Día 332 | I Corintios 1 – 4
Hoy iniciamos la primera carta a los Corintios, una carta que escribió Pablo durante su segundo viaje misionero en respuesta a algunos asuntos y divisiones que surgieron en aquella iglesia que había sido fundada alrededor del año 50 d.C. Él había ministrado allí por año y medio, y es posible que haya escrito esta carta durante su tiempo en Éfeso, alrededor del año 54 d.C.
En estos primeros cuatro capítulos vemos a Pablo argumentando acerca de lo que es la verdadera sabiduría. Estos hermanos en Corintios eran un poco inmaduros y estaban enorgullecidos por sus dones y su sabiduría humana, y en adición a esto estaban discutiendo entre ellos acerca de quién era el mejor predicador o el más sabio. Unos alegaban seguir a Pablo, otros a Apolo, otros a Cefas y otro a Cristo. Entre ellos había orgullo, celos, contiendas, etc.
Pablo les instruye acerca de la verdadera sabiduría. …
Hoy iniciamos la primera carta a los Corintios, una carta que escribió Pablo durante su segundo viaje misionero en respuesta a algunos asuntos y divisiones que surgieron en aquella iglesia que había sido fundada alrededor del año 50 d.C. Él había ministrado allí por año y medio, y es posible que haya escrito esta carta durante su tiempo en Éfeso, alrededor del año 54 d.C.
En estos primeros cuatro capítulos vemos a Pablo argumentando acerca de lo que es la verdadera sabiduría. Estos hermanos en Corintios eran un poco inmaduros y estaban enorgullecidos por sus dones y su sabiduría humana, y en adición a esto estaban discutiendo entre ellos acerca de quién era el mejor predicador o el más sabio. Unos alegaban seguir a Pablo, otros a Apolo, otros a Cefas y otro a Cristo. Entre ellos había orgullo, celos, contiendas, etc.
Pablo les instruye acerca de la verdadera sabiduría. Es interesante que siendo el único del grupo que había sido llamado por Dios como apóstol, argumenta con ellos jactándose en sus debilidades, poniéndose por debajo de todos. En medio de todos los dones y la elocuencia desplegada por los Corintios, en esta carta Pablo repite una y otra vez: «yo no soy elocuente… solo he dependido del poder de Dios… Dios ha escogido lo vil y lo despreciado para que nadie se jacte… somos necios, débiles…» Lejos de colocarse por encima de ellos, Pablo les comunicaba que no se trataba de los dones, ni de la gloria o sabiduría de los hombres, sino del poder de Dios.
Algunas doctrinas, conceptos y exhortaciones importantes que encontramos en estos cuatro capítulos:
- Pablo inicia presentándose como «apóstol», no por llamamiento propio, sino por la voluntad de Dios.
- Es Dios quien nos llama y nos encomienda.
- Pablo dirigió esta carta «a la iglesia de Dios que está en Corinto», e inmediatamente específica quienes la componen: «los que han sido santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que en cualquier parte invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo». Es decir, la iglesia (tanto local como universal) está compuesta de creyentes en Cristo que tienen comunión entre sí.
- Me pregunto si tenemos hoy este concepto de la iglesia. Muchos consideramos a los visitantes como parte de la iglesia local, pero realmente la iglesia es exclusiva para los hijos de Dios, los que han sido regenerados, los que se han arrepentido de sus pecados y han puesto su fe en la obra de Jesucristo.
- Antes de exhortarlos, y a pesar de todas las debilidades que Pablo conocía de esta iglesia, él inicia la carta dando gracias a Dios por ellos, reconociendo la abundante gracia que habían recibido de Dios; por el conocimiento y los dones que habían sido repartidos entre ellos tan liberalmente (vv. 1:4-7).
- Siempre es importante reconocer la obra de gracia en otros, aún no hayan llegado a la madurez. Todos estamos en diferentes etapas de santificación y todos somos una obra en proceso; ninguna ha sido terminada aún. Debemos extendernos gracia unos a otros.
- Aun luchemos con nuestras debilidades, si somos del Señor Él va a terminar la obra que comenzó (ver Fil 1:16), y seremos hallados irreprensibles a Su regreso. Pablo sabía las debilidades y problemas de esta iglesia, sin embargo les recuerda la fidelidad de Dios, que Él mismo los confirmaría en el día final (vv. 1:8-9).
- Al final esta iglesia sería hallada irreprensible por la obra de Cristo. Tu también si estás en Él.
- El orgullo, la arrogancia, los celos y las rivalidades son el campo de cultivo para la desunión y las divisiones.
«¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que muestre por su buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tienen celos amargos y ambición personal en su corazón, no sean arrogantes y mientan así contra la verdad. Esta sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica. Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala». –Santiago 3:13-16
- Cuando nos consideramos superiores a otros y tenemos ambición personal esto provoca división.
