Día 303 | Lucas 23 – 24
Leíamos ayer acerca de cómo Jesús fue arrestado, escarnecido y azotado, humillado por los hombres, llevado ante Pilato y Herodes, y tratado como un asesino. Barrabás fue liberado mientras que Jesús fue crucificado. En ese camino a su muerte, solo vemos descritas todas las falsas acusaciones que se le hacían. Se le acusaba de pervertir a la nación, prohibir pagar impuestos al César, alborotar al pueblo. Sufrió menosprecio, fue escarnecido.
Cuando leemos estos pasajes, debemos tener presente que estamos hablando del Hijo de Dios siendo humillado. Ese Dios que en el principio hizo los cielos y la tierra (Gen 1:1), quien con Su palabra separó la luz de las tinieblas, ese mismo Dios que creó al hombre a Su imagen y semejanza, el que había descendido de Su trono ahora haciéndose semejante a una criatura. Esto era en sí un acto de humillación, estar confinado en un cuerpo, para ese …
Leíamos ayer acerca de cómo Jesús fue arrestado, escarnecido y azotado, humillado por los hombres, llevado ante Pilato y Herodes, y tratado como un asesino. Barrabás fue liberado mientras que Jesús fue crucificado. En ese camino a su muerte, solo vemos descritas todas las falsas acusaciones que se le hacían. Se le acusaba de pervertir a la nación, prohibir pagar impuestos al César, alborotar al pueblo. Sufrió menosprecio, fue escarnecido.
Cuando leemos estos pasajes, debemos tener presente que estamos hablando del Hijo de Dios siendo humillado. Ese Dios que en el principio hizo los cielos y la tierra (Gen 1:1), quien con Su palabra separó la luz de las tinieblas, ese mismo Dios que creó al hombre a Su imagen y semejanza, el que había descendido de Su trono ahora haciéndose semejante a una criatura. Esto era en sí un acto de humillación, estar confinado en un cuerpo, para ese Dios que es más grande que el mismo universo, pero nadie más podría haber pagado el precio de nuestro pecado. Jesús, siendo Dios, tomó forma de hombre para servirnos, para cumplir el pacto que Adán no pudo. Nadie más podría haber cargado todos los pecados cometidos durante toda la existencia de la humanidad, nadie más que el Hijo de Dios; así que, aquí estaba siendo despreciado y humillado por aquellos por los que ofreció su vida, para reconciliarnos con Su Padre.
El sufrimiento de Cristo, antes y durante la crucifixión, es el máximo ejemplo del perdón. En esa cruz Jesucristo hizo posible el perdón de pecados presentes, pasados y futuros de las generaciones y generaciones de Sus elegidos. Todos los creyentes de Jesucristo sabemos que no hay amor más grande que el que Cristo derramó, para que nosotros fuéramos hoy llamadas hijas de Dios, no hay amor más grande que el que alguien dé su vida por sus amigos, y eso hizo Jesucristo por nosotros.
Jesús entregó Su vida por aquellos que le azotaban y vituperaban, por el ladrón que se arrepintió estando junto a Él en la cruz, y por ti.
Si Él siendo Hijo de Dios pudo perdonar tanta humillación y dolor, ¿por qué tú y yo nos rehusamos tantas veces a perdonar a los que nos han ofendido?
Muchas hemos sido lastimadas y en ello justificamos nuestra imposibilidad de perdonar y vivimos encerradas en una prisión de amargura y resentimiento. Nuestro dolor, sea el que sea, no se compara con el que Él sufrió en esa cruz. No me malentiendas, no minimizo tu dolor, y mucho menos lo hace el Señor, pero recordemos hoy que Su muerte en la cruz, nunca será en vano, Él ya pagó para darnos libertad, plenitud y abundancia en Él, y eso incluye liberarnos de los resentimientos y la falta de perdón que nos mantiene cautivas.
Así como los discípulos en el camino de Emaús, si tú hoy estás triste y desesperanzada, recuerda que el Señor sabe dónde te encuentras y lo que tu corazón necesita.
El Señor le recordó a estos discípulos las Escrituras que hablaban de Él, todo aquello que Él mismo les había enseñado. A veces mis ojos parecen estar cerrados como los de estos discípulos, pero al igual que ellos, al ir a las Escrituras, mis ojos se abrieron nuevamente y mi corazón ardió, pues le veo a Él en ellas.
Es mi oración que hoy, al terminar la lectura de este hermoso evangelio, nuestro corazón arda porque nos hemos encontrado de nuevo con Cristo en Su Palabra.
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