Día 358 | I Juan
Al leer esta carta vemos que fue escrita de manera anónima, pero con el estilo de Juan. No hubo duda en la iglesia de que su autor fue el «discípulo amado», uno de los hijos de Zebedeo.
Podemos ver que es la carta del amor y su discurso nos recuerda las palabras de Jesús en el Aposento alto (Juan 17). El amor es uno de los énfasis de Juan mencionando más de 20 veces esta palabra: amar a Dios, amar al hermano, amar la verdad y no amar al mundo. No amar a los ídolos sino al Dios verdadero. Y sobre todo, estos temas escritos de una manera pastoral con marcado amor hacia quienes leyeran esta carta.
Primero que nada Juan empieza por reconocer que Jesús es ese Dios anunciado desde el inicio, haciendo clara referencia a Génesis. Recuerda cuando vimos el evangelio de Juan, él menciona el Verbo, a …
Al leer esta carta vemos que fue escrita de manera anónima, pero con el estilo de Juan. No hubo duda en la iglesia de que su autor fue el «discípulo amado», uno de los hijos de Zebedeo.
Podemos ver que es la carta del amor y su discurso nos recuerda las palabras de Jesús en el Aposento alto (Juan 17). El amor es uno de los énfasis de Juan mencionando más de 20 veces esta palabra: amar a Dios, amar al hermano, amar la verdad y no amar al mundo. No amar a los ídolos sino al Dios verdadero. Y sobre todo, estos temas escritos de una manera pastoral con marcado amor hacia quienes leyeran esta carta.
Primero que nada Juan empieza por reconocer que Jesús es ese Dios anunciado desde el inicio, haciendo clara referencia a Génesis. Recuerda cuando vimos el evangelio de Juan, él menciona el Verbo, a Jesús, quien estaba en el principio, antes que todo fuera, siendo el creador de todo, y que vino en carne o físicamente; y estuvo con nosotros.
Veamos los temas en que se centra esta carta:
- Dios es luz, y no hay tinieblas en Él (1:5).
- Necesito vivir en la verdad y practicarla por la nueva vida que tengo en Él.
- Negar mi pecado es engañarme y hacer a Dios mentiroso.
- Dios me invita a confesar mi pecado para ser limpiada de toda mi maldad. Teniendo esta seguridad: No hay ningún pecado que sea tan grande que Jesús no pueda perdonarlo (1:9).
- Jesús es mi abogado ante Dios.
Una carta con contrastes
En esta carta Juan menciona varios contrastes para que podamos entender mejor:
- Dios es luz y no hay tinieblas en Él (1:5).
- El que ama a Dios no puede amar el mundo (2:15).
- El que ama a Dios no puede aborrecer a su hermano (2:9).
- Porque conocemos la verdad, no podemos vivir en mentiras (2:21).
- Si no practicamos la justicia, no somos hijos de Dios (3:10).
Juan no está dando un nuevo mandato, sino que vuelve a repetirnos que debemos amar al Señor nuestro Dios con toda la mente y corazón como el primer gran mandamiento, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Estas fueron las palabras de Jesús (Mt. 26:37-39).
Ahora, el motivo de Juan de escribir esta carta es porque algunos se habían levantado contra los creyentes, habiendo antes formado parte de la iglesia. Habían salido de ellos, pero estas personas ya no reconocían a Jesús como el Hijo de Dios, esto provocó conflictos entre los creyentes. Por eso el énfasis de Juan en que ellos deben permanecer en la verdad 2:18-23.
Juan deseaba que, sin importar sus comentarios, ellos permanecieran firmes en su fe.
- Quizás te has visto como Juan en medio de personas que han salido de tu congregación y luego manifiestan no creer. Por un tiempo ellos al estar en medio de la luz de la Palabra, parecían andar conforme a la verdad. Pero su corazón no fue transformado, solo iluminado por la verdad. Recuerda que su Palabra es lámpara a nuestros caminos (Sal. 119:105) y exponerte a ella trae sabiduría y luz. Pero no siempre el corazón es transformado. Ora por ellos y que esa Palabra sembrada en su corazón de fruto de arrepentimiento. Muestra el amor que los hijos de Dios deben mostrar extendiendo gracia.
