o desearías que hiciera. Pero puedes saber que Él es sabio, y que Él es bueno.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
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Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: Tengo algunos queridos amigos cuyos hijos adultos aún jóvenes han tenido muchos, muchos problemas diferentes, …
Annamarie Sauter: Si has leído o visto muchas historias, te habrás dado cuenta de que toda buena historia tiene un conflicto.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Dios está escribiendo una historia que no puedes ver, y Él no siempre hace lo que crees que Él debería hacer o desearías que hiciera. Pero puedes saber que Él es sabio, y que Él es bueno.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
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Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: Tengo algunos queridos amigos cuyos hijos adultos aún jóvenes han tenido muchos, muchos problemas diferentes, que han mantenido a estos padres de rodillas durante muchos años. Algunos de ellos han tenido problemas de salud. Otros, problemas relacionales, problemas de pareja, problemas matrimoniales, problemas morales, problemas laborales. Muchos retos.
Y he visto a esta pareja, que ama mucho a sus hijos profundamente, pasar por esta temporada que no ha sido corta, y que no ha terminado. Y los he visto encomendar a sus hijos al Señor, orar por sus hijos y orar y orar y orar y seguir orando por sus hijos.
Y también he visto a Dios hacer una increíble obra de gracia en las vidas de estos padres.
Ahora, hemos visto algunas respuestas a las oraciones por sus hijos, pero muchas oraciones todavía están esperando respuesta. Esto no es algo rápido. No es fácil. No es nítido.
Y pensé en esa familia y en otras que conozco y que también amo, mientras meditaba en el capítulo 1 de Job, que comenzamos a ver ayer, y continuaremos hoy, a medida que obtenemos sabiduría y perspectiva para los padres, y para todas nosotras, del primer capítulo de Job. Este no es un estudio profundo en el libro de Job, solo algunas reflexiones, sabiduría y perspectivas para los padres, y para todas nosotras, del capítulo 1 de Job.
Así que repasemos lo que leímos ayer en el capítulo 1 de Job. Primero vamos a ver el versículo 1, el carácter de Job:
«Hubo un hombre en la tierra de Uz llamado Job; y era aquel hombre intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal».
Es importante recordar esto cuando veamos lo que le sucedió a Job, que la declaración inicial aquí, la declaración fundamental es que Job era un hombre que conocía a Dios, amaba a Dios, temía a Dios y caminaba con Dios; su carácter.
Luego vemos su riqueza en los versículos 2 y 3: «Y le nacieron siete hijos y tres hijas».
¿Qué mayor riqueza pudo haber tenido Job que la bendición de Dios con estos hijos? Pero él también tenía riqueza material.
«Su hacienda era de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y muchísima servidumbre (para cuidar de todos esos animales, todas esas criaturas); y era aquel hombre el más grande de todos los hijos del oriente» (v. 3).
Él era próspero, era prominente, era rico, fue exitoso. Él era un hombre piadoso que tenía una gran riqueza.
Y luego, en los versículos 4 y 5, vemos algo sobre su familia y su corazón por su familia.
«Sus hijos solían ir y hacer un banquete en la casa de cada uno por turno, e invitaban a sus tres hermanas para que comieran y bebieran con ellos. Y sucedía que cuando los días del banquete habían pasado (quizás era un cumpleaños o días festivos), Job enviaba a buscarlos (a sus hijos; está implícito allí) y los santificaba (los purificaba), y levantándose temprano, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque Job decía: Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones» (vv. 4 y 5).
Él no esperaba a que surgiera algún pecado grande y terrible en sus vidas. Él decía: «Quiero cortar esto de raíz. No sé qué está pasando en sus corazones, pero Dios sabe qué está pasando en sus corazones, así que quiero hacer todo lo que pueda para ministrarles, interceder por ellos y defenderlos ante el trono de Dios».
Entonces, el versículo 5 termina: «Así hacía Job (¿con qué frecuencia?) siempre». Todo el tiempo, continuamente.
