Día 315 | Hechos 6 – 7
Mientras la iglesia del primer siglo crecía, comenzaron a surgir los problemas. Lamentablemente, donde hay personas siempre habrá conflictos, murmuración, quejas y sectarismos. Los judíos helenistas (griegos) comenzaron a quejarse contra los judíos nativos, ya que los primeros sentían que sus viudas eran desatendidas. Los judíos nativos eran los encargados de las finanzas y seguramente los judíos griegos supusieron que descuidarían a sus viudas.
Dios se ocupa de las viudas
Desde el Antiguo Testamento leemos que Dios cuidaba de los vulnerables. Veremos ahora en la iglesia del primer siglo que las iglesias están llamadas a cuidar de las viudas. Ellas son importantes para Dios.
¿Eres viuda? No estás sola. Tienes un Dios que se preocupa y cuida de ti.
¿Conoces a alguna viuda? Te animo a llamarla o visitarla para traerle aliento y ayudarla en lo que puedas. Dios te recompensará.
Elección de diáconos o servidores
Desde los inicios de …
Mientras la iglesia del primer siglo crecía, comenzaron a surgir los problemas. Lamentablemente, donde hay personas siempre habrá conflictos, murmuración, quejas y sectarismos. Los judíos helenistas (griegos) comenzaron a quejarse contra los judíos nativos, ya que los primeros sentían que sus viudas eran desatendidas. Los judíos nativos eran los encargados de las finanzas y seguramente los judíos griegos supusieron que descuidarían a sus viudas.
Dios se ocupa de las viudas
Desde el Antiguo Testamento leemos que Dios cuidaba de los vulnerables. Veremos ahora en la iglesia del primer siglo que las iglesias están llamadas a cuidar de las viudas. Ellas son importantes para Dios.
¿Eres viuda? No estás sola. Tienes un Dios que se preocupa y cuida de ti.
¿Conoces a alguna viuda? Te animo a llamarla o visitarla para traerle aliento y ayudarla en lo que puedas. Dios te recompensará.
Elección de diáconos o servidores
Desde los inicios de la iglesia vemos que la obra de ministerio no solo recae sobre los pastores, sino que es llevada a cabo por muchas personas. La principal función de los pastores era la predicación y la oración, de manera que hacían falta otros servidores para llenar otras necesidades.
Los diáconos son servidores o siervos que Dios levanta dentro de una congregación para suplir las diversas necesidades. Ellos no gobiernan la iglesia, sino que cubren diversas funciones y áreas de servicio.
Algo interesante que vemos hoy son los requisitos necesarios para estos servidores. Aunque estas personas no estaban encargadas de la enseñanza, debían tener:
- Buena reputación.
- Debían estar llenos del Espíritu Santo y de sabiduría.
- Ser confiables.
Estos requisitos nos recuerdan que a los ojos de Dios no hay ministerio trivial. Cualquier servicio que hagamos a otros en su nombre tiene valor.
Nancy suele decir que nada nos hace lucir más como Jesús que cuando servimos.
«Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No lo es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, entre ustedes Yo soy como el que sirve». –Lucas 22:27
- Cuando estamos llenas del Espíritu no hay servicio demasiado pequeño. Veamos cada ministerio, por más insignificante que sea, como oportunidades para ser útiles en manos de Dios.
- ¿Eres un instrumento dispuesto en las manos de Dios?
«Muchos de nosotros estamos dispuestos a hacer grandes cosas para el Señor, pero pocos están dispuestos a hacer cosas pequeñas». –D.L. Moody.
Un patrón para el funcionamiento de la iglesia
Más adelante en la historia de la iglesia vemos este mismo patrón que vimos en Hechos 6. La iglesia del primer siglo debía cumplir con una serie de requisitos a la hora de establecer diáconos (ver 1 Tim 3:8-13). Esto llama mi atención a la luz de lo que vemos hoy en muchas iglesias, donde no se piden muchos requisitos para poner a alguien a servir.
Movidos por un deseo bien intencionado de involucrar a los visitantes, se pasa por alto la sabiduría de Dios y se ponen de lado los requisitos mínimos para el servicio. Pero en la narrativa de hoy leemos que la llenura del Espíritu Santo y la sabiduría era necesaria aun para servir mesas.
Otra cosa que observamos es que la congregación estuvo involucrada en el proceso de escoger a estos hombres. Los apóstoles pudieron haber designado a estas personas ellos mismos, pero pidieron a la congregación nominar un grupo de hombres que llenaran estas cualidades. La congregación eligió siete y los presentaron a los apóstoles. Ellos a su vez oraron para buscar la confirmación del Señor para encomendarles la obra.
Que maravilloso ver cómo Dios bendice la iglesia cuando hacemos las cosas a Su manera. Esta iglesia crecía continuamente, incluso atrayendo a sacerdotes judíos.
- Mirando nuestras iglesias hoy, ¿qué otras cosas podemos aprender de la iglesia primitiva a la luz de lo que hemos visto hasta aquí?
Esteban
Esteban era uno de los siete hombres escogidos para servir mesas. Era un hombre «lleno de fe y del Espíritu Santo». Hoy vemos que unos grupos se levantaron en su contra, levantando calumnias, alborotando al pueblo, a los ancianos y escribas. Obviamente ellos estaban llenos de celos por la sabiduría con la que Esteban hablaba, y por la gracia, el poder y las señales que hacía entre el pueblo. Estaban frustrados porque no sabían cómo debatir con él y por eso lo acusaban de blasfemia. Lo tratan de la misma forma como trataron a Jesús.
Cuando el sumo sacerdote enfrenta a Esteban, éste último hace un recuento de la historia del pueblo de Israel, desde el llamado de Dios a Abraham hasta la crucifixión de Cristo, para mostrar a los líderes judíos que a lo largo de la historia ellos siempre habían rechazado a Dios y a Sus profetas. Este es el sermón más largo que leemos en el libro de Hechos.
Quedó claro que este pueblo, al igual que habían hecho sus padres en el Antiguo Testamento, estaba resistiendo el Espíritu. Sus padres habían perseguido y matado profetas, eran «tercos e incircuncisos de corazón», y ahora habían matado al Mesías. Esteban los acusó de todas estas cosas y por supuesto ellos se sintieron muy ofendidos. Solo puedo imaginar la furia de estos líderes religiosos cuando él les confronta con estas cosas.
Pero Esteban no se retractó. Se entregó en los brazos de Dios, fijó sus ojos en el cielo, y simplemente oró por sus enemigos, al igual que hizo Jesús. Él «padeció como Jesús, llegando a ser como Él en su muerte» (ver Fil 3:10).
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