Día 307 | Juan 8 – 9
Capítulo 8
Vete y no peques más, Jesús compasivo
Al iniciar hoy nuestra lectura, vemos a Jesús teniendo más encuentros con personas en gran necesidad. Él vino a buscar lo que se había perdido (Lc. 19:10).
El capítulo 8 abre con el relato de la mujer encontrada en adulterio. La ley mandaba que quien fuera encontrado en adulterio debía ser apedreado. Estos fariseos estaban listos para ejecutar la ley y se encuentran a Jesús en el templo enseñado. Así que llevándola con acusaciones, la colocaron en el centro de todos. Cuestionaban a Jesús buscando sorprenderlo en su respuesta y Él, sin responder sus preguntas sobre la ley, les dijo «el que no tenga pecados, entonces tire la primera piedra». A este punto puedo imaginar sus caras de asombro, pero también, se inclinó en la tierra, escribiendo algo que Juan no nos deja saber que era. Cuando Jesús alzó los ojos, …
Capítulo 8
Vete y no peques más, Jesús compasivo
Al iniciar hoy nuestra lectura, vemos a Jesús teniendo más encuentros con personas en gran necesidad. Él vino a buscar lo que se había perdido (Lc. 19:10).
El capítulo 8 abre con el relato de la mujer encontrada en adulterio. La ley mandaba que quien fuera encontrado en adulterio debía ser apedreado. Estos fariseos estaban listos para ejecutar la ley y se encuentran a Jesús en el templo enseñado. Así que llevándola con acusaciones, la colocaron en el centro de todos. Cuestionaban a Jesús buscando sorprenderlo en su respuesta y Él, sin responder sus preguntas sobre la ley, les dijo «el que no tenga pecados, entonces tire la primera piedra». A este punto puedo imaginar sus caras de asombro, pero también, se inclinó en la tierra, escribiendo algo que Juan no nos deja saber que era. Cuando Jesús alzó los ojos, todos se habían marchado sin condenarla. Jesús le dijo a la mujer «Vete y no peques más» que tiene su mejor traducción en «Vete y deja tu vida de pecado».
Vemos que Jesús no la cuestionó. Él sabía, ¡Él lo conoce todo! Pero fue lleno de compasión y misericordia hacia ella en su pecado. Su reprensión es con compasión, como lo haría un padre a un hijo.
- ¿Cómo hago mías estas palabras? ¿He abandonado los pecados de los que con Su sangre he sido lavada, o persisto en ir tras ellos coqueteando con el pecado?
- ¿Puedo sentir misericordia por igual ante el pecado de otros o solo quiero que se aplique la ley para con ellos?
- Si el pecado está en mi naturaleza, ¿vivo trayendo mis motivaciones, deseos y pensamientos pecaminosos a su cruz?
- «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne». –Gálatas 5:16 ¿Puedes decir que vives de esta manera?
La luz del mundo
Después del encuentro con esta mujer, Jesús continuó enseñando en la misma fiesta de los tabernáculos. Otra simbología que se usaba en ella consistía en encender cuatro grandes lámparas en el patio de las mujeres en el templo. El pueblo danzaba y cantaba con antorchas en las manos. Como en el anterior ritual del lavamiento, Jesús aprovechó y le hizo su segunda declaración: «Yo soy la luz del mundo». De inmediato esto lo colocaba como Mesías.
«A los que teméis mi nombre, se levantará el sol de justicia, con la salud en sus alas» (Mal. 4:2). «El Señor es mi luz y mi salvación» (Sal. 27:1). Ser la luz era algo solo reservado para el Mesías esperado. Y allí estaba Jesús diciendo que Él y solo Él era la luz que alumbraba a los hombres. Él daba testimonio de sí mismo pero también el Padre que lo envío lo hacía. Lo había hecho en el bautismo cuando dijo que era su Hijo amado y que en Él estaba su complacencia. El Padre y Jesús son uno. Por lo que creer a Cristo es conocer y tener intimidad con el Padre.
No creer a Cristo tiene un alto costo, es morir en nuestros pecados. De igual manera creer en el Hijo de Dios es creer en la verdad que nos hace libres. Esa es la verdadera libertad. No la de ser liberados de los romanos o de cualquier otra atadura social que puedas tener, es la libertad que da el que las cadenas del pecado sean rotas. Y no tener la paternidad de Dios es ser hijos del maligno, que gobierna este mundo.
Vivir bajo los deseos de la carne, bajo nuestros propios deseos sin rendir nuestras vidas a Cristo y su señorío, sin una relación de intimidad con Jesús, tenemos la paternidad del maligno, haciendo sus deseos (v. 44). Pero esta ha sido y es siempre una palabra dura. Por eso los fariseos le llamaron samaritano porque ponían en duda su procedencia. Conocían que Jesús era hijo de José y que este lo crió como su propio hijo. Pero no estaban dispuestos a admitir su divinidad, que era el Hijo de Dios encarnado.
Cristo les dice que Abraham vio su día y se gozó en él desde lejos, y esto junto a lo que ya les había dicho antes, era motivo para procurar matarle.
- Jesús anuncia su muerte.
- Ratifica su íntima comunión con el Padre.
- Les dijo que si conocen la verdad ella los hace libres. Porque Él es el camino, la verdad y la vida.
- Solo el hijo da libertad del pecado, no el ser del linaje de Abraham.
- El que es de Dios oye sus palabras y por eso ellos no las entendían.
Capítulo 9
Jesús sana a un ciego y enseña que hay condiciones o enfermedades que no son fruto del pecado, si no que Dios las orquesta para su gloria. Así fue el caso de este ciego, que al ser sanado las obras de Dios se manifestaban en él.
Nos llama la atención que Jesús hizo lodo y lo untó en sus ojos y lo envió a lavarse a Siloé. Quizás para mostrarse como el Dios creador que del lodo hizo al primer hombre y le dio aliento de vida. Ellos estaban cuestionando su deidad, su paternidad. Los llevó a Génesis 2:7 directamente con esta nueva analogía y les mostró que Él es quien estuvo en el principio, el verbo de Dios, el que creó al hombre en el Edén.
Era día de reposo y esto trajo nuevas molestias en los religiosos los cuales estaban solo interesados en guardar la religión, las leyes, y no en tener compasión. Por eso interrogaron a los padres del ciego que con temor dijeron que su hijo podía responder por él mismo. Los fariseos habían acordado expulsar a Jesús de la sinagoga por lo que puedes imaginar el ambiente de tensión y temor y en medio de eso el que fue curado dijo «si (Jesús) es pecador no lo sé, sólo una cosa sé, que habiendo sido ciego, ahora veo!» –v. 25
- ¿Puedo dar testimonio de igual manera: ¡sólo sé que yo era pecadora y ahora soy limpia!?
- ¡Que el temor a los hombres no nos selle los labios o nos paralice para clamar sus grandes obras en nuestras vidas! (Pro. 29:25)
- Tú y yo hemos sido creadas para la alabanza de su gloria. Qué cada día sea uno para dar testimonio de esto al mundo.
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