La perfección moral de Jesucristo
Nancy Leigh DeMoss: Scientists are now claiming to have found the universal standard for beauty. It's simply a mathematical ratio known as Phi or "divine proportion" which is also known as "The Golden Ratio."
Leslie Basham: This is Nancy Leigh De Moss voiced by Patricia de Saladin.
Nancy: The ratio is 1.618:1. This ratio can be applied to many areas where beauty can be found. It applies to art, architecture, nature, and facial beauty.
For example, if the face from cheek to cheek measures 10 inches, then to be conformed to the ideal proportion the length of the face from the top of the head to below the chin should be 16.18 inches. This would be true beauty.
There is a plastic surgeon who developed a “ phi” mask, which is the ideal model of the human face, including these divine golden proportions. There is another study done by a …
Nancy Leigh DeMoss: Scientists are now claiming to have found the universal standard for beauty. It's simply a mathematical ratio known as Phi or "divine proportion" which is also known as "The Golden Ratio."
Leslie Basham: This is Nancy Leigh De Moss voiced by Patricia de Saladin.
Nancy: The ratio is 1.618:1. This ratio can be applied to many areas where beauty can be found. It applies to art, architecture, nature, and facial beauty.
For example, if the face from cheek to cheek measures 10 inches, then to be conformed to the ideal proportion the length of the face from the top of the head to below the chin should be 16.18 inches. This would be true beauty.
There is a plastic surgeon who developed a “ phi” mask, which is the ideal model of the human face, including these divine golden proportions. There is another study done by a psychologist who says that surprisingly there is a great deal of consistency in the proportions and dimensions that are considered attractive. This study says that to be attractive the ideal female face can be described in the following way—see if you fit into one of these characteristics:
- Eye width that is three tenths the width of the face at eye level.
- Largo de la barbilla: una quinta parte del largo de la cara.
- Distancia desde el centro de los ojos a la base de las cejas: una décima parte del largo de la cara.
- Largo del globo del ojo: un catorceavo del largo de la cara.
- Ancho de la pupila: un catorceavo de la distancia entre los pómulos.
- Área total de la nariz, debe de ser menos de un cinco por ciento del área de la cara.
¿Qué tan bella eres? Este estudio nos dice que la más pequeña variación es importante en cuanto a lo que la gente percibe como atractivo. Por ejemplo “la boca ideal es la mitad o el 50% del ancho de la cara al nivel de la boca; si ese porciento varía en tan solo unos 10 puntos, la cara es calificada como “menos atractiva”.
Tú lees eso y te das cuenta que el estándar de la belleza perfecta es inalcanzable. Muy raras veces alguien se acerca a ella aunque algunos han tratado. Al prepararme para esta sesión, encontré una edición de la revista Newsweek con el siguiente título en su portada, “El rostro perfecto: Un estándar global de belleza y lo que las personas están haciendo para obtenerlo”. Lo que las personas están haciendo para obtenerlo son cada vez más cirugías plásticas.
Al pensar en la perfección, en la belleza, en el rostro perfecto, y las divinas proporciones de oro, todo esto me lleva al estudio que acabamos de iniciar, al Cristo incomparable.
Leslie: Este es Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh De Moss… Ella nos dirige a través de esta serie titulada “El Cristo incomparable”.
Nancy: A través de esta serie estamos siguiendo el libro escrito por Oswald Sanders llamado “El Cristo incomparable”[The Incomparable Christ - disponible en Inglés]. Hoy venimos al primer capítulo de ese libro titulado, “La perfección moral de Cristo”. A lo que nos estamos refiriendo cuando hablamos de Su perfección es a Su Belleza, a Su hermosura—a la belleza de Cristo.
Él es el modelo de todo lo que es lindo, de todo lo verdaderamente bello y hermoso. Él es el único “Perfecto 10”. Todo lo que se relaciona a Él está en perfecta simetría, en perfecto balance, en perfecta proporción. Él es el único que no necesita ser realzado. Él no puede ser más perfecto de lo que ya es.
¿Qué tan diferente es esto de nosotras? Nosotras todas necesitamos realzar nuestra belleza. Ya sea la belleza exterior o la belleza de carácter, o la belleza moral… todas tenemos imperfecciones. ¿Acaso no nos damos cuenta de ello todo el tiempo? Nos vemos en el espejo y vemos cosas que quisiéramos que fueran diferentes. Pero cuando miras a Jesús, nunca vas a ver nada que necesite ser diferente.
