Día 301 | Lucas 19 – 20
Jesús llega a Jericó, la multitud lo recibe, y entre ellos Zaqueo, nombre que significa «justo». Parece irónico que un publicano, recaudador de impuestos, se llamara así. En la multitud, este hombre de baja estatura buscaba desesperado un lugar para poder ver a Jesús, así que, sube a un árbol para verle. Al leer la historia completa podemos reconocer que Jesús fue a Jericó para hacer precisamente la razón de su ministerio en la tierra: salvar a los pecadores y encontrar lo que se había perdido. Y ese era Zaqueo, un pecador necesitado de un Salvador.
Zaqueo ofrece al Señor dar la mitad de sus bienes y restituir el mal que había hecho, es decir, reconoce que había pecado y ese fue un gran paso, pues «la ceguera ante mis pecados es la negación de mi necesidad de un Salvador».Zaqueo no se salvó por reconocer su falta y por las …
Jesús llega a Jericó, la multitud lo recibe, y entre ellos Zaqueo, nombre que significa «justo». Parece irónico que un publicano, recaudador de impuestos, se llamara así. En la multitud, este hombre de baja estatura buscaba desesperado un lugar para poder ver a Jesús, así que, sube a un árbol para verle. Al leer la historia completa podemos reconocer que Jesús fue a Jericó para hacer precisamente la razón de su ministerio en la tierra: salvar a los pecadores y encontrar lo que se había perdido. Y ese era Zaqueo, un pecador necesitado de un Salvador.
Zaqueo ofrece al Señor dar la mitad de sus bienes y restituir el mal que había hecho, es decir, reconoce que había pecado y ese fue un gran paso, pues «la ceguera ante mis pecados es la negación de mi necesidad de un Salvador».Zaqueo no se salvó por reconocer su falta y por las obras de restitución que podía hacer, sino porque tuvo fe, reconoció su necesidad de un Salvador, creyó en la palabra de gracia que escuchó de Jesús.
Este es el motivo principal del ministerio de Cristo en la tierra y el centro del evangelio. Él vino a salvar a los pecadores así como lo había establecido Su Padre desde antes de la fundación del mundo. Este había sido el plan, aun antes de que por un hombre entrara el pecado (Romanos 5:12-21). Desde la eternidad pasada Cristo puso Su vida por nosotros, sin merecerlo Él cargaría con nuestros pecados y recibiría sobre Él el castigo que nosotros merecíamos, tendría sobre Él la ira de Dios, pero antes vendría a llamar no a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento (Mateo 9:13).
De nuevo vemos que el centro de este evangelio es Cristo y Su obra redentora, viene a salvar lo que se había perdido (Romanos 3:23). ¿Y no somos tú y yo parte de ellos?
Después de enseñar la parábola de las minas, acerca de la fidelidad de los siervos, Jesús siguió su camino a Jerusalén. Ya hemos leído esto en los dos evangelios anteriores, pero quisiera resaltar el momento que solo es mencionado por Lucas, en que Jesús lloró por Jerusalén. En el evangelio de Juan se menciona a Lázaro en el pasaje paralelo a este (Juan 12:12-19) que fue por quien el Señor lloró en su muerte, siendo esa una de las dos ocasiones en que se menciona que Jesús lloró.
Su llanto por Jerusalén y sus palabras eran de lamento, sabía la destrucción que vendría a ellos porque no reconocieron a su Mesías. Mientras el pueblo se regocijaba y gritaba con júbilo, su Salvador, su Mesías, lloraba por el mal que le acarrearía a esta ciudad por despreciar y no reconocer a Su Rey.
Jesús siguió en Jerusalén, en el templo, sanando enfermos y afligidos, enseñando la Palabra de Dios al pueblo, mostrando su autoridad, lo cual levantaba la ira de las autoridades quienes buscaban tentarlo y atraparlo con preguntas (Lucas 20:2, 22), pero ellos no serían los que le aprendieran y lo mataran, sería Él mismo quien entregaría su vida por aquellos que le vituperaban y se burlaban de Él.
Jesús continuaría enseñando a sus discípulos, sabiendo que nada estorbaría que cumpliera la tarea de redimir a Su pueblo y establecer Su reino, para eso había llegado a Jerusalén, para morir y darnos vida.
Hoy te invito a alabar a Dios por la salvación que ha traído a tu vida y oremos por aquellos a nuestro alrededor que hoy necesitan reconocer su necesidad de salvación.
Oremos por que la belleza del evangelio sea siempre la esperanza que podamos transmitir al mundo que hoy vive desesperanzado debido a la multitud de pecado. Que seamos como Cristo enseñó a sus discípulos, a ser siervos fieles a Su palabra y a todo lo que Él nos ha dado para la extensión de Su reino.
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