- Oro por poder ver mi pecado como Dios lo ve, y no ser mentirosa al creer que no he pecado. Mi corazón es capaz de hacer mucho más mal y pensar aún peor de lo que jamás imagino. Pero Dios puede darme la sensibilidad de ver mi maldad para correr a su cruz, no para yo castigarme. Cristo ya pagó por mi maldad.
- Debo amar a mi hermano sabiendo que él es perdonado por Dios, pero aún está como yo de este lado del cielo. Por lo tanto, muchas veces sufriré por palabras, acciones o intenciones pecaminosas de otros, pero el mismo Dios que me perdona es el que perdona a mi hermano.
Juan, como un anciano, con amor paternal les escribió a los padres y a los más jóvenes, recordándoles en Quién habían creído y el poder de su Palabra en el creyente. Esas palabras son para nosotros hoy. Hemos creído en el Verdadero y Él ha vencido al maligno.
Les habla del espíritu del anticristo que se mostrará en muchos hombres malos hasta que el verdadero Anticristo se manifieste al mundo. Debemos conocer la verdad, atesorarla y estar arraigados en ella, recordando que tenemos la unción del Santo. Su Espíritu mora en nosotras y nos guía a toda la verdad. Nos anhela celosamente y nos llevará a Cristo. Ese Espíritu es nuestro sello por lo tanto no tenemos nada que temer. ¡Estamos del lado del Vencedor!
Esto era importante por la situación que vivían estos hermanos, y ellos necesitaban como nosotros ser afirmados en la verdad ante las pruebas. Recordemos que seremos transformadas como Él aunque ahora nos parezca lejano, vivimos por fe y no por vista, purificándonos porque Él es puro (3:3).
- ¿Esta mi vida marcada por vivir en esperanza y caminar en santidad?
- ¿Esto me lleva a preguntarme si vivo por sus promesas o solamente por lo que veo?
- ¿Está mi vida marcada por el amor al prójimo? ¿Amo a los que Dios me ha dado como mi familia aún cuando son tan diferentes a mí, o cuando rechazan la verdad? Nuestra familia es el regalo de Dios para nosotros y Él ha puesto a cada miembro como alguien imprescindible para ella y para mi vida.
- ¿Me extiendo a cubrir sus necesidades o solo les digo palabras de aliento? El amor verdadero cubre al otro, lo alimenta, lo viste, lo abraza. Eso ha hecho nuestro Dios con nosotros.
Juan nos habla del amor de Dios. La confianza que tenemos en Él y como ese verdadero amor echa fuera el temor. Tememos ante lo que es desconocido o lo que imaginamos terrible, pero cuando confiamos en que estamos en sus manos, cuando recordamos que Dios ha dado a Su Hijo por nosotras, y que su amor nos ha librado del juicio; entonces el amor se sobrepone al temor. ¡Fíjate que no es la valentía la que vence al temor, sino el amor de Dios! La confianza en su carácter y su amor por ti. Él te lleva grabada en las palmas de sus manos (Is. 49:16). ¿Puede haber algo más hermoso que esto?
El cierre de esta carta es con la promesa de que Dios nos escucha al orar. El Dios que creó los cielos y todo lo que existe, está atento a nuestra voz (Dt. 4:8).
Él nos guarda del maligno, pero Juan termina pidiéndonos que nosotros nos guardemos de los ídolos. Porque nuestro corazón es una fábrica de ídolos como decía Calvino. Podemos crear en nuestra mente un concepto o idea de Dios que no es como Él se ha revelado en su Palabra. Podemos adorar lo que Él nos da en lugar de Dios mismo, y podemos amar este mundo que nos atrae tanto.
Guarda tu corazón con su Palabra.
«¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra». –Salmos 119:9
¿Cómo ha hablado Dios a tu vida con esta carta? ¿Cuál porción es la que más llama tu atención?
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación