Cómo cantar en tierra extranjera, día 5
Carmen Espaillat: ¿Has sentido como que el mundo se está derrumbando? ¿Como si el extremismo, el terrorismo y las disensiones nunca fueran a terminar? Escucha un recordatorio importante.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Este no es el final de la historia. Sí, estamos en una batalla. Sí, es una batalla cósmica. Pero sabemos el resultado. ¡Sabemos quien gana! Es por eso que cuando estamos en medio de esa batalla y sentimos que estamos atrapadas en el fuego cruzado, necesitamos mantener nuestros ojos en el final, en el resultado. Eso es lo que fortalecerá y alentará nuestros corazones.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Este es el último programa de la serie titulada, «Cómo cantar en tierra extranjera». Nancy nos ha estado mostrando cómo clamar al Señor cuando vivimos en un mundo que es cada vez más hostil al evangelio. …
Carmen Espaillat: ¿Has sentido como que el mundo se está derrumbando? ¿Como si el extremismo, el terrorismo y las disensiones nunca fueran a terminar? Escucha un recordatorio importante.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Este no es el final de la historia. Sí, estamos en una batalla. Sí, es una batalla cósmica. Pero sabemos el resultado. ¡Sabemos quien gana! Es por eso que cuando estamos en medio de esa batalla y sentimos que estamos atrapadas en el fuego cruzado, necesitamos mantener nuestros ojos en el final, en el resultado. Eso es lo que fortalecerá y alentará nuestros corazones.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Este es el último programa de la serie titulada, «Cómo cantar en tierra extranjera». Nancy nos ha estado mostrando cómo clamar al Señor cuando vivimos en un mundo que es cada vez más hostil al evangelio.
Nancy: Hemos estado hablando a lo largo de esta difícil serie sobre cómo cantar las canciones de Sión mientras aún vivimos en Babilonia. Es un pasaje difícil el que hemos estado viendo, el Salmo 137, pero espero que haga contigo lo que ha hecho conmigo, elevar mis ojos desde esta tierra (la ciudad del hombre) hacia la Jerusalén celestial, la Ciudad de Dios, y ver cuán sabio y soberano es nuestro Dios. Él tiene Sus planes. Él no ha abandonado este planeta. Él no está ajeno ni distante a la injusticia en este mundo. ¡Y un día este Dios que está redimiendo y haciendo todas las cosas nuevas, corregirá todos los males!
Entonces, volvamos a leer este salmo de lamentación, este salmo imprecatorio, donde se ha llamado a juicio. Hablemos hoy sobre el final, el resto de la historia. En los primeros cuatro versículos vimos al pueblo de Dios sufriendo en Babilonia, añorando a Sión.
«Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos y llorábamos, al acordarnos de Sión. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas.Pues allí los que nos habían llevado cautivos nos pedían canciones, y los que nos atormentaban nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos alguno de los cánticos de Sión.¿Cómo cantaremos la canción del Señor en tierra extranjera?» (Sal. 137: 1-4).
Y luego, los versículos 5 y 6, donde el pueblo de Dios se compromete, promete, nunca olvidar a Jerusalén.
«¡Si me olvido de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza! ¡Péguese mi lengua al paladar si no me acuerdo de ti! ¡si no enaltezco a Jerusalén sobre mi supremo gozo!»
Entonces, primero el salmista dice: «Señor, escudriña mi corazón, asegúrate de que tengo razón; asegúrate de que mi corazón está en el lugar correcto. Permíteme experimentar las consecuencias de mis pecados antes de pedirte que traigas las consecuencias a otras personas por sus pecados.
Y luego llegamos a esta última estrofa, versículos 7 al 9, donde el pueblo de Dios suplica, ora, por justicia, por venganza contra los enemigos de Dios y los enemigos del pueblo de Dios.
«Recuerda, oh Señor, contra los hijos de Edom el día de Jerusalén, quienes dijeron: Arrasadla, arrasadla hasta sus cimientos.
Oh hija de Babilonia, (donde estas personas habían pasado setenta años en cautiverio) la devastada, bienaventurado el que te devuelva el pago con que nos pagaste.
Bienaventurado será el que tome y estrelle tus pequeños contra la peña».
Y así vemos el destino de Babilonia, la ciudad del hombre, la ciudad terrenal de la que habló Agustín. La Babilonia literal estaba condenada a ser destruida, pero también lo es la Babilonia espiritual, la misteriosa Babilonia que veremos en Apocalipsis en un momento. El destructor iba a ser destruido.
