Día 212 | Isaías 57 – 60
Lo último que vimos fue a un profeta recordando y reafirmando el amor y la fidelidad de Dios, así como la promesa de un Salvador. Hemos visto todo lo que hace un buen padre amoroso; Él no puede dejar de mencionar lo malo y vuelve a reprender al pueblo por la idolatría. No olvidemos que este ha sido uno de los pecados más recurrentes del pueblo.
Aquí encontramos una descripción gráfica de cómo ve Dios a los impíos, les llama «hijos de la hechicera» y «generación del adúltero y la fornicaria», estos eran los que se habían apartado completamente del Señor y se habían vuelto a la brujería y la magia. No están contentos con el mensaje que Él ha entregado por medio de Sus profetas y han abandonado la Palabra. El pueblo se había desviado, se fue tras dioses paganos y Dios, a través de su profeta, les hace …
Lo último que vimos fue a un profeta recordando y reafirmando el amor y la fidelidad de Dios, así como la promesa de un Salvador. Hemos visto todo lo que hace un buen padre amoroso; Él no puede dejar de mencionar lo malo y vuelve a reprender al pueblo por la idolatría. No olvidemos que este ha sido uno de los pecados más recurrentes del pueblo.
Aquí encontramos una descripción gráfica de cómo ve Dios a los impíos, les llama «hijos de la hechicera» y «generación del adúltero y la fornicaria», estos eran los que se habían apartado completamente del Señor y se habían vuelto a la brujería y la magia. No están contentos con el mensaje que Él ha entregado por medio de Sus profetas y han abandonado la Palabra. El pueblo se había desviado, se fue tras dioses paganos y Dios, a través de su profeta, les hace una descripción gráfica de lo horrendo de su pecado.
No pensemos por un momento que somos diferentes a Israel. Nuestro corazón es una fábrica de ídolos, y hacemos ídolos de cualquier cosa, aun de cosas buenas: familia, hijos, esposo, trabajo, ministerio y un largo etcétera.
- Toma un momento y pídele al Señor que revele si hay ídolos en tu corazón. Ven delante de Él y confiesa tu pecado, rinde ese ídolo y pídele a Dios que te ayude a salir de esa esclavitud.
Agustín parafraseó los versículos 20 y 21 de este capítulo cuando escribió: «Nuestros corazones no encuentran la paz hasta que descansan en ti» (traducido del libro Confessions I:1, New York: Penguin Books, p. 21). Solamente cuando conocemos a Cristo es que finalmente nuestros corazones encontrarán paz, el impío seguirá su impetuoso camino, como el mar agitado, pero para nosotros hay esperanza de una paz verdadera.
Capítulo 58 y 59
Recordemos que el capítulo 40 inició la primera sección (capítulos 40–48) con estas palabras: «¡Consolad, consolad a mi pueblo!». La segunda parte (capítulos 49–57) comienza diciendo: «Oídme, costas, y escuchad, pueblos lejanos». Ahora, este fragmento comienza con el mandato de difundir el mensaje: «Clama a voz en cuello, no te detengas». En cada sección que vimos, esas palabras reflejan el mensaje que el pueblo necesitaba escuchar. Mientras las anteriores, eran un mensaje de consuelo, ánimo y liberación, aquí vemos un llamado enérgico al arrepentimiento. Este es el consenso de los estudiosos en cuanto a estos pasajes, a partir de este capítulo y hasta el final del libro.
El profeta Isaías había sido llamado para advertirle al pueblo de Judá del juicio venidero por causa de su incredulidad, idolatría y rebelión; pero también que consolara al pueblo con la promesa del Mesías nacido de una virgen.
Mientras leía estos capítulos, me sentí como si estuviera leyendo las noticias del momento, muchas cosas con las que podemos identificarnos. Algo que me gustó sobre este capítulo fue la actitud de Isaías la cual es digna de imitar: Isaías no asume una posición de auto justicia, sino que se identifica con el pecado del pueblo (V.12); esto debe servirnos de recordatorio, de que si no fuera por la gracia y la misericordia de Dios que nos alcanzó y nos salvó por medio de Cristo, nosotros estaríamos en la condición de muchos que hoy representan esa condición de pecaminosidad descritas aquí, de hecho, nosotros estábamos ahí cuando Cristo nos encontró.
Sí, hay que clamar y declarar lo mal hecho, pero con misericordia, lamentando primero el pecado en mi vida. Soy perdonada, pero sigo siendo pecadora, por eso siempre me vas a escuchar decir, que necesito el evangelio todos los días de mi vida, porque soy pecadora, redimida, pero pecadora.
Si, el pecado aleja a los seres humanos de su Creador porque Él es: santo, perfecto y separado de todo mal y toda imperfección. La humanidad es: pecaminosa, imperfecta y profana. En Romanos 3 Pablo nos dice que «todos somos culpables de pecado, judíos y gentiles»; así que amadas, no creamos por un momento que somos el estándar moral de nadie, el único estándar es Cristo. Te animo a que seamos como Isaías, que apuntemos al Señor, a Su gracia, a Su estándar.
Capítulo 60
Luego de ver la lista de todo lo que estaba pasando en el pueblo, Isaías usó varias palabras para hablar de pecado:
- Iniquidades (vv. 2, 7, 12).
- Pecados (vv. 2, 12).
- Maldades (v. 4).
- Rebeliones (v. 12).
Llegamos a palabras de aliento: «Levántate, resplandece», Isaías llama al pueblo a mirar esa luz que ha llegado a ellos (v.2). Esa frase allí de la gloria de Jehová, cuando se utiliza en el Antiguo Testamento, se refiere a que algo especial ha sucedido, una muestra visible de la presencia del Dios Salvador del pacto y anuncia algún aspecto importante de su plan de salvación.
En este caso en particular, la liberación estaba por llegar, Dios iba a restaurar a Su pueblo: se edificarán las murallas, vendrán de otros lugares y nuevamente Israel será testigo a las naciones de la fidelidad de su Dios. No porque Israel mereciera dicha gracia, nadie, ningún pueblo merece tal trato de parte de Dios. No olvidemos todo lo que ha hecho el pueblo y cómo se ha olvidado de su Dios a pesar de tantas veces que Dios les advirtió; Él seguirá advirtiéndoles y ellos seguirán desobedeciendo, pero el Señor de la gracia fiel proveyó la liberación a pesar del pecado y la rebelión de ellos.
Este capítulo contiene promesas, que para el pueblo de la época de Isaías, era para un futuro, pero no por eso dejaban de ser hermosas, de ofrecer una esperanza venidera. Dios le aseguraba al pueblo que todo esto se iba a cumplir «cuando la plenitud del tiempo llegase», ¿cuál tiempo? Su tiempo, el momento que Dios había decretado de antemano, y sabemos que ocurrió tal como está aquí escrito. Y es por eso mismo que el futuro de todos los creyentes, el tuyo y el mío, está asegurado. Así como se describe aquí esa nueva restauración, una nueva ciudad, a nosotros nos espera una ciudad celestial, la ciudad de Dios.
¿Anhelas, sueñas e imaginas cómo será la ciudad celestial? Yo sí, te animo a que meditemos en esa ciudad prometida mientras escuchamos la canción «Ciudad de Dios», por Jonathan y Sarah Jerez.
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