Día 283 | Mateo 27 – 28
Hoy concluye el evangelio de Mateo, y vemos cómo Cristo cumplió las profecías que sobre Él se habían anunciado en el Antiguo Testamento.
Jesús:
- Fue entregado
- Fue acusado, golpeado, escupido, burlado, condenado, crucificado
- Resucitó al tercer día
Algunos conceptos que quiero resaltar de la lectura de hoy:
Remordimiento o arrepentimiento
Judas fue quien entrego a Jesús, pero cuando vio que lo condenaron«sintió remordimiento». El remordimiento es una sensación de pesar cuando la conciencia nos acusa de no haber actuado correctamente. Implica dolor al ver las consecuencias de nuestros actos. Judas sintió remordimiento por su traición al ver lo que esto ocasionó.
Por otro lado, el arrepentimiento es un dolor profundo por haber pecado, transgredido la ley de Dios, independientemente de la gravedad de las consecuencias. Esta persona está dispuesta a sufrir las consecuencias que sean necesarias con tal de alejarse del pecado y resarcir el daño cometido. Va acompañado …
Hoy concluye el evangelio de Mateo, y vemos cómo Cristo cumplió las profecías que sobre Él se habían anunciado en el Antiguo Testamento.
Jesús:
- Fue entregado
- Fue acusado, golpeado, escupido, burlado, condenado, crucificado
- Resucitó al tercer día
Algunos conceptos que quiero resaltar de la lectura de hoy:
Remordimiento o arrepentimiento
Judas fue quien entrego a Jesús, pero cuando vio que lo condenaron«sintió remordimiento». El remordimiento es una sensación de pesar cuando la conciencia nos acusa de no haber actuado correctamente. Implica dolor al ver las consecuencias de nuestros actos. Judas sintió remordimiento por su traición al ver lo que esto ocasionó.
Por otro lado, el arrepentimiento es un dolor profundo por haber pecado, transgredido la ley de Dios, independientemente de la gravedad de las consecuencias. Esta persona está dispuesta a sufrir las consecuencias que sean necesarias con tal de alejarse del pecado y resarcir el daño cometido. Va acompañado de un gran giro en la vida.
Cuando hemos entendido el evangelio de la gracia y el perdón de Dios, y nos arrepentimos, nuestra culpa se levanta y disfrutamos de una correcta comunión con Dios.
Judas sintió remordimiento que lo llevó al suicidio. Sintió una pesada carga de culpa. Él no entendió la gracia y el perdón de Dios que obtenemos cuando nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados.
El llamado a sufrir injustamente
Jesús es nuestro Salvador y Redentor, pero también es un modelo a seguir de humildad y sumisión ante la soberana voluntad de Dios.
- Él no se defendió.
- No abrió su boca.
- Él no evitó ni salió huyendo de la cruz.
«Pero quiso el Señor quebrantarlo, sometiéndolo a padecimiento. Cuando Él se entregue a Sí mismo como ofrenda de expiación, verá a Su descendencia, prolongará Sus días, y la voluntad del Señor en Su mano prosperará». –Isaías 53:10
Muchas veces le huimos al sufrimiento, nos cuesta tomar la copa que Dios tiene para nosotras y olvidamos que Dios usa el sufrimiento muchas veces para purificarnos. O quizás queremos los beneficios que el éxito y la gloria nos proporcionan, pero se nos olvida que muy frecuentemente el camino hacia esto está pavimentado de sufrimiento.
«Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre». –Filipenses 2:5-11
- Dios exalta al que se humilla.
Nunca sigas la multitud; persigue la Verdad
Los sacerdotes y ancianos persuadieron a las multitudes para condenar a Jesús. Es increíble el poder de influencia que puede tener una multitud sobre nosotras cuando no estamos ancladas en nuestras convicciones. Hay personas (¡incluyendo líderes religiosos!) con una gran capacidad de influenciar nuestro pensamiento y nuestras acciones.
- Propongámonos seguir la verdad y no la opinión popular.