Como lo señala en su libro Oswald Sanders, y algo que vemos en los evangelios, es “el retrato de un Hombre, de un Hombre verdadero, de uno que manifiesta perfección en cada etapa de su desarrollo y en cada circunstancia de su vida.” (El Cristo Incomparable, p. 18)
Esta misma idea se transmite en el Salmo 45. Es un pensamiento de amor, un poema que dice… Y yo pienso aquí en la venida mesiánica de Cristo: “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres.” No hay otro como tú. Eres incomparable. “La gracia se derrama en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre”. (Salmo 45:2)
A través de los siglos ha habido muchos escritores de canciones y de himnos, y poetas, que han tratado de capturar este retrato en palabras. Me viene a la mente un antiguo himno escrito alrededor de los 1700, que ha sido de mis favoritos a través de los años. Dice,
Majestuosa dulzura firmemente entronada sobre la frente del Salvador;
Con glorias radiantes Su cabeza coronada, Sus labios gracia derraman.
Contempla los encantos de Su faz y en Sus glorias has tu morada;
Piensa en las maravillas de Su gracia, y de todos Sus triunfos habla.
Ningún mortal de entre los hijos de los hombres a Él compararse puede.
Intachable es y favorecido más que todo el cortejo celestial.
(“Majestuosa Dulzura Firme Entronada” por Samuel Stennett).
Él es más maravilloso,más bello que cualquier mortal, que cualquier ser humano. Él es intachable y más maravilloso que cualquier criatura del cortejo celestial.
Pero la belleza de Cristo no está tanto en su parte física como en Sus gracias, las gracias de Cristo. Como hombre—y vamos a considerar su ministerio aquí en la tierra durante las próximas semanas, culminando con la Semana de la Pasión de Cristo—Él posee cada gracia, cada virtud en tensión y en balance perfecto. No hay nada que le falte, nada que esté fuera de balance. Él no tiene “áreas insípidas” como todos tenemos, no hay deficiencia alguna en Él. Algunas veces tenemos mucha gracia en un área pero en la contraparte de la misma estamos carentes.
Cristo las tiene todas en perfecta tensión, en perfecto balance, en perfecta simetría. Él observó la Ley de Dios perfectamente. No es que Él evitó pecar, sino que Él vivió el estándar perfecto de la Ley de Dios. Nunca se quedó corto en nada.
Hay mucho que podemos obtener para nuestras vidas, en particular si tomas el tiempo para contemplar la perfección de Cristo, el encanto de Cristo, la belleza de Cristo. Yo me alegro tanto de que Sanders no haya empezado este libro con el nacimiento de Cristo, sino que él empezó hablando de la hermosura, de la belleza y de la perfección de Cristo. No hay nadie como Él.
Hay un pasaje maravilloso en el libro de Cantar de los Cantares de Salomón, en el Antiguo Testamento. El Cantar de los Cantares es una historia de amor. Es un poema del rey y de su novia. Un bello retrato del matrimonio. Pero también puedes darte cuenta que se está desvelando allí el gran esplendor y la belleza de los encantos del Señor Jesucristo mismo.
En ese Cantar de los Cantares, como es llamado, en el capítulo 5 tenemos el recuento donde el novio se acerca a su novia. Él toca a la puerta de su habitación. Y le pide a ella que abra. Él quiere estar con ella, quiere pasar tiempo con ella. Pero ella tiene sus excusas: Ella está cansada, ya preparada para acostarse a dormir, y no siente deseos de hacer nada.
Él persiste. Y finalmente cuando ella le abre la puerta se da cuenta que Él se ha ido de que ya no está. Ella, perturbada por el cambio de los acontecimientos, sale a la ciudad y va a todos lugares en su búsqueda, diciéndoles a las personas, “¿Dónde está mi amado, lo han encontrado?” Luego se acerca a las hijas de Jerusalén—estas son sus amistades—y les pregunta a ellas, “¿saben ustedes dónde está mi amado?” “¿Lo han visto ustedes?” “¿Díganme adónde se ha ido Él?”