Ahora, retomemos este pasaje porque quiero asegurarme de que nos demos cuenta de que Job caminaba con Dios, y su modelo de cuidado espiritual para sus hijos no lo hicieron ni a él ni a sus hijos inmunes a la crisis. El hecho de que Job caminó con Dios, que hizo todo lo posible por cuidar a sus hijos y sus almas, no evitó que él o ellos atravesaran experiencias de crisis. De hecho, su caminar con Dios y su preocupación por sus hijos en realidad lo convirtió a él y a sus hijos en el blanco del archienemigo de Dios, el mismo Satanás.
Ahora, todo el libro de Job nos da una idea de lo invisible de la guerra espiritual que se está llevando a cabo en los cielos entre Dios y Satanás. Ahora, cuando hacemos referencia a esta guerra, no deberíamos pensar que se trata de Dios y Satanás, y que ellos son iguales, porque no lo son en absoluto. Satanás es una criatura. Él es un ser creado, y de ninguna manera es igual a Dios, a pesar de que siempre ha querido ser igual a Dios.
Él es una criatura, y sabemos como Martín Lutero nos recuerda en el himno, que «él condenado es ya». Pero mientras tanto, él ejerce su influencia, y Dios le da la libertad de ejercer esa influencia. Es un recordatorio de que las cosas visibles, los eventos y los desafíos que enfrentamos aquí en esta tierra están conectados a cosas que están ocurriendo en el reino invisible.
Job no pudo ver esta conversación entre Dios y Satanás; no pudo saber lo que estaba pasando en los lugares celestiales, y nosotras no podemos ver lo que está pasando. Sabemos muy poco, las Escrituras revelan muy poco de lo que está sucediendo en los lugares celestiales en esa batalla al día de hoy. Pero sabemos que esa batalla es muy real, y entonces intentamos descubrir qué es en realidad lo que está pasando aquí en esta escena. La realidad visible aquí en la tierra.
Y así, las Escrituras se despliegan para nosotras, y no leeré este pasaje completo, cómo Satanás se encuentra yendo y viniendo merodeando por la tierra, caminando de arriba hacia abajo sobre la tierra. Vamos a resumir estos versículos siguientes en Job capítulo 1. Vemos a Satanás activo. Lo vemos estar alerta. Él está consciente del caminar de Job con Dios. Ahora, Dios menciona a Job, y le dice: «¿Has visto a mi siervo Job? No hay nadie como él en la tierra. Él confía en mí, me teme y es justo».
Pero Satanás sabía de Job. Satanás ya lo sabía. Era consciente del caminar de Job con Dios. Estaba consciente de la bendición de Dios en la vida de Job. Y Satanás se dispuso a sacudir los cimientos de la vida de Job, a sacudir su lealtad a Dios.
Ahora, Job era realmente, en cierto sentido, un actor secundario en el libro que lleva su nombre, en toda esta historia. Satanás no andaba realmente tras Job, en última instancia, no andaba tras Job más de lo que anda detrás nosotras. Quiero decir, ¿por qué crees que él realmente se ocuparía de nosotras? No deberíamos halagarnos a nosotras mismas pensando que le importamos mucho a Satanás.
Satanás, en última instancia, anda detrás de Dios. Él quiere derrocar a Dios de Su trono. Él lo que quiere es quebrantar a Dios. Él quiere avergonzar a Dios. Él quiere confundir nuestra creencia, nuestra fe, nuestra confianza en Dios.
Y entonces, ¿qué hizo Satanás? Se propuso hacer que uno de los adoradores más fervientes de Dios dudara de Dios, que desertara de la fe. Y Satanás hace eso mismo hoy, sus demonios hacen eso. Ahora, no creo que él te elija a ti o a mí todos los días, en su mayor parte, pero tiene una gran cantidad de emisarios que cumplen sus órdenes. Y su objetivo es atacar a Dios.
Y si él puede hacernos dudar de Dios, o actuar en incredulidad, o actuar de maneras que no son santas, entonces habrá arrojado una sombra sobre Dios. Y tenemos que estar conscientes de eso al responder y reaccionar a las circunstancias de nuestras vidas.
Pero recuerda, cuando regreses y leas este capítulo, antes de que Satanás pudiera hacer algo de esto contra Job, primero tenía que obtener el permiso de Dios. Satanás no es un agente libre. Él no tiene ninguna autoridad, sino la que Dios le permite tener por un período de tiempo limitado y un alcance limitado.
