Día 206 | Isaías 37 – 40
Hemos venido pasando por un camino de angustias, ayes, lamentos y lágrimas de parte del pueblo de Dios en este libro. En el día de hoy estaremos viendo 4 capítulos que nos suben a una montaña rusa de emociones.
Iniciamos con el capítulo 37 en el cual vemos a Ezequías desgarrando sus vestidos, cubierto de cilicio y entrando en la casa del Señor, él y todo el mundo. También escuchamos el mensaje que le envían a Isaías diciendo que ese día era día de «angustia, represión y desprecio».
No sé si te has sentido así, pero he pasado por días que pudiera describirlos con esas mismas palabras, donde uno siente que no hay salida y que hemos llegado al fin de lo que podemos soportar, donde el enemigo luce más fuerte, más grande y creemos que no hay salida, pero nos encontramos con versículos como el 6 que dice esas …
Hemos venido pasando por un camino de angustias, ayes, lamentos y lágrimas de parte del pueblo de Dios en este libro. En el día de hoy estaremos viendo 4 capítulos que nos suben a una montaña rusa de emociones.
Iniciamos con el capítulo 37 en el cual vemos a Ezequías desgarrando sus vestidos, cubierto de cilicio y entrando en la casa del Señor, él y todo el mundo. También escuchamos el mensaje que le envían a Isaías diciendo que ese día era día de «angustia, represión y desprecio».
No sé si te has sentido así, pero he pasado por días que pudiera describirlos con esas mismas palabras, donde uno siente que no hay salida y que hemos llegado al fin de lo que podemos soportar, donde el enemigo luce más fuerte, más grande y creemos que no hay salida, pero nos encontramos con versículos como el 6 que dice esas maravillosas palabras que son como bálsamo para nuestra alma:«Así dice el Señor: No temas por las palabras que has oído…» ¡Qué maravilloso debió ser para Ezequías recibir ese mensaje!, al igual que en nuestro caso, es maravilloso saber que nuestro Dios es quien pelea por nosotras.
Este mensaje movió al Rey a hacer lo que se espera de todo aquel que ha puesto su confianza en el Dios de Israel. Vemos al rey orar (vv. 16-17, 20) y clamar al Único que puede librarlo de la mano del hombre; que hasta el momento luce imparable, indetenible y que con orgullo... se sale con la suya. Ante tal fortaleza cualquiera puede temer, pero Dios le recuerda a Su pueblo quién es el Dios que los había salvado tantas veces, y que una vez más lo haría por amor de Su nombre.
Me encanta leer lo que Dios dice en estos versículos del 32-35:
«Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sión sobrevivientes. El celo del Señor de los ejércitos hará esto».
«Por tanto, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: “Él no entrará en esta ciudad ni lanzará allí flecha alguna; tampoco vendrá delante de ella con escudo ni levantará terraplén contra ella. Por el camino que vino, por él se volverá, y no entrará en esta ciudad”, declara el Señor».
«Porque defenderé esta ciudad para salvarla por amor a Mí mismo y por amor a Mi siervo David».
«El celo del Señor», wow, esa frase siempre me ha impactado y llamado mucho la atención, normalmente se usa en el contexto a la aplicación de una justicia perfecta que viene de parte de Dios, "juicio divino", es algo que se hace con pasión. Este no es el típico celo que sentimos nosotras, no, es el celo que viene de Dios por lo suyo, por lo que le pertenece.
En el libro de Gálatas 6:7 se nos recuerda que Dios no puede ser burlado y que lo que sembremos, eso segaremos. Dios no se queda silente ante la injusticia, y más cuando Su nombre está de por medio. Eso no solo aplica para el impío como en este caso, aplica para nosotras también; por el hecho de que pudiéramos estar llevando una doble vida, una vida cristiana a medias o simplemente viviendo como nos plazca, sin tener en cuenta a Dios, y permitiendo pecado en nuestras vidas o en la vida de otros. Pero hay esperanza, porque el amor por Su nombre no ha cambiado y sigue vigente al día de hoy.
En los capítulos 38 y 39 vemos la enfermedad de Ezequías, y a su vez vemos cómo por causa de su insensatez, es anunciada la cautividad a babilonia; debido a que en su imprudencia, le mostró todos los tesoros de la casa al enviado del rey.
Quiero pasar un tiempo más extenso en el capítulo 40 (uno de mis favoritos), tengo algo en definitivo con los capítulos 40 :). Este empieza de una manera muy hermosa, tanto, que toca mi corazón de forma muy especial, es uno de los capítulos más conocidos, más recitados y cantados del libro de Isaías. Isaías proclamó ese mismo mensaje: el juicio sobre los incrédulos, pero sobre todo, el anuncio del consuelo que Dios les da a los fieles.
Así como Moisés y Juan, el profeta Isaías anunció la ley y el evangelio. La segunda parte de su profecía comienza con este mandato: «¡Consolad, consolad a mi pueblo!» (40:1).
Él inicia con la palabra consolad, y no lo dice una sola vez, lo dice dos veces: «¡Consolad, consolad…!». De esta manera el Señor comienza con un solo y enfático mandato que fluye de su mente y que Él mismo les dio a sus mensajeros, que anunciaran las buenas nuevas de Su amor. Ese llamado es el llamado del creyente hoy en día, a consolar, a no debatir, a no discutir, sino a consolar. Dios les dirigió ese consuelo a quienes Él llama «mi pueblo». Pese a toda la infidelidad, rebelión y el pecado, ellos seguían siendo suyos.
El versículo 2 nos presenta la forma como se debería consolar: «Hablad». Por medio del lenguaje humano, Dios les comunica a otros Su consuelo, algo que vimos a lo largo de todos los capítulos anteriores a través del profeta. El proceso es sencillo: el consuelo proviene de Dios, quien lo revela por medio del lenguaje humano para que alcance a otros. Si leyeron los devocionales de Job, notarán que se hizo mucho énfasis en lo que decían los amigos de Job.
No podemos hablar sin pensar, nuestro llamado a consolar es hablando, pero hablando la palabra de Dios, no de mi corazón, no de mi sabiduría, sino la de Dios, no sea que Dios me diga lo que le dijo a los amigos de Job al final del capítulo 42.
El evangelio viene en palabras, las palabras son la forma por la cual Dios extiende Su gracia y misericordia. «Hablad al corazón», ordena Dios, y proclamad o llamad en alta voz. En otras palabras, usen su voz. Pero no usar mi voz para irme tras las corrientes y la «sabiduría» del mundo, ya sabemos qué dice Santiago de dicha sabiduría; ni tampoco venir a dar un discurso teológico a las personas, lo que las personas necesitan es: el Evangelio de Cristo, ni más ni menos. Hay que hacerle ver al mundo que su única solución se encuentra en aquella Cruz y que solo Él puede otorgar el perdón de los pecados que es lo que traerá solución a los problemas.
- ¿Cómo estás consolando a los que están alrededor de ti?
- ¿Cómo ha sido Dios tu consuelo en estos meses en tu vida?
Y termina el capítulo con palabras de ánimo y esperanza para nosotras y es así como quiero cerrar el día, te invito a que medites y atesores las palabras en Isaías 40:28-31 en tu corazón:
«¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? El Dios eterno, el Señor, el creador de los confines de la tierra, no se fatiga ni se cansa. Su entendimiento es inescrutable.Él da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas, aumenta el vigor. Aun los mancebos se fatigan y se cansan, y los jóvenes tropiezan y vacilan,pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas. Se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán».
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