Y en el versículo 9 de Cantar de los Cantares, las hijas le dicen, “¿qué clase de amado es tu amado, oh la más hermosa de las mujeres?” ¿Qué clase de amado es tu amado, que así nos conjuras?” Lo que ellas están diciendo es, “¿Qué tiene tan especial que lo echas tanto de menos? Tú sabes que Él ya partió, quizás haya aquí otros iguales a Él, quizás tú puedas encontrar alguien que lo reemplace”.
Entonces ella empieza a meditar en esto, y al principio del versículo 10, ella responde a las preguntas que ellas le han hecho. “¿Qué tiene tu amado más que los demás? ¿Qué lo hace tan especial? ¿Qué lo hace tan singular?” Ella entonces empieza a describir a su amado a estas hijas de Jerusalén.
Ella dice en el versículo 10, “Mi amado es resplandeciente y rubio, distinguido entre diez mil”. No hay otro como Él. Y en los próximos versículos, ella les da una descripción detallada de Sus atributos físicos, de Sus características, y les dice qué es lo que ella admira de Él. Ella da una descripción detallada.
Terminando en el versículo 16, ella dice, “Su paladar, dulcísimo, y todo él deseable. ¡Este es mi amado y este es mi amigo, hijas de Jerusalén!”
John Flavel el Pastor Puritano de los años 1600 quien escribió toda una canción sobre Cantar de los Cantares capítulo 5 versículo 16, “Todo Él es hermoso.” Tituló el mensaje “Cristo es totalmente hermoso”. Él dice,
“Miren a todos los seres creados, revisen todo el universo: observarán fortaleza en uno, belleza en el segundo, fidelidad en el tercero, sabiduría en el cuarto, pero en ninguno de ellos hallarás más excelencia que la que encuentras en Cristo.
El pan tiene una cualidad, el agua otra, la vestimenta otra, la medicina otra; pero nada las tiene todas en sí mismas como lo tiene Cristo. Él es pan para el hambriento, agua al sediento, vestido para el desnudo, ungüento sanador para el herido; y cualquier cosa que desee el alma lo puede encontrar en Él.”1
A medida de que esta novia le cuenta a sus amigas sobre la hermosura y la singularidad de su amado, dos cosas suceden. Más adelante en el capítulo 6 vemos esto. Primero, la personas a quienes ella le habla acerca de su amado, lo quieren conocer.
Así es que en el capítulo 6 versículo 1 las hijas de Jerusalén le dicen a esta novia, “¿Adónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿Adónde se ha dirigido tu amado, para que lo busquemos contigo?”
Cuando ellas oyen esta descripción ellas piensan, “Wao, Él es realmente muy singular”. No hay otro como Él. Lo queremos conocer. Te vamos acompañar a ir en su búsqueda.
A medida que leemos el versículo 2, vemos que mientras ella está haciendo el recuento de sus encantos, de su belleza y de lo maravilloso que es su amado algo ocurre. La intimidad que una vez ella experimentó y que había perdido, es restaurada. Ella se da cuenta que él no se ha ido, que él aún está con ella y ella todavía tiene esa relación con él.
Así es que ella dice en el versículo 2, “Mi amado ha descendido a su huerto a las eras de bálsamo, a apacentar su rebaño en los huertos y recoger lirios.” En este lenguaje pintoresco y lleno de simbolismo, lo que este poema de amor quiere decir es, “Mi amado ha vuelto a mí.” Él ha vuelto a sus jardines.
Y entonces dice en el versículo 3, “Yo soy de mi amado y mi amado es mío.” Y aquí vemos una preciosa y dulce satisfacción del alma, al experimentar una vez más esa intimidad y esa unión con su amado del que ella creyó haber estado separada, con el cual ella pensó haber perdido esa intimidad. Y entonces otros quieren conocerle. La intimidad que ella una vez experimentó ha sido restaurada.
De manera que nosotras, al pensar en la belleza y en los encantos de Cristo, nos hablamos a nosotras mismas acerca de Sus maravillas. Al contarlas a los demás, ellos también sienten un creciente deseo por conocerle. Y al hacer esto encontramos que nosotras también entramos en una mayor experiencia de intimidad con Él.