Dios siempre dijo: «Puedes llegar hasta aquí, pero no más lejos con Job». Dios limita el tiempo, la temperatura, el calor, lo fuerte o recia que es la batalla. Dios pone parámetros alrededor de Satanás, y Satanás no tiene libertad para ir más allá de lo que Dios le da permiso para hacer.
Así que Job y su familia se convirtieron en un objetivo de Satanás. Y con el conocimiento y permiso de Dios –incluso se podría decir con el estímulo de Dios– Satanás atacó a Job y causó un profundo dolor y una gran pérdida.
Así que hemos visto que Job caminaba con Dios, que Job era un hombre bendecido, pero también hemos visto que eso no le impidió experimentar angustias y dificultades. Entonces, con el conocimiento de Dios, con el permiso de Dios, incluso quien mencionó este tema y le dio el permiso para llegar hasta donde llegó y no más allá, fue Dios. Así Satanás atacó a Job y le causó una profunda pérdida y mucho dolor.
Y leemos en el capítulo 1 cómo el desastre atacó primero las posesiones de Job y luego a su familia. Y por lo que Job sabe, esto es algo totalmente inesperado. Quiero decir, sin advertencia, sin aviso, sin preparación. No podía leer en la Biblia la semana pasada que la Biblia le recordaba que había que estar preparado para el sufrimiento». Job no tenía nada de eso. El desastre lo golpeó como un rayo, no una, sino varias veces.
Entonces, Job capítulo 1, versículo 13: «Y aconteció que un día (todo sucede en un día) en que sus hijos y sus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa del hermano mayor…»
Así que este era un día festivo, un día de fiesta, quizás el cumpleaños del hermano mayor. Era un día feliz, un día de celebración, un día en que la familia estaba reunida… Y en ese día, en los siguientes versículos dice que Job recibe una noticia devastadora tras otra. Sus bueyes, sus burros, sus camellos, sus ovejas, sus sirvientes son destruidos en un solo día que debió haber sido un día festivo, un día para la celebración. Un día que fue desde la alegría y el éxtasis hasta las lágrimas y el dolor. Y luego, mientras Job aún se está recuperando de todas estas malas noticias, llega el golpe más aplastante de todos.
El versículo 18 dice: «Mientras estaba éste hablando, vino otro y dijo: Tus hijos y tus hijas (diez hijos –siete hijos, tres hijas– tal vez con sus propias familias. No lo sabemos. Pero sabemos que eran adultos) estaban comiendo y bebiendo vino en la casa de su hermano mayor, y he aquí, vino un gran viento del otro lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, y esta cayó sobre los jóvenes y murieron; solo yo escapé para contártelo».
Ahora, mientras leo este pasaje, varias cosas vienen a mi mente. Primero, Satanás es cruel. Satanás viene a robar, a matar y a destruir. Él es odioso. Él es malvado. Le causa un dolor inimaginable a Job. Y eso es lo que Satanás hace. Entonces tú no quieres creer las mentiras de Satanás. Tú no quieres jugar con sus formas de pensar porque, al final, él es un asesino y un destructor.
Nota también que las fieles oraciones de Job por sus hijos no impidieron que este desastre golpeara. Job había vivido una vida justa. Había orado fielmente por sus hijos, presumiblemente desde que eran pequeños. Pero todas esas oraciones, toda esa vida justa, todas estas bendiciones familiares que habían disfrutado, no impidieron que este desastre ocurriera.
Ahora, cuando algo así sucede, y lo que estamos leyendo aquí es una versión extrema de lo que quizás algunas de nosotras o algunas de ustedes pueden haber experimentado en una mínima parte, o tal vez hayan experimentado algo así de grande. Sé de una familia con siete u ocho hijos que murieron en un horrible accidente en una autopista hace unos años. Han escrito sobre eso. Han hablado de la agonía, del dolor.
Cuando algo sucede, ya sea más pequeño o similar, puede crear una gran confusión y duda. No hay manera de entender, mucho menos de explicar este tipo de historias, así que ni siquiera lo intentes porque, capítulo tras capítulo tras capítulo, los amigos de Job, que no eran realmente grandes consoladores, trataron de explicarlo.