- Nadie llega al verdadero conocimiento salvífico de Dios a través de argumentos humanos. Dios salva soberanamente a través de la «necedad» del evangelio (vv. 1:18-25) para mostrar que se trata de Su obra y no del poder de convencimiento, sabiduría o elocuencia humana. Dios es el que obra en el corazón y la mente de los hombres.
- El llamado de Dios no tiene nada que ver con tus logros intelectuales, académicos o con tu gran sabiduría o estatus social. Dios es soberano y llama por Su gracia a quien Él quiere.
- Para predicar el evangelio no hay que ser un orador elocuente. Pablo no fue a los corintios con palabras persuasivas o argumentos humanos, ni «con superioridad de palabra o de sabiduría», sino simplemente predicando a Cristo y este crucificado. Él no descansaba en sus palabras o en su elocuencia, sino en el poder del Espíritu para salvar y transformar vidas. «El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder» (v. 3:20).
- Los hijos de Dios tienen sabiduría divina, no descansan en sabiduría terrenal o humana. Ven todo a través de lentes espirituales. El Espíritu Santo revela las profundidades de Dios. Es por esto que el hombre no regenerado no puede entender las cosas espirituales porque solamente se disciernen espiritualmente (vv. 2:6-16). Pablo alega que estos hermanos en Corinto no estaban viendo las cosas como personas espirituales, sino como personas carnales. El pecado es lo que nos impide ver claramente las cosas espirituales, y ellos estaban siendo dominados por el orgullo y las pasiones de la carne.
- No podremos crecer y madurar si solo consumimos leche. La edad espiritual o los años en el evangelio muchas veces no se corresponden con la madurez espiritual precisamente por esto. Crecemos y maduramos aprendiendo de la sabiduría de Dios, enseñados por el Espíritu Santo y ejercitándonos para la piedad.
- Cristo es uno solo y Él tiene muchos siervos colaborando en Su obra. Unos siembran, otros riegan y el que da el crecimiento es Dios. Todos están llamados a servir fielmente sobre el fundamento de Jesucristo. El fuego y el tiempo probará la obra de cada cual.
- Como seres humanos no debemos jactarnos de nosotros ni de nadie; solo en Cristo. Cristo no estaba dividido y ellos no debían estarlo tampoco (v. 1:13). En él lo tenemos todo y todos somos Suyos (vv. 3:21-23). No hay lugar para la competencia y la comparación. No hay lugar para la gloria humana. Cuando tomamos crédito de la obra de Dios le estamos robando la gloria que pertenece solo a Él.
- La sabiduría de Dios, lejos de enorgullecernos, nos debe llevar a reconocer nuestra gran ignorancia. «Si alguien se cree sabio según este mundo, hágase necio a fin de llegar a ser sabio» (v.3:18). Si alguien quiere realmente llamarse sabio debe reconocer que no sabe nada. Dios se ríe de la sabiduría de los hombres. El más erudito y orgulloso es un necio para Dios. ¡El hombre o mujer más dotado que no teme a Dios es un tonto!
- Solo Dios es el juez. A Él servimos, y de Él debe venir nuestra aprobación y alabanza, no de los hombres. Y Dios no juzga conforme a las apariencias (como lo hace el hombre), sino conforme al corazón.
- «Sean imitadores míos», les exhortó Pablo a los corintios. Justo en los versículos anteriores les comentaba como ellos se habían hecho necios y débiles por amor a Cristo y a ellos; cómo habían pasado hambre, sed, maltratos, humillaciones, persecución, etc. Los apóstoles eran considerados «la basura del mundo, el desecho de todo» (vv. 4:9-16).
- Pablo exhortó a los corintios—y nos exhorta a nosotras hoy— a dejar el orgullo y arrogancia y reconocer nuestro lugar correcto delante de Dios: personas necesitadas de Su gracia y de Su poder; hombres y mujeres que necesitan abrazar y descansar en la sabiduría que solo proviene Dios.
Lecciones para la iglesia:
- La iglesia de Cristo debe ser una en Él. Él debe tener preeminencia en la iglesia, y no los hombres.
- Toda gloria debe ser suya y todos deben seguirlo a Él, poner sus ojos en Él, mientras tienen comunión unos con otros en amor.
- La iglesia no debe depender de la sabiduría humana o secular ni de filosofías o estrategias mundanas. La iglesia debe estar fundamentada en Cristo y en la sabiduría que encontramos en las Escrituras.
Personalízalo:
- ¿En algún área de tu vida descansas en tu sabiduría o en tus capacidades en lugar de descansar en el poder de Dios?
- ¿Te dejas impresionar por la sabiduría de los hombres más que por la sabiduría de Dios?
- ¿Dependes de tu sabiduría humana para explicar los misterios de la vida o para explicar el obrar de Dios?
- ¿Sigues a hombres o sigues a Cristo?
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