Ahora, en la medida que nos enfocamos las bellezas y las maravillas de Cristo, nosotras llegamos a reconocer que Él no solo es nuestro Salvador y Señor—Él es todo esto, y hay mucho más acerca de Él sobre lo cual estaremos hablando en las próximas semanas—pero también nosotros nos damos cuenta de que Él es nuestro más preciado tesoro.
Él es bello. No solo es Él justo, Él es bueno, Él es hermoso. Él es perfecto. No hay nada en esta tierra más deseable que Él. Al tener a Cristo, tenemos lo más bello, lo más hermoso, la cosa más maravillosa, la posesión más maravillosa, la relación más maravillosa que cualquier ser humano pueda tener en este planeta.
Cuando nos damos cuenta del tesoro que es Cristo, eso nos hace vivir nuestras vidas de manera diferente:
No pasaremos toda nuestra vida buscando cosas y personas que nunca podrán satisfacernos plenamente.
Enfocaremos nuestra atención y nuestros esfuerzos en Cristo.
Desearemos tener una devoción por Él sin distracciones.
Desearemos pasar más tiempo con Él.
No necesitaremos que se nos diga “Debes tener un tiempo de devoción. Necesitas leer tu Biblia. Necesitas orar”. Nosotras desearemos estar con Él. Vamos a querer conocerle. Desearemos decirle “no” a las demás cosas que nos distraigan para procurar a Cristo porque nos hemos dado cuenta de que Él es hermoso.
Un recordatorio aquí, Cristo solo es hermoso, precioso, bello para aquellos cuyos ojos han sido abiertos para ver Su belleza. Hasta tanto el Espíritu Santo abra tus ojos para ver cómo Él es, hasta ese punto, nuestros ojos están ciegos y Cristo es indeseable para aquellos que nunca han podido ver su belleza.
De hecho, leemos en Isaías 53, que es un pasaje profético del Antiguo Testamento acerca del Cristo Mesiánico. Este texto dice:
“No tiene aspecto hermoso ni majestad para que le miremos, ni apariencia para que le deseemos. Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos. (Versículos 2-3)
Ahora, ¿cómo se puede despreciar a alguien tan hermoso, a alguien tan bello, a Uno que es perfecto? ¿Cómo pudimos nosotras en algún momento de nuestras vidas despreciarle y no estimarle? ¿Cómo no lo pudimos apreciar? ¿Cómo pudimos ignorarle? ¿Cómo pueden tantas personas en este mundo aun despreciarle y no estimarle y no considerarle bello, hermoso y perfecto? ¿Cómo puede ser esto?
Es porque hasta ese punto nuestros ojos no habían sido abiertos para saber quién Él es. Hay tantos en este planeta cuyos ojos todavía no han sido abiertos para ver que Él es bello. Si Él no es totalmente hermoso para ti, si Él no es tu mayor tesoro, si tú no lo ves a Él como una posesión de inmenso valor, si no te maravillas y admiras Sus encantos y Su belleza, tienes que preguntarte, “¿Realmente le conozco?” “¿Han sido mis ojos abiertos para yo ver quien realmente Él es?”
Si la respuesta a esto es “no,” entonces déjame animarte a ir al Señor en oración y decirle, “Señor, yo quiero conocerle. Abre mis ojos para yo ver a Cristo, conocerle a Él, ver quién es Él realmente. Preséntamelo. Ayúdame a verle a Él, y conocerle a Él como realmente Él es.”
Luego tenemos que recordar que la perfección solo se encuentra en Cristo. No se encuentra en los demás o en uno mismo. Si buscas en cualquier otro lugar para encontrar belleza, o encontrar encantos inagotables o para encontrar lo que es perfecto y sin defecto, vas a ser decepcionada.
Eso es lo que nos lleva a tanta depresión y desánimo en este mundo. Es que miramos a las personas y a las cosas en lugar de ver a Cristo para la satisfacción de nuestras necesidades y para la satisfacción de los anhelos más íntimos de nuestro corazón. Pones tu mirada en cualquier cosa—en tu esposo, tu casa, tu trabajo, en ti misma—y en algún momento te vas a desalentar. Pero míralo a Él, Él siempre va a exceder y a sobrepasar tus más altas esperanzas y expectativas. Nunca seremos defraudadas cuando lo miramos a Él.