«Bueno, esto sucedió debido a esto». Estaban tratando de conectar puntos que simplemente no se podían conectar. No hay una explicación humana para lo que ocurrió. Y puede que no haya una explicación humana para lo que está sucediendo en tu familia, ya que has tratado de servir al Señor y de orar fielmente por tus hijos.
Una vida piadosa no te protegerá de experimentar el dolor, el sufrimiento y la pérdida. Necesitamos tener eso en nuestras mentes porque cuando intentamos vivir vidas rectas y luego sucede algo malo, hay una especie de pensamiento reflexivo que nos lleva a preguntar, «¿qué hice mal?»
Ahora, no está mal hacer esa pregunta porque es posible que hayamos pecado, y debemos dejar que Dios use las circunstancias en nuestras vidas para que nos preguntemos: «Señor, ¿hay algo que intentas mostrarme que yo no veo porque estaba ciega? ¿Fui rebelde en algo? ¿Estaba pecando contra ti?»
Entonces, sí, haz la pregunta, pero ten en cuenta que puede que no tenga nada que ver con lo que ha sucedido en tu vida. Puede que no haya ningún pecado que hayas guardado intencionalmente en tu corazón. Lo que ha sucedido en tu vida pudo haber sucedido mientras amabas a Dios, le servías y orabas fielmente por tus hijos.
Ahora, vivir una vida santa te protegerá, te evitará algunas de las consecuencias directas y naturales del pecado, por supuesto. Si crías a tus hijos y ellos no están recibiendo nada de índole espiritual en sus vidas porque estás más preocupada por los deportes que por sus almas, entonces sí, probablemente habrá algunas consecuencias.
No esperes tener hijos que amen a Dios si ellos no te ven a ti amando a Dios, si ellos no te ven enfatizando el amor a Dios en tu hogar.
Pero a veces Dios permite que sus hijos obedientes, fieles y devotos experimenten una aflicción y una pérdida intensa, inexplicablemente. Y cuando lo hace, puedes saber que es para un bien o un propósito mayor, algún propósito que no puedes ver en ese momento. Ahí es cuando tenemos que hacer lo que hizo Job, que es confiar en que Dios sabe y hace lo mejor.
Estas pruebas no fueron el resultado de algún pecado o algún defecto en la vida de Job o en las vidas de sus hijos. Por supuesto, Job creció a través de estas pruebas, y las pruebas expusieron profundidades de su corazón que necesitaban ser santificadas. Pero estas pruebas fueron parte de una historia más grande que Dios estaba escribiendo para mostrar Su gloria, no solo en los días de Job, sino en las generaciones futuras.
Y entonces, ¿cómo respondió Job?
Dios no estaba actuando de una manera que pudiéramos haber pensado que Él actuaría, para un hombre que es descrito de la forma en que Job es descrito en esos primeros versículos del capítulo 1. Fue desconcertante, misterioso.
Entonces, la respuesta natural de un hombre que enfrenta este tipo de circunstancias habría sido resentir las circunstancias, amargarse, cuestionar la bondad y la sabiduría y el carácter de un Dios que permite tales cosas si es que siquiera existe. Quiero decir, ¿no sería esa una respuesta natural a la clase de día que Job acaba de pasar?
Bueno, Job había estado preocupado, leímos antes, de que sus hijos no maldijeran a Dios en sus corazones. Y a raíz de sus pérdidas, en el mismo capítulo, él mismo estuvo tentado a maldecir a Dios, la misma cosa que había orado que sus hijos no hicieran.
De hecho, cuando llegas al capítulo 2, su esposa, quien está inmersa en su propia pena y pérdida; perdió todas las mismas cosas que perdió Job. Ella perdió diez hijos a los que había dado a luz. Perdió todas esas posesiones. Y en su propia pena y pérdida, ella lo presiona él para que haga exactamente lo que él había estado orando que sus hijos no hicieran.
El capítulo 2, versículo 9 dice: «Entonces su mujer le dijo: ¿Aún conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete».
Job había orado: «Dios, no permitas que mis hijos te maldigan en sus corazones». Y ahora su esposa le dice: «Maldice a Dios y muérete».