Ahora bien, esto no es actuar como justiciero o en retribución. Este no es el pueblo de Dios tomando la ley en sus propias manos. Esto es pedirle a Dios una retribución justa. Quiero en esta sesión final de este último párrafo reflexionar sobre el juicio divino.
No hay puntos realmente numerados aquí, pero quiero solo que meditemos por un momento en todo este asunto del juicio divino, y luego veremos el final de la historia.
Primero, vemos que cosechamos lo que sembramos. Ese es un principio de la Palabra de Dios. Esto fue exactamente lo que Babilonia le hizo a Israel y a otras naciones. Ellos habían golpeado la cabeza de sus bebés contra las rocas. Y Dios dice: «¡Lo que has sembrado, cosecharás!». Es importante recordarlo cuando vemos que las personas parecen salirse con la suya con el pecado.
También es instructivo, creo, darse cuenta de que Dios trata con individuos y naciones en el juicio. Dios trata con grupos de personas. Dios a veces trata con familias, con líneas genealógicas y también con las naciones.
Tenemos un individualismo tal hoy en nuestra forma de pensar sobre el cristianismo y la cultura; pero a lo largo de las Escrituras se ve que Dios trata, por supuesto, con las personas como individuos, pero también se ocupa de las naciones. Las naciones que honran a Dios, Dios las honrará. Las naciones que desprecian a Dios, que lo desafían, que se rebelan contra Él, serán tratadas con juicio divino.
Si hablamos de que Dios juzga a una nación como Estados Unidos, o cualquier otra nación, eso no quiere decir que esa nación sea Israel. No es lo mismo. Pero Dios no solo se ocupó de Israel. Dios trató con los babilonios, los edomitas y otras naciones. Y Dios todavía está tratando con las naciones hoy. Necesitamos darnos cuenta de eso mientras oramos por nuestra nación, cualquiera que sea tu nación.
Y luego nos damos cuenta de que el juicio de Dios a veces, con frecuencia, se retrasa. No siempre viene de inmediato. Uno de los propósitos en eso es que Dios les está dando a las personas tiempo para arrepentirse, de modo que cuando llegue el juicio, nadie pueda decir: «Dios, no nos diste la oportunidad de arrepentirnos».
Los babilonios podrían haberse arrepentido, no lo hicieron, no quisieron, se negaron. Entonces el juicio de Dios puede retrasarse, pero vendrá. Es real. En algún momento, y solo Dios sabe cuándo, cuando la copa del pecado del hombre esté llena y se desborde, Dios sostendrá esa copa, su paciencia se agotará, y su juicio será definitivo. No habrá más oportunidad para el arrepentimiento.
Ahora, no escuchas mucho de este tipo de enseñanza hoy en día. No queremos escuchar acerca del juicio. Queremos escuchar sobre el amor, la misericordia, la gracia y la dulzura. Pero quiero decirte que la misericordia y la gracia de Dios no son preciosas si no te das cuenta de lo que Él te está salvando.
El juicio de Dios es real, y cuando sea el final no habrá más oportunidad para el arrepentimiento. Es por eso que la Palabra de Dios dice: «ahora es el día de la salvación». Arrepiéntete ahora, ya seas un individuo o una nación. ¡Arrepiéntete porque el juicio de Dios es real! Puede retrasarse, pero vendrá. El juicio de Dios será final.
Dios usa a los demás como instrumentos de juicio sobre los impíos, y como instrumentos para disciplinar a los piadosos. No puedes elegir el instrumento que Dios usará; Él determina eso.
Mientras he estado meditando sobre este punto del juicio divino, también me he dado cuenta de que no hay personas inocentes que hayan nacido en este planeta; ¡excepto Una! Su nombre es Jesús. Cada una de nosotras merece la ira y el juicio de Dios. Entonces no podemos simplemente señalar con el dedo a los babilonios. Siempre necesitamos decir: «Dios, ¿qué hay en mi corazón que necesite ser tratado?»
Ahora, aquellas personas que consideramos inocentes, es decir, los que están siendo oprimidos, aquellos que están siendo violados... llamémoslas personas «inocentes», pero quiero poner «inocentes» entre comillas.
Las personas «inocentes» pueden experimentar el juicio junto con aquellas que son más responsables. Los hijos de los malvados se ven afectados por los pecados de sus padres. Y también, gracias a Dios, los hijos de los justos se ven afectados por la piedad de sus padres.
La piedad de sus padres no puede salvarlos, pero puede proporcionar un refugio donde puedan encontrar fe en Cristo. Entonces, recuerda que nuestros pecados tienen consecuencias que impactan a las personas más allá de nosotras mismas.
Y luego, nos damos cuenta de que Dios será glorificado, y que Su pueblo será bendecido en el juicio de los impíos. Esto no es algo secundario en el plan de Dios. El juicio de Dios da gloria a Su santidad, a Su justicia, y a Su plan de salvación que Él ha dispuesto para que podamos escapar de Su ira. ¡El juicio de Dios pone en relieve Su santidad, Su bondad, Su fidelidad, Su misericordia y Su grandeza. Los pone en perspectiva.
Ahora, Babilonia en las Escrituras, como hemos dicho a lo largo de esta serie, es un tipo del sistema mundial anti Dios. Babilonia fue poderosa. Era rica, era popular, era el «todo», porque fueron muy poderosos.
Pero también se caracterizó por el orgullo, la avaricia y la inmoralidad sexual. Y Babilonia, literal o simbólicamente, atormenta a los seguidores de Dios. Este sistema anti Dios atormenta a aquellos que siguen al Cordero, quienes siguen a Cristo, y ese sistema mundial está respaldado por Satanás mismo. Tenemos una batalla cósmica ocurriendo aquí.
Entonces, hoy en día, a menudo parece que los poderes impíos están ganando. Y esos poderes anti Dios pueden ser naciones, gobiernos, vecinos o individuos que están decididos a socavar el gobierno de Dios y Su reinado en el mundo. O bien, pueden ser simplemente los enemigos de Dios que trabajan dentro de nuestros propios corazones. Esa actitud anti Dios: «Lo haré a mi manera». Esos enemigos de Dios a veces pueden encontrar un lugar donde acomodarse en nuestros propios corazones.
Dondequiera que se encuentren, los enemigos de Dios y de Su pueblo no tendrán la última palabra. Este no es el final de la historia. Sí, estamos en una batalla; sí, es una batalla cósmica. . . pero sabemos el resultado. ¡Sabemos quien ganará!
Es por eso que cuando estamos en medio de esa batalla, cuando sentimos que estamos atrapadas en el fuego cruzado, necesitamos mantener nuestros ojos en el desenlace, en el resultado. Eso es lo que fortalecerá y animará nuestros corazones cuando estemos en medio de la batalla.
Hemos estado hablando de dos ciudades. Por un lado la ciudad terrenal, la ciudad del hombre, Babilonia, si quieres. Luego está la ciudad de Dios, Sión, Jerusalén. Las Escrituras nos cuentan acerca del resultado de ambos sistemas mundiales, de ambas visiones del mundo, ambas ciudades, tienen una consecuencia.
Leemos acerca del resultado de ambas en los últimos capítulos de la Biblia, Apocalipsis 17-22. Solo quiero leer algunos extractos del capítulo 18 de Apocalipsis acerca del resultado final de la ciudad del hombre, la Babilonia espiritual y misteriosa.
Vimos en el Salmo 137, que Babilonia está condenada a ser destruida. Pero quiero que lean, conmigo, la historia de su demolición. ¡Es una historia increíble! Apocalipsis 18, versículo 1 (y voy a omitir un poco aquí, pero síganme si pueden):
«Después de esto vi a otro ángel descender del cielo, que tenía gran poder, y la tierra fue iluminada con su gloria. Y clamó con potente voz, diciendo: ¡Cayó, cayó la gran Babilonia!» (vv. 1-2).
¿No te suena esto como el Salmo 137? «¡Hija de Babilonia, condenada a ser destruida!»
«Y oí otra voz del cielo que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no participéis de sus pecados y para que no recibáis de sus plagas; porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades» (vv. 4-5).
Vimos esa palabra tres veces en el Salmo 137: «¡Recuerden!»
«Pagadle como ella ha pagado» (el mismo tema que hemos visto en este Salmo 137 imprecatorio, ahora en Apocalipsis 18). «Pagadle como ella ha pagado, y devolvedle doble según sus obras; en la copa que ella ha preparado, preparad el doble para ella.Cuanto ella se glorificó a sí misma y vivió sensualmente, así dadle tormento y duelo, porque dice en su corazón: “Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda y nunca veré duelo.” Por eso, en un solo día, vendrán sus plagas: muerte, duelo y hambre, y será quemada con fuego; porque el Señor Dios que la juzga es poderoso. Y los reyes de la tierra que cometieron actos de inmoralidad y vivieron sensualmente con ella, llorarán y se lamentarán por ella cuando vean el humo de su incendio, mirando de pie desde lejos por causa del temor de su tormento, y diciendo: “¡Ay, ay, la gran ciudad, Babilonia, la ciudad fuerte!, porque en una hora ha llegado tu juicio.” ...poderosa, Babilonia, porque en una sola (no día, sino en una sola) hora tu juicio ha llegado».
«Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan por ella, porque ya nadie compra sus mercaderías. . . Los mercaderes de estas cosas que se enriquecieron a costa de ella, se pararán lejos a causa del temor de su tormento, llorando y lamentándose,diciendo: “¡Ay, ay, la gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, púrpura y escarlata, y adornada de oro, piedras preciosas y perla!,porque en una hora ha sido arrasada tanta riqueza.” Y todos los capitanes, pasajeros y marineros, y todos los que viven del mar, se pararon a lo lejos, y al ver el humo de su incendio gritaban, diciendo: “¿Qué ciudad es semejante a la gran ciudad?” Y echaron polvo sobre sus cabezas, y gritaban, llorando y lamentándose, diciendo: “¡Ay, ay, la gran ciudad en la cual todos los que tenían naves en el mar se enriquecieron a costa de sus riquezas!, porque en una hora ha sido asolada.” Regocíjate sobre ella, cielo...» (vv. 6, 8-11, 15-20).
Ahora es un tono completamente diferente, ¿no crees? Tenemos a los mercaderes y a la gente de la tierra lamentando la perdición y la destrucción de Babilonia. ¿Por qué? Porque con esto se fue toda su riqueza. Pero aquí vemos una perspectiva completamente diferente, la perspectiva de la ciudad celestial.
«Regocíjate sobre ella, cielo, y también vosotros, santos, apóstoles y profetas, porque Dios ha pronunciado juicio por vosotros contra ella.Entonces un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó al mar, diciendo: Así será derribada con violencia Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada. . . Y en ella fue hallada la sangre de los profetas, de los santos y de todos los que habían sido muertos sobre la tierra» (vv. 20-21, 24).
Fuego, tormento, llanto, luto, destrucción, devastación, riquezas, honor, respeto, ¡ya no más! Y nos sentamos aquí en casa a hablar de «¿qué se puede hacer con ISIS?» La gente dice: «Tomará años erradicar este islamismo extremo que parece apoderarse del mundo».
Y Dios dice: «Cuando Yo esté listo, ¡puedo hacerlo en un día! No, no me toma un día; ¡Puedo hacerlo en una hora!» Ahora, no anhelamos la destrucción, el juicio, la perdición de los malvados. Anhelamos primero su arrepentimiento. . . para que Dios tenga misericordia de ellos así como Él tuvo misericordia de nosotras. Pero tenemos que reconocer y tenemos que explicar sin disculpas que llegará el día del pago. Y no es solo para personas como Babilonia, que golpean la cabeza de los bebés contra las peñas; no es solo para personas como ISIS. Es para cualquier persona, cualquier nación, cualquier grupo que diga: «No tendremos a Dios reinando sobre nosotros», «no queremos que Dios reine sobre nosotros».
¿Y sabes qué? Algunas de esas personas están sentadas en la iglesia el domingo por la mañana. Son fariseos. Dicen: «Haremos nuestro propio camino al cielo; pasaremos por nuestra propia justicia».
Y Dios dice: «No. ¡En un día, en una hora, todo habrá terminado!» Y no habrá más oportunidad para el arrepentimiento.
No hay poder, ni nación, ni fuerza, ni institución, ni sistema humano, ni gobernante, ni una persona tan grande que Dios no pueda derribarla en un momento si así lo desea. Y si queremos cantar las canciones de Sión mientras vivimos en Babilonia, esto es lo que debemos recordar. Esto es lo que debemos tener en cuenta.
Porque de lo contrario, al ver lo que sucede a nuestro alrededor, estaremos tan deprimidas, tan desalentadas, tan desanimadas y tan temerosas que solo querremos ir a sentarnos en una pequeña cueva en alguna parte o encerrarnos del mundo, esperando que podamos llegar hasta el rapto.
Escuchen, amigas, este no es tiempo de temer, excepto por el temor al Señor. Este no es el momento de agacharse y solo esperar que todo termine. Piensas, si me voy a dormir y despierto, tal vez todo esto haya pasado. Es una pesadilla, ¡lo que está sucediendo en gran parte de nuestro mundo!