El darnos cuenta de que la perfección solo se encuentra en Él, es llegar al final de nuestros empeños, de nuestros esfuerzos humanos para perfeccionarnos. Nosotras pronto nos daremos cuenta de que no podremos ser perfectas. Yo me encuentro con muchas mujeres que están realmente tratando de ser grandes mujeres cristianas.
Ellas se desalientan y se desaniman en el proceso. Pero ¿Por qué? Porque no podemos ser perfectas. No tenemos esa proporción perfecta de la cual hemos venido hablando.
-No la tenemos físicamente.
-No la tenemos espiritualmente.
-No la tenemos moralmente.
-Somos unas incompetentes que desesperadamente necesitan un Salvador.
Así es que el llamado a la vida cristiana no es un llamado a “borrón y cuenta nueva” o a esforzarse por ser una persona mejor, sino a reconocer nuestra imperfección. Es un llamado a decir, “soy imperfecta”, y dejar que el Espíritu de Cristo nos transforme a Su imagen a medida que lo contemplamos a Él.
Esta mañana me desperté y me sentí muy pecadora. Revisé mentalmente mi día de ayer, no salí y cometí pecados atroces pero al despertar esta mañana pensé en mi falta de dominio propio, pensé acerca de diferentes aspectos de mis reacciones, de mi espíritu. Esto me sucede muchas veces en la mañana. Oh... ¿Soy la única? Oh, no soy la única pecadora aquí.
Me levanté con un sentido de necesidad. Ahí mismo vino a mi memoria lo que iba a enseñar hoy. Solo Cristo es perfecto. Cristo es perfecto. Fue ese gran predicador del pasado, Robert Murray M’Cheyne quien dijo, “Por cada mirada a ti mismo, pon tu mirada en Cristo 10 veces”.
No vivas en desaliento. No vivas en derrota. Si, reconoce que somos un fracaso, somos incompetentes. El punto no es convencernos los unos a los otros de que somos buenas personas. El punto es reconocer y recordarnos los unos a los otros que realmente somos un incompetente. Tú pecadora. Tú eres imperfecta; tú tienes tacha. Pero mira a Cristo. Él es perfecto. A medida que consideramos y vemos la perfección moral, la belleza de Cristo, nosotras le respetaremos. Nosotras le adoraremos. Lo amaremos más. Nosotras desearemos conocerle más, más íntimamente. Desearemos hablarle a los demás sobre Él. Tal y como lo hizo esa novia en el Cantar de los Cantares.
Seremos más y más como Él y entonces reflejaremos a los demás Su belleza, Su perfección moral. A medida que reflejemos Su belleza, otros lo desearán. Él vendrá a ser deseable para ellos, y la tierra será llena de la gloria de Cristo.
Señor te pido que Tú hagas esa obra en nosotras; que Tú despliegues la belleza de Cristo. Él es el único rostro perfecto.
Así que te adoramos, Señor Jesús. Tú eres hermoso. Tú eres bueno. Tú tienes la simetría perfecta. Tus encantos están en el balance perfecto, la proporción de oro divina, eres Tú. Te amamos. Y te pedimos que nuestras vidas puedan reflejar y desplegar tu belleza en un mundo que tan desesperadamente necesita ver la gloria de quien Tú eres.
Que nuestras vidas despierten en los demás una sed de ti. Que señalen a otros hacia ti. Y que ellos lleguen a decir, “Sí, lo amamos a Él, nosotros también queremos conocerle a Él”. Yo te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
Leslie: Nancy Leigh DeMoss ha estado describiendo la perfección moral de Cristo. No es un tema del que oímos muy a menudo, pero es uno que me lleva a adorar a Jesús de una manera fresca. En las semanas que culminan en el Domingo de Resurrección, Nancy nos mostrará facetas de la vida de Cristo que muchas veces han sido descuidadas.
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¿Qué estaba haciendo Jesús antes de venir como un bebé a esta tierra? Es una pregunta fascinante. Nancy la va a explorar mañana en nuestro próximo programa de Aviva Nuestros Corazones.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
All Scriptures are taken from the New American Standard Bible unless otherwise noted.
1 http://www.puritansermons.com/sermons/flavel1.htm.
You Are Beautiful, Eric Lopez, In Your Heights ℗ 2011 Life House Music Group.
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