Ahora, creo que esto no es necesariamente una respuesta de odio a Dios por parte de la esposa de Job. No lo sabemos con certeza. Todo lo que sabemos es lo que se dice aquí. Pero aquí tenemos a una mujer que había sufrido increíblemente junto a su marido. Y tal vez solo estaba deseando aliviar el dolor. Tal vez ella estaba pensando: Si maldices a Dios, Él puede matarte y sacarte de tu miseria. No sabemos lo que estaba pensando, pero sabemos cuál fue la tentación: maldecir a Dios.
Y en el versículo 10, él le dice: «Como habla cualquier mujer necia, has hablado. ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal? En todo esto Job no pecó con sus labios».
Verás, Satanás atacó a los hijos de Job para llegar a Job, y en última instancia, para llegar a Dios. Quería que Job maldijera a Dios. Pero Job se aferró a su fe en Dios ante el sufrimiento y el dolor indescriptibles. Se negó a maldecir a Dios, y en su lugar, optó por «bendecir al Señor».
Vuelve al capítulo 1, versículo 20: «Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor. En todo esto Job no pecó ni culpó a Dios» (vv. 20-22).
Job entendió que en última instancia Dios estaba detrás de estos eventos, a pesar de que no podía comprender lo que Dios estaba haciendo. No pudo ver ninguna luz al final de este túnel doloroso. Sin embargo, no tiraría la única cosa a la que tenía que aferrarse, que era el carácter y la bondad de Dios. Satanás quería que él maldijera a Dios, pero Job se negó. Se aferró a su fe en Dios.
En los últimos días envié un mensaje de texto a una amiga que está luchando profundamente con muchos problemas en su vida. Y le dije: «Esta es una batalla espiritual. El enemigo quiere reclamar tu mente y tu alma. Pero Jesús dice, (déjame inventar un nombre aquí) “Jenny, Jenny, Satanás ha pedido permiso para zarandearte como el trigo; pero he orado por ti para que tu fe no falle”». Y le dije a mi amiga: «Me uniré a Jesús para orar por ti esta noche». Es una batalla espiritual.
Verás, Dios estaba escribiendo una historia que Job no podía ver. Y se trataba de Job y de su esposa y de sus hijos y de sus amigos. En el capítulo inicial, se nos da un vistazo de esa historia, pero no se da ninguna explicación a Job. No se le permitió a Job ver lo que podemos ver ahora. Todo lo que él podía ver era un montón de angustia, confusión y de un examen de conciencia.
De hecho, piensa en esto: Job no escucharía una sola palabra directamente de Dios hasta el capítulo 38. ¿Cuánto tiempo duró eso? No lo sé. Pero debió haberlo sentido como un tiempo muy largo. E incluso en ese momento, cuando Dios habla, a Job no se le dan razones ni explicaciones. Lo que se le da es una visión de Dios, el Dios al que se había aferrado desde el comienzo de estas pruebas. Y en ese punto, su fe es recompensada y fortalecida.
Como dijimos antes, esto no se trataba de Job. Esto era acerca de Dios, Su gloria, Su historia. Se trataba de bendecir y fortalecer nuestra fe miles de años después.
Dios está escribiendo una historia que no puedes ver, y Él no siempre hace lo que crees que Él debería hacer o desearías que hiciera. Pero puedes saber que Él es sabio, y que Él es bueno. Esta historia te involucra, e involucra personas que amas; involucra a otros que nunca verás o conocerás por nombre. Y es una historia que nunca escribirías tú misma.
Y hablando de historias a la manera de Dios y en el tiempo de Dios, Dios restauró a Job con más de lo que Job había perdido. Si pasamos rápidamente al capítulo 42 de Job, leemos en el versículo 12: «El Señor bendijo los últimos días de Job más que los primeros; y tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas».
Esto es el doble de lo que Job había perdido; por si te olvidaste los números del capítulo 1. Ahora, Dios también le dio hijos. Algunos comentaristas piensan que esto pudo haber sido un segundo matrimonio. No lo sabemos, pero el versículo 13 dice:
«Y tuvo siete hijos y tres hijas (y esas hijas recibieron una bendición especial). Llamó a la primera Jemina, a la segunda Cesia y a la tercera Keren-hapuc. Y en toda la tierra no se encontraban mujeres tan hermosas como las hijas de Job; y su padre les dio herencia entre sus hermanos. Después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta cuatro generaciones. Y murió Job, anciano y lleno de días» (vv. 13-16).
