Día 355 | Santiago
Santiago, uno de los hermanos de Jesús y líder de la iglesia de Jerusalén escribe esta carta para animar a hermanos que estaban pasando por sufrimiento y mostrarles cómo debe lucir la obra de una fe genuina en sus vidas; como debe lucir un cristiano maduro. Como hemos visto antes, no se trata de entendimiento intelectual ni de conocer una serie de doctrinas, se trata más bien de frutos de justicia que se producen en una persona que ha sido regenerada. El verdadero cristianismo produce frutos de piedad, y esos frutos deben ser evidentes en nuestras vidas.
La fe genuina debe transformarnos
Las obras no nos salvan, pero ponen en evidencia la salvación que hemos recibido; prueban la autenticidad de nuestra fe. Algunos de estos frutos son prácticos y muy evidentes en la forma como vivimos las diversas circunstancias de la vida, y en nuestras relaciones con los demás:
- La …
Santiago, uno de los hermanos de Jesús y líder de la iglesia de Jerusalén escribe esta carta para animar a hermanos que estaban pasando por sufrimiento y mostrarles cómo debe lucir la obra de una fe genuina en sus vidas; como debe lucir un cristiano maduro. Como hemos visto antes, no se trata de entendimiento intelectual ni de conocer una serie de doctrinas, se trata más bien de frutos de justicia que se producen en una persona que ha sido regenerada. El verdadero cristianismo produce frutos de piedad, y esos frutos deben ser evidentes en nuestras vidas.
La fe genuina debe transformarnos
Las obras no nos salvan, pero ponen en evidencia la salvación que hemos recibido; prueban la autenticidad de nuestra fe. Algunos de estos frutos son prácticos y muy evidentes en la forma como vivimos las diversas circunstancias de la vida, y en nuestras relaciones con los demás:
- La fe produce paciencia bajo el sufrimiento. A veces sufrimos por pruebas externas, otras veces por caer en las tentaciones que nos seducen. Dios usa los sufrimientos para perfeccionarnos.
- La verdadera fe nos motiva a resistir las tentaciones y someternos al control de Dios, mostrando así nuestro amor por Él.
- La fe hace que no pongamos nuestra esperanza o nuestra identidad en nuestra condición de ricos o pobres.
- La fe verdadera reconoce a Dios como la fuente de toda bendición.
- La fe nos lleva a la obediencia. La Palabra tiene la capacidad de salvarnos y de santificarnos, pero debemos obedecerla; no basta con oírla o conocerla, debemos ponerla en práctica.
- La verdadera fe es imparcial hacia todos, compasiva y llena de amor por los vulnerables (pobres, huérfanos y viudas). No debemos mostrar favoritismos, racismo, ni juzgar, sino actuar con misericordia hacia todos.
- La verdadera fe es práctica; ayuda a los demás en hecho y en verdad. La fe sin obras es fútil; está muerta.
- La fe nos lleva a usar nuestra lengua con sabiduría y para edificación, no para destrucción. La ley del amor debe regir nuestras interacciones con los demás.
- La verdadera fe tiene las pasiones de la carne bajo control. Nos debe llevar a la mansedumbre y la humildad, no a la arrogancia. Nos lleva a pedir a Dios lo que nos conviene.
- La verdadera fe nos debe llevar a tener relaciones pacíficas y a evitar los conflictos y el juicio de los demás, mientras nos acercamos a Dios y purificamos nuestros corazones con Su palabra.
- La verdadera fe nos debe llevar a no ser jactanciosos o arrogantes, sino a depender totalmente de Dios y de Su providencia.
- La verdadera fe nos debe motivar a hacer lo correcto, a no pecar de omisión.
La paciencia o perseverancia es necesaria para la vida cristiana; necesitamos ser pacientes con las debilidades de los demás, con nuestras propias luchas, en medio de las pruebas, etc. Dios nos asiste dándonos la sabiduría, la gracia y la fortaleza que necesitamos. Santiago nos anima recordándonos que ya falta poco para Su regreso. Mientras tanto, estamos llamadas a poner nuestra fe por obra, a creer Sus promesas, a orar unos por otros, a cuidar y velar unos por otros; a confesar nuestros pecados unos a otros. La comunidad de fe debe ser un lugar de gracia, humildad, perdón y restauración.
Esta carta me reta a poner mi fe en acción. La fe debe equiparnos para perseverar en el sufrimiento, para amar a todos sin parcialidad, para hablar y vivir sabiamente, para someternos a Dios y a otros mientras esperamos pacientemente Su regreso. ¡Dios nos asiste hermanas y nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3)!
- ¿De qué forma has sido retada? ¿Qué áreas de tu vida necesitan madurar?
- ¿Qué áreas de tu vida manifiestan una fe muerta?
- ¿Cuáles manifiestan una fe viva y vibrante?
- ¿Qué cambios necesitas hacer?
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