Día 84 | 1 Samuel 17 – 18
Hoy leemos una de las historias más conocidas de la Biblia: la historia de David y Goliat. Saúl y el pueblo de Israel continuaban su lucha contra los filisteos y estaban acobardados ante las intimidaciones de Goliat, «se turbaron y tuvieron gran miedo» (v. 17:11 RV60). Nadie se atrevía a enfrentarse a Goliat. Mientras esto ocurría, David viene a traer provisiones para sus hermanos, se apercibe de lo que ocurre y responde en fe: «...quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?» (v. 17:26).
1. Nuestra fe y confianza en Dios en ocasiones provoca celos y/o burlas en otros. Lo vimos con José y sus hermanos y de nuevo lo vemos aquí. En lugar de ser inspirados y motivados por su fe, los hermanos de David lo acusan de ser soberbio y malicioso (v. 17:29).
- ¿Alguna vez has sido ridiculizada por tomar decisiones …
Hoy leemos una de las historias más conocidas de la Biblia: la historia de David y Goliat. Saúl y el pueblo de Israel continuaban su lucha contra los filisteos y estaban acobardados ante las intimidaciones de Goliat, «se turbaron y tuvieron gran miedo» (v. 17:11 RV60). Nadie se atrevía a enfrentarse a Goliat. Mientras esto ocurría, David viene a traer provisiones para sus hermanos, se apercibe de lo que ocurre y responde en fe: «...quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?» (v. 17:26).
1. Nuestra fe y confianza en Dios en ocasiones provoca celos y/o burlas en otros. Lo vimos con José y sus hermanos y de nuevo lo vemos aquí. En lugar de ser inspirados y motivados por su fe, los hermanos de David lo acusan de ser soberbio y malicioso (v. 17:29).
- ¿Alguna vez has sido ridiculizada por tomar decisiones «riesgosas» por creerle a Dios?
2. La cobardía de Saúl.
Siendo David un jovenzuelo que tenía tan solo una lanza y unas pequeñas piedras pone de manifiesto el temor y cobardía de Saúl, quien junto con todos sus hombres y armas estaban intimidados y paralizados.
- En cual te ves reflejada, ¿en la falta de acción de los Israelitas o en el acto de fe de David?
3. Muchas veces hablamos de la fe y valentía de David y eso está bien. Pero la realidad es que nosotros somos más parecidos al pueblo de Israel, atemorizado ante los obstáculos y ante los enemigos. Pero tenemos uno mejor que David, Jesucristo, quien es nuestro Capitán y quien lucha por nosotros.
«... para que toda esta asamblea sepa que el Señor no libra ni con espada ni con lanza; porque la batalla es del Señor y Él los entregará a ustedes en nuestras manos». –v. 17:47
David no confía en sus propios recursos, fuerzas o habilidades, sino en Su Dios. David le comunicó a Goliat que su guerra no era en primera instancia contra David, o contra el pueblo de Israel, sino contra el mismo Jehová de los Ejércitos (v. 17:45).
4. David y Jonatán.
Quizás al ver su valentía Jonatán se sintió conectado a David (¿recuerdas como Jonatán se lanzó a luchar contra los amalecitas con su ayudante, creyéndole a Dios?) e hicieron una amistad muy profunda y genuina. Me reta e inspira el desprendimiento de Jonatan que siendo el hijo del Rey Saúl, cedió a David su posición, como si entendiera que Dios había llamado a David como sucesor de su padre: «Entonces Jonatán hizo un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo. Jonatán se quitó el manto que llevaba puesto y se lo dio a David con sus ropas militares, incluyendo su espada, su arco y su cinturón» (vv. 18:3-4).
- ¿Alguna vez te has visto en una situación similar a la de Jonatan donde debes reconocer que Dios ha llamado a otro sobre ti? ¿Cómo respondiste?
5. Los celos de Saúl.
Sospecha. Temor. Celos. Envidia. Odio. David fue ganando reputación entre el pueblo por sus batallas victoriosas y su comportamiento prudente, y Saúl se fue amargando, al punto de manipularlo para matarlo (vv. 18:17-29). Saúl estaba inseguro de su autoridad, temeroso de David al ver cómo Dios estaba con él (vv.18:12-15). La ira lo llevó a actuar con orgullo, mientras David siempre respondía humildemente, y la mano del Señor estaba con él.
«Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes». –Santiago 4:6
Cuando ves a Dios usando a otra persona, ¿te invaden los celos? ¿Se amarga tu espíritu? La comparación es un pecado. Los celos perturban el espíritu de quien los padece. Ora por esas personas que producen celos en ti, espera en Dios y confía en que Él cumplirá Sus propósitos con tu vida (Sal 138:8). Glorificalo con lo que Él te ha dado y quita el foco de sobre ti misma.
«Cuando mi corazón se llenó de amargura, y en mi interior sentía punzadas, entonces era yo torpe y sin entendimiento; era como una bestia delante de Ti». –Salmos 73:21-22 (NBLA)
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