Ahora, sabemos que nada podría reemplazar a los hijos que Job perdió en un día. Y hay muchas preguntas que este pasaje plantea que no vamos a tomar tiempo para abordar aquí, pero quiero que veas que Dios consoló a Job con renovadas y multiplicadas bendiciones al final de su vida.
No hay ninguna promesa de que recuperarás lo que se te haya quitado en esta vida, ya sea salud o posesiones o incluso a tus hijos, pero al final, puedes saber que recibirás más de lo que nunca hubieras esperado.
Y quizás te preguntes: «¿Cuándo es el final?» No lo sé, pero Dios lo sabe. Y al final, tendrás más de lo que jamás hubieras esperado.
Job fue un hombre bendecido y piadoso al principio de la historia. Y en la providencia de Dios, pasó por pruebas y adversidades indescriptiblemente dolorosas. Pero emergió en el otro lado aún más bendecido y piadoso, con un sentido más rico, más completo y más dulce de quién era Dios y con diez hijos más para criar en los caminos de Dios. Y cuán agradecido debió haber estado de que él había preparado a sus primeros diez hijos para morir sin saber cómo les afectaría la tragedia.
Ahora, puedes estar en medio de una gran confusión o dolor o pérdida. Tal vez sea en relación con tus hijos o tus nietos. Te has entregado a ellos por entero como lo hizo Job. Has orado por ellos. Has buscado modelar la piedad delante de ellos.
Pero la historia no ha resultado como esperabas. Tus hijos no están caminando con el Señor, ellos han rechazado lo que les has enseñado. O tal vez tienen problemas de salud crónicos. O puedes haber perdido uno o más hijos inesperadamente. Esto puede ser debido a circunstancias fuera de tu control o el de ellos. O tal vez es el resultado de decisiones tontas o necias que ellos han tomado.
Así que estás en una temporada en la que tus ojos están llenos de lágrimas. Apenas puedes respirar. No puedes ver cómo podría salir alguna bendición o bondad de esta temporada.
Bueno, permíteme cerrar esta breve serie señalando un versículo en el Nuevo Testamento: Santiago capítulo 5, versículo 11:
«Mirad que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Habéis oído (¡hoy!) de la paciencia de Job, y habéis visto el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy compasivo, y misericordioso».
¿Qué podemos tomar para nosotras de esta enseñanza? Permanece firme ante las pruebas como lo hizo Job. Y con el tiempo, verás el propósito de Dios. Estarás segura de que Él tiene un corazón compasivo y misericordioso. Y al final, serás bendecida, bendecida, bendecida.
Annamarie: Nancy DeMoss de Wolgemuth regresará para orar.
Ella nos ha estado enseñando sobre el propósito de Dios en nuestras vidas a través de las pruebas. Esta se basa en el libro de Job, capítulo 1 y es el segundo programa en una serie de tres días titulada, «Sabiduría para padres».
Hemos visto, a través de la vida de Job, que caminar con Dios no nos exime de atravesar pruebas. Aún así, todas nos preguntamos por qué tenemos que sufrir. Mañana escucharemos de algunas mujeres en la audiencia, que han luchado con ver el propósito de Dios en medio de sus circunstancias difíciles. No te pierdas este próximo programa, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Aquí está Nancy para orar con nosotras.
Nancy: Oh, Señor, danos corazones firmes para tener esperanza en Ti, incluso a través de las pruebas, del dolor y la aflicción, y poder verte como un Dios compasivo, misericordioso, sabiendo que un día veremos tus propósitos y aplaudiremos con agradecimiento y corazones de adoración. Así que, mientras tanto, ayúdanos a estar firmes. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Agradecidos por tu involucración con este ministerio, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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Recursos del Episodio
Serie «Más allá del tiempo de baño»
Serie,«El sufrimiento no es en vano» (Elisabeth Elliot)
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