Guardemonos de la envidia
Pilato sabía que los judíos habían entregado a Jesús por envidia (v. 27:18). La envidia es una expresión de celos por el bienestar, las bendiciones o logros de otras personas, al punto de desear hacerles daño o de hacer cualquier cosa para lograr lo que se envidia.
- Como mujeres somos propensas a caer en este pecado. ¿Has visto manifestaciones de este pecado en tu propia vida?
- ¿Qué puedes hacer para erradicar este sentimiento de tu vida?
No seamos incrédulas de la obra de Dios, aunque no la entendamos
Los sacerdotes, ancianos y escribas se burlaban de Jesús y le expresaban, de manera sarcástica, que si era Dios que se salvara a sí mismo: «A otros salvó; a Él mismo no puede salvarse».
¿Cuántas veces en nuestra dureza e incredulidad dudamos de la obra del Espíritu Santo porque no se manifiesta como nosotros entendemos? Líbrenos Dios de pecar de incredulidad y dudar del poder de Dios.
De igual forma, ¿cuántas veces dudamos del poder de Dios en alguna situación de nuestra propia vida cuando Satanás nos susurra al oído «¿Dónde está tu Dios?».
- Creamos a Dios y aferrémonos a Sus promesas.
Confiemos a Dios el cuidado de nuestros hijos
Al leer acerca de la muerte de Jesús pienso en su madre siendo testigo de todo esto. ¿Habría entendido ella lo que estaba aconteciendo? ¿Cómo se habrá sentido de ver a su hijo crucificado injustamente?
Me vienen a la mente las palabras de Simeón en el templo:
«Simeón los bendijo, y dijo a Su madre María: “Este Niño ha sido puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, y una espada traspasará aun tu propia alma, a fin de que sean revelados los pensamientos de muchos corazones”». –Lucas 2:34-35
- ¿Estamos listas como madres para entregar a nuestros hijos a Dios para que Él los use para avanzar los propósitos de Su reino, aunque esto implique entregar sus vidas?
¡La tumba está vacía!
- Jesús venció el mundo (Juan 16:33).
- Jesús venció la carne (Rom 6:1-7).
- Jesús venció a Satanás (Juan 12:31).
- Jesús venció la muerte (1 Cor 15:50-58).
Si Cristo no resucitó, somos dignos de lástima, dijo el apóstol Pablo (1 Cor 15:19). Gloria a Dios porque si Él vive, nosotros también viviremos; si hemos muerto con Él, también viviremos con Él (Ro 6:8).
- Si estamos en Cristo no debemos temer a nuestros enemigos ni dudar acerca de dónde pasaremos la eternidad.
Una encomienda y una gran promesa
Este evangelio nos deja con una encomienda y unas palabras de aliento:
«Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo». –Mateo 28:19-20
- Vayan: el llamado es a «ir», a movernos de nuestra comodidad para llevar las buenas nuevas.
- ¿A dónde?: a todas las naciones. Este mundo le pertenece a Dios y Su mensaje ha de llegar a toda lengua y nación.
- ¿Para qué?: para hacer discípulos. La encomienda no solo es compartir el mensaje, sino discipular a los que han de creer este mensaje; enseñarles a obedecer todo lo que Dios nos ha mandado, a andar en Sus caminos y vivir en santidad.
- ¿En qué poder, con qué fuerzas y con qué autoridad lo haremos? En Su poder y bajo Su autoridad. Él está con nosotros todos los días, hasta el fin.
Jesús nos invita a confiar en Su sabiduría y en Su poder para llevar a cabo esta gran comisión de formar discípulos, y promete acompañarnos. El reino de Dios está en continua expansión y juntos con otros creyentes en todo el mundo constituimos un ejército bajo el comando de nuestro Señor Jesucristo.
Como mujeres tenemos oportunidades maravillosas que debemos aprovechar para mostrar el amor de Cristo y predicar el evangelio: como madres a nuestros hijos, como hermanas maduras en la fe discipulando a las más jóvenes, amando a nuestros vecinos y a aquellos en nuestro círculo de influencia, abriendo las puertas de nuestro hogar para mostrar hospitalidad, y testificando ante aquellos que Dios pone en nuestro camino.
«Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliate con Dios!». –2 Corintios 5:20
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