Confiar y obedecer
Carmen Espaillat: Si ves el plan de Dios como más importante que tu propio plan, puedes dejar de preocuparte. Con nosotras Nancy DeMoss de Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Verás, Dios está en control. Y Él hace lo que le place. Y si lo hace, es porque le agrada. Necesitamos llegar al punto donde decimos, «Señor, si a ti te agrada, me agrada a mí. Si esto es lo que tú quieres, eso es lo que yo quiero».
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Soberanía. Suena como una palabra grande, complicada. Pero es un concepto importante que debemos comprender. La manera en que abordamos la soberanía de Dios, influye en la forma como enfrentamos las situaciones que se nos presentan día tras día. Nancy te ayudará a entender por qué, al continuar en la serie, «La instrucción …
Carmen Espaillat: Si ves el plan de Dios como más importante que tu propio plan, puedes dejar de preocuparte. Con nosotras Nancy DeMoss de Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Verás, Dios está en control. Y Él hace lo que le place. Y si lo hace, es porque le agrada. Necesitamos llegar al punto donde decimos, «Señor, si a ti te agrada, me agrada a mí. Si esto es lo que tú quieres, eso es lo que yo quiero».
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Soberanía. Suena como una palabra grande, complicada. Pero es un concepto importante que debemos comprender. La manera en que abordamos la soberanía de Dios, influye en la forma como enfrentamos las situaciones que se nos presentan día tras día. Nancy te ayudará a entender por qué, al continuar en la serie, «La instrucción de un padre».
Nancy DeMoss Wolgemuth: En esta serie estoy compartiendo con ustedes algunos principios y cosas que aprendí de mi papá, y de mi mamá también, durante los primeros 21 años de mi vida, antes de que mi papá se fuera a casa a estar con el Señor.
Y mientras miro atrás en mi vida, puedo ver cuántas de las bendiciones que estoy experimentando en mi vida hoy, son el fruto del fundamento que mi papá estableció en mi vida y en nuestra familia, al enseñarnos el corazón y los caminos de Dios.
Estoy viendo algunos de los principios que me han servido que me han sido útiles, algunos de los principios que decidí hacer parte de mi vida. Particularmente quiero retar a las jóvenes, mujeres que están al principio de sus vidas, tomando decisiones ahora. Y sé que tenemos muchas que nos escuchan en Aviva Nuestros Corazones.
Quisiera poder mirarlas a los ojos y amarlas lo suficiente para decirles muy en serio, «Si haces de estos principios parte de tu vida comenzando ahora mismo, de aquí a diez o veinte o treinta o cuarenta años, mirarás atrás y dirás, «esos principios han hecho toda la diferencia».
Veo a mi alrededor hoy en día y veo muchas mujeres de mi edad. Y puedes darte cuenta, con solo mirar sus rostros, de que su vida ha sido difícil. Su cara se ve con dureza. Han pasado por múltiples matrimonios, múltiples abortos, inmoralidad en serie. Tantas situaciones que pudieron haber sido evitadas si hubieran acogido en su corazón estos principios. Algunas no conocían estos principios, pero si cuando eran jóvenes los hubieran conocido y hubieran prestado atención, se hubieran ahorrado mucho dolor, quebrantamiento y miseria.
Ahora bien, el hecho de que obedezcas a Dios en estos principios no significa que no pasarás dolor y que no habrá momentos difíciles en tu vida. Porque Dios usa el sufrimiento para santificarnos. Pero mucha de la adversidad que experimentamos en nuestras vidas, es consecuencia de ir por la vida haciendo lo que queremos, en lugar de hacer lo que Dios dice, a la manera de Dios. Y eso es lo que yo quisiera evitarte hoy.
Puede que algunas de ustedes estén pensando, «bueno, ya no soy joven, y les estás enseñando a mujeres jóvenes aquí». ¿Puedo decirles que por la gracia de Dios, nunca es demasiado tarde para comenzar? Puede que seas una nueva creyente, o apenas comenzaste a tomar en serio tu caminar con Dios. Comienza ahora. Pídele a Dios que te alcance. Él puede restaurar los años que se comió la langosta. Él puede darte un nuevo comienzo. Él puede avivar tu corazón hoy. Estos principios son tan importantes, sin importar en qué etapa de la vida te encuentres.