No cierres los ojos. ¡Abre los ojos, álzalos al cielo y date cuenta de quién reina! Los babilonios no reinan; ISIS no reina; tu orgulloso corazón no reina, ¡Jesús reina! Es por eso que debemos mantener nuestros ojos en el final de la historia. Para que mientras todavía estemos aquí, antes de que experimentemos el final de la historia, podamos seguir cantando las canciones de Sión incluso cuando aún estemos en Babilonia. Esa es la gran imagen. Esa es la gran historia y lo olvidamos tan fácilmente.
Aquellos que aman a Cristo, aquellos que siguen a Cristo no son ciudadanos de esta tierra, son ciudadanos de Sión. Ese es nuestro hogar definitivo. Pero por ahora, vivimos en Babilonia, la ciudad del hombre, la ciudad terrenal, como la llamaba Agustín. Todavía tendremos que lidiar con Babilonia –todos los días de nuestra vida– los enemigos de Dios, tanto externos como internos, la maldad dentro y fuera. ¡Pero llegará el día en que ya no habrá más enemigos con los que lidiar!
No habrá más maldad, ni más opresión, ni más violencia, ni más cabezas de bebés aplastadas contra las peñas, en el útero o en cualquier otro lugar. Por ahora parece que Babilonia está prosperando, victoriosa en todos los frentes, pero la prosperidad de Babilonia es efímera. No durará para siempre. Babilonia será destruida en un día, en una sola hora; toda su fama, todas sus riquezas, todo su poder, toda su crueldad, desaparecerán. No dejes que Babilonia tenga tu corazón. Babilonia puede parecer popular ahora, está de moda ser mundano. No dejes que la ciudad del hombre, la ciudad terrenal, robe tu corazón, tus afectos. Todo lo que ves mientras miras a tu alrededor que no es piadoso será destruido. ¿De qué lado quieres estar en ese gran día del juicio?
Es por eso que el profeta Zacarías dice (lo vemos varias veces en las Escrituras), «¡Ea, Sión, tú que moras con la hija de Babilonia, escápate!» (Zacarías 2:7). Nos está hablando a nosotras. «¡Huye hacia Cristo! Cambia tu ciudadanía. No te quedes como miembro de la comunidad, la ciudad, la cultura de Babilonia. Huye hacia el Dios de Sión; huye hacia Cristo, que es el Salvador del mundo».
Aquí está el resto de la historia: leemos sobre la ruina, la condenación, la destrucción de Babilonia. Aquí está mi parte favorita de la historia:
«Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado» (Apoc. 21:1-4).
Así que por ahora nos sentamos junto a las aguas de Babilonia, lamentándonos, afligidas por la pérdida, el dolor, la devastación causada en este mundo y en nuestras vidas por el pecado. Estamos anhelando a Sión, anhelamos estar en casa en la presencia de Dios. Pero mientras lo hacemos, recordamos ese día en que ya no habrá más dolor, no habrá más llanto, no habrá más lágrimas. «El llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría» (Sal. 30:5). Y en esa mañana brillante e interminable, el cielo vendrá a la tierra. El pueblo de Dios estará siempre en casa en la ciudad de Dios.
«Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas» (Apoc. 21:5).
Carmen: Hoy Nancy DeMoss de Wolgemuth nos ha hecho el favor de abrir la última página de la historia de nuestras vidas y de toda la historia. Sin importar cuántos giros dé tu vida y cuántos obstáculos tengas que enfrentar, si conoces a Cristo como tu Salvador, puedes estar segura de que pasarás una eternidad de gozo junto a Él.
Este programa concluye la serie titulada, «Cómo cantar en tierra extranjera». Algo que puedes hacer cuando pareciera que vives en un mundo cada vez más hostil a la verdad de la Biblia es orar. En nuestro sitio web AvivaNuestrosCorazones.com, puedes encontrar recursos que te ayudarán a crecer en tu vida de oración. Allí también puedes encontrar todos los programas de esta serie y descargarlos, leerlos o compartirlos.
¿Qué talentos les ha dado Dios a tus hijos? Estos talentos pueden ser desplegados para la gloria de Dios. Aprende cómo desarrollar los talentos de tus hijos, a la vez que les das una visión por el reino de Dios. Esto será en una nueva serie, a partir de mañana, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Cantando en tierra extranjera juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
Por encima del sol, Jonathan & Sarah Jerez, Periscopio ℗ 2017 Jonathan & Sarah Jerez. Canción usada con permiso.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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