Día 205 | Isaías 33 – 36
El día de hoy, continuamos viendo a Israel queriendo buscar amparo bajo Egipto ante la inminente amenaza de Asiria. Otra vez, al inicio de nuestra lectura vemos un lenguaje muy de los Salmos.
El capítulo 33 comienza con un ¡ay!, pero este es diferente a los demás que hemos leído. Este está dirigido al destructor. El poder y la fuerza humana, tienen un límite, pero la mano de Dios no. A veces podemos creer que la injusticia se quedará sin castigo, pero el destructor será destruido:
«Él será la seguridad de tus tiempos, abundancia de salvación, sabiduría y conocimiento; el temor del Señor es tu tesoro». –33:