Hoy quiero compartir uno o dos principios más que mi papá enfatizó en nuestros años de crecimiento. Quiero resaltar que él los enfatizaba principalmente con su ejemplo. Eso es particularmente cierto en el caso de su tercer principio, que es sencillamente: Confía y obedece.
Pero si quieres que lo diga de una manera teológicamente más sofisticada, permíteme decírtelo. Aprendí de mi papá la importancia de descansar en la soberanía de Dios, y luego a rendirme a la soberanía de Dios. Descansar en la soberanía de Dios –esa es la parte de la confianza- y luego rendirte a la soberanía de Dios –esa es la parte de la obediencia.
Mi papá tenía una perspectiva muy elevada de Dios. La mayoría de nosotras hoy tenemos una perspectiva elevada de nosotras mismas. Lo que más nos importa son nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras ambiciones, nuestros planes, nuestras ideas, nuestras opiniones, cuando lo que tendría que ser de suprema importancia es, «¿Qué piensa Dios? ¿Qué es importante para Dios? ¿Cuál es Su opinión?»
Mi papá nos enseñó que Dios es soberano, lo cual es una manera sofisticada de decir que Él es el jefe. Él está en control. Él es el gobernante supremo de los cielos y de la tierra por toda la eternidad. Él es Señor. Nosotras no lo hacemos Señor. Él es Señor.
El gozo viene cuando reconocemos que Él es Señor, descansamos en Su Señorío. Confiamos en Su Soberanía, y nos rendimos a ella. Eso significa que Dios tiene el derecho de dar y de quitar.
Pude ver a mi papá en tiempos de prosperidad y de pérdida, temporadas de gozo y temporadas de dolor. Lo vi en ambos tipos de temporadas. Y Eclesiastés dice, «Hay un tiempo para todo.» (Eclesiastés 3:1, parafraseado). Y esos tiempos vendrán a tu vida.
Observé a mi papá en tiempos de pérdida y dolor y aflicción, descansar en la soberanía de Dios, confiado en que Dios sabe lo que Él está haciendo. Él todo lo sabe. Él no comete errores. Se puede confiar en Él. Confiando en que cada evento en mi vida está siendo orquestado por un Dios bueno, amoroso y sabio. Entonces nada le toma por sorpresa, y se puede confiar en Él sin importar lo que venga.
Cuando veas a Dios como Soberano, entonces confiarás en Él, y:
- Tendrás un espíritu agradecido, en lugar de un espíritu quejumbroso.
- Tendrás un espíritu manso en lugar de un espíritu resistente o amargado o resentido.
- Tendrás un espíritu quieto, callado; sin quejarte, sin murmuraciones, solo confiando en que Dios es bueno.
No importa lo que suceda en tu vida o en la de tu esposo. No importa lo que suceda en tu salud. Cuando experimentas un falso rumor contra tu reputación, cuando experimentas desilusiones, cuando hay circunstancias en la vida sobre las que no tienes control, (y las habrá) puedes confiar en que hay Alguien que está en control. Y Él es un Dios amoroso, sabio y bueno. Así que confía y obedece.
Me encanta ese versículo en el Salmo 135 que dice,
«Porque yo sé que el SEÑOR es grande, y que nuestro Señor está sobre todos los dioses. Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos». (v. 5-6).
Verás, Dios está en control. Lo que Él quiere, lo hace. Y si lo hace, es porque le complace. Y necesitamos llegar al lugar donde podamos decir, «Señor, si te agrada a ti, también me agrada a mí. Si es lo Tú quieres, también es lo que yo quiero».
Romanos 12 nos dice que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta. Y ¿sabes por qué tantas de nosotras nunca llegamos a experimentarla en nuestro propio corazón? Porque no estamos realmente convencidas de que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta. Es porque no nos hemos rendido a ella. Es porque no estamos descansando en ella, no estamos confiando en ella. No nos estamos sometiendo a ella.
Como saben, el libro de Daniel es uno de los libros en las Escrituras que resalta este asunto de la Soberanía de Dios. Ayer estaba repasando algunas porciones de Daniel y observando ese hilo conector con respecto a la Soberanía de Dios.
En Daniel 4:3, el rey Nabucodonosor está a punto de contar la historia de su vida, sus memorias; es su autobiografía. Y comienza con el final. Comienza con la conclusión a la que finalmente llegó. Aquí está la conclusión, que es con lo que comienza. Él dice,
(Dan 4:3) «¡Cuán grandes son sus señales, (hablando de Jehová Dios) y cuán poderosas sus maravillas! Su reino es un reino eterno, y su dominio de generación en generación.»
Aquí tenemos a un rey pagano que en sus últimos años llegó a creer que Dios es Dios, que Jehová es Soberano, que su dominio perdura de generación en generación. Él llegó a creer que Nabucodonosor no era el rey máximo, sino que Dios era el rey definitivo.
¿Cómo fue que Nabucodonosor llegó a esa conclusión? De una manera difícil. Tomando el camino más largo. Y pienso que una de las razones por las que este pasaje se encuentra en las Escrituras es para que no tengamos que aprenderlo por las malas y andando por el camino largo.
En Daniel 4:17, Daniel habla a Nabucodonosor –Daniel siendo el profeta, el hombre de Dios. Él está interpretando un sueño que el rey había tenido. Esto es en los primeros años de la vida del rey. Y Daniel le dice, «Rey, este es el propósito de tu sueño. Dios te lo ha dado para que sepas que el Altísimo gobierna el reino de los hombres.» El Altísimo en mi Biblia está escrito con A mayúscula, el «Altísimo». ¿Quién es Ese?
Es Dios El Elyon. Es Dios el Altísimo, el Supremo, el Señor Soberano. Y Daniel dice, «Nabucodonosor, tú crees que eres el alto y exaltado. Tú piensas que eres el rey más grande de este planeta. Tienes algo que aprender. Hay un Rey que es más alto que tú. Él es el más alto de todos los reyes».
«Y el ejercicio por donde Dios te va a llevar, rey, es que tú vas a tener que aprender, como todos los vivientes tienen que aprender, que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres. Se lo da a quien le place, y pone sobre él al más humilde de los hombres. Dios determina quién es rey».
«Tú no llegaste a donde estás por elección popular, o porque tu papá fue el rey. En última instancia, eres el rey porque Dios te puso ahí. Cualquier cosa que tengas en esta vida, la tienes porque Dios es Soberano».
Hasta este punto en su vida, Nabucodonosor aún no entendía esta lección, él todavía pensaba que él era el soberano. Dios iba a enseñarle una lección. Así es que Daniel, hablando en nombre de Dios, dijo, «serás sacado de entre los hombres. Tu morada será con las bestias del campo. Comerás hierba como el buey y te mojarás con el rocío del cielo. Y pasarán sobre ti siete tiempos (o siete años) hasta que sepas que el Altísimo gobierna en el reino de los hombres, y a quien él quiere lo da.» (Dan 4:15-17, parafraseado)
¿Qué pasó aquí? ¿Recuerdas la historia? Un año después el rey Nabucodonosor se volvió loco. Perdió la cordura. Comenzó a vivir y a funcionar como un animal. Y déjame decirte esto. Si tratas de vivir tu propia vida lejos de la autoridad y del gobierno de Dios, terminarás teniendo características parecidas a las de los animales.
Quizás no termines comiendo hierba del campo, como el buey. Pero en tus emociones, en tu manera de pensar, te volverás irracional. Te volverás como un animal, hasta que te des cuenta de que Dios es el Altísimo y digas, «Sí, Señor, me rindo. Descanso en Tu soberanía. Te obedeceré.»
Bueno, el rey Nabucodonosor atravesó esos siete años. Y entonces da su testimonio. Él dice en Daniel 4:34:
«Al fin de los días yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo, (ése es el momento decisivo, ¡miré al cielo!) y recobré la razón, y bendije al Altísimo y alabé y glorifiqué al que vive para siempre; porque su dominio es un dominio eterno, y su reino permanece de generación en generación; y todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, mas Él actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra; nadie puede detener su mano, ni decirle: "¿Qué has hecho?"»
Nabucodonosor aprendió que el cielo gobierna. Eso es lo más importante. Y ahora Nabucodonosor dice,
«Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, porque sus obras son todas verdaderas y justos sus caminos; y a los que caminan con soberbia (aquellos que creen que son soberanos, aquellos que piensan que están en control, aquellos que caminan con soberbia) Él (el Dios Altísimo) los puede humillar.» (vv. 34-35, 37)
Entonces ¿Cuál es la lección de vida aquí? Confía y obedece. Descansa en la soberanía de Dios. Ríndete a la soberanía de Dios. Haz un patrón, haz un hábito en tu vida el decir, «Sí, Señor. Recibo las circunstancias que has traído a mi vida. Abrazo esta dificultad.»
Ahora bien, tú no pides la dificultad. Pero cuando llega a tu vida, la recibes. Te humillas. Te inclinas ante la disciplina de Dios, ante la mano de Dios, ante las decisiones de Dios, ante la voluntad de Dios. Doblas tus rodillas. Inclinas tu cabeza. Inclinas tu corazón, y dices, «Sí, Señor, recibo Tu control sobre mi vida».
Puedo decirte que nunca estarás más segura, nunca estarás más a salvo, y nunca serás más feliz, ni estarás más satisfecha, que cuando confíes y obedezcas; descansando en la Soberanía de Dios y rindiéndote a esa soberanía.
Voy a aprovechar esta serie para intentar pasar, particularmente a la siguiente generación, a las mujeres jóvenes, algunas de las cosas que aprendí de mi papá, que han sido fundamentales en mi propia vida.
La siguiente, es práctica y básica, pero es fundamental en mi vida. Y es el principio de que las cosas pequeñas importan mucho. Las cosas pequeñas. En mis notas pongo la palabra «pequeñas» entre comillas. Las cosas que pensamos que son pequeñas, importan. Y no importan solo un poco, importan mucho.
Este es uno de los temas cruciales en la vida de mi papá y en nuestra crianza. Constantemente él estaba enfatizando la importancia de nuestras decisiones y hábitos, de las cosas pequeñas, de las preferencias pequeñas, de las decisiones pequeñas, de hábitos que parecen sin consecuencia alguna. La importancia de las buenas y de las malas elecciones y de los hábitos. El problema con los hábitos es que son tan habituales. Se van formando en nosotras.
Y lo que sucede es que hacemos estas elecciones y decisiones y acciones que pensamos que son pequeñeces, pero se vuelven grandes cuando se han convertido en hábitos. Y esto funciona tanto para lo bueno como para lo malo.
Mi papá solía recordarnos, no recuerdo cuántas veces, que los malos hábitos se forman fácilmente, se cae en ellos fácilmente –solo se trata de una serie de decisiones pequeñas, pequeñeces– pero son realmente muy difíciles de romper. Escuché a mi papá decir eso cuando yo tenía 15, 16, 17, 8, 9, 10 años de edad. Pero ahora realmente le creo, porque tengo 59 años de edad, y tengo algunos hábitos en mi vida. Bueno, algunos de ellos son hábitos buenos porque hice algunas buenas elecciones cuando era joven, y cuando era pequeña, y ahora son buenos hábitos. Gracias a Dios por esos.
Pero también hice algunas elecciones equivocadas de niña, y ahora batallo con esos hábitos, con esas cosas que se han vuelto tan difíciles de romper. Y cómo desearía ahora haber escuchado más cuidadosamente y haber prestado atención constantemente a este reto respecto a los hábitos y a las decisiones. Hábitos que son el resultado de pequeñas elecciones individuales, y de acciones que hiciste cuando tenías 16 o 20 o 25 años. No te parecía que sería algo tan grande.
Una ilustración práctica, y que quizás pueda sonar un poco tonta, pero que es un problema para muchas mujeres es la manera en que como. Mis hábitos alimenticios son una gran lucha en mi vida, y lo han sido durante toda mi vida adulta. Y te diré que es porque tomé muchas decisiones equivocadas respecto a qué comer, cuando era adolescente y cuando estaba alrededor de mis 20 años.
Podría decir que viví en un restaurante que se especializa en comida rápida y hamburguesas grasosas, sencillas, dobles o triples. Y ahí viví en mis veinte años. Y no pensaba mucho al respecto. Para mí lo que comía era algo pequeño, en lo que no valía la pena pensar mucho.
Bueno, ahora es algo grande, porque tengo algunos malos hábitos que son realmente difíciles de romper. Ya no vivo en ese restaurante de comida rápida. Pero ha sido un reto grande en mi vida, el adoptar hábitos alimenticios saludables.
Es la ley de la siembra y la cosecha. Es el principio que viene de la Palabra de Dios, de que cosechas lo que siembras. Cada acción, cada decisión que tomo, no importa la edad, tiene consecuencias. Y estoy pensando en algunas jóvenes. Y quiero decirles que cada acción, cada decisión tiene sus consecuencias. Cosecharás lo que siembras.
Estás sembrando ahora lo que haces con tu tiempo, con tus hábitos alimenticios, tus hábitos de ejercicio, la manera en que gastas el dinero, la manera en que trabajas, tus hábitos de dormir, cómo usas tu tiempo libre. Todos esos son hábitos que estás desarrollando hoy.
¿Cuántas de ustedes, que son mayores como yo, estarían de acuerdo en que desearían haber cultivado mejores hábitos cuando eran más jóvenes? Sé que hay muchas que deben estar asintiendo. Hay algunos hábitos que son difíciles de romper ahora. Cosechas lo que siembras. Esas elecciones que haces hoy y que parecen inconsecuentes, tendrán consecuencias.
Cada acción, cada decisión, siembra una semilla. Y tendrá su cosecha. El reto es que la cosecha generalmente no es inmediata. Planté muchas semillas en mis años de juventud. Por la gracia de Dios y el consejo y la sabiduría de padres piadosos, planté muchas buenas semillas.
Y no vi los resultados de algunos de ellos, hasta años más recientes. Pero también planté algunas malas semillas, y ahora estoy batallando con algunas de las consecuencias. A mis cincuenta y tantos estoy cosechando esa siembra.
En su mayor parte, es una cosecha gozosa. Agradezco al Señor por algunas de las decisiones que hice, porque mis padres me hicieron hacer esas elecciones. Durante mis años de crianza, mi mamá y yo peleabamos por el desorden en mi habitación, porque la mantuviera en orden. No quiero que piensen que ella era una fanática al respecto, pero es que yo era (ahora que miro atrás) ¡muy floja y descuidada! Ahora que recuerdo lo terrible que era, ni siquiera sé cómo encontraba mi cama. No lograba entender la importancia que ella le daba a que yo recogiera mi cuarto, como si hubiera sido algo por lo que el Centro de Control de Enfermedades debiera preocuparse.
Ahora entiendo que eso tiene que ver con el orden, con reflejar el carácter de Dios, el corazón de Dios que es excelente, con los caminos de Dios que son excelentes. Entiendo que tiene implicaciones en otras partes de mi vida, pero esa simple disciplina era tan importante. No fue sino hasta que me convertí en una mujer madura que comencé a desarrollar algunas disciplinas sabias que pude haber desarrollado muchos años antes, si hubiera sido receptiva al consejo de mi madre.
Mi papá solía decirlo de esta manera: «Este asunto de los hábitos y las decisiones y las cosas pequeñas, eres aquello en lo que te has estado convirtiendo. Eres hoy la suma total de aquello en lo que te has estado convirtiendo. Y cuando llegues al final del camino serás aquello en lo que ahora te estás convirtiendo».
Así que, toma consejo de una mujer mayor. Y a aquellas de ustedes que son más jóvenes, quisiera rogarles, que por favor hagan elecciones sabias ahora. Y si estás diciendo, «ya soy mayor. Ya tomé malas decisiones». Para eso es que está la gracia. Te arrepientes. Lo confiesas. Obtienes la gracia de Dios, y vuelves a empezar.
Por el poder del Espíritu Santo, cada uno de esos malos hábitos puede romperse. De eso es que se trata la cruz. De eso se trata el evangelio. De eso se trata la gracia de Dios, de hacernos nuevas criaturas.
Pero cuánto mejor es escuchar el consejo, tomarlo y recibirlo y permitir que impacte tu vida como una mujer joven.
Carmen:
Las cosas pequeñas importan.
Confía y obedece.
Nancy DeMoss de Wolgemuth aprendió estos principios de su padre, y ha estado reflexionando sobre esto, junto a nosotras. Este mensaje es parte de la serie llamada, «La instrucción de un padre».
En el programa anterior ella compartió los dos primeros principios. Si no lo has escuchado te animo a hacerlo. En AvivaNuestrosCorazones.com puedes escuchar, leer la transcripción o compartir los programas fácilmente.
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El consejo de personas piadosas es invaluable. Averigua por qué lo necesitas y cómo obtenerlo, mañana, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
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Agradecidas a Dios por un año más, juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
Ven a Mi Casa, Abel Zavala, Ven a Mi Casa, ℗ 2016 Abel Zavala. Canción usada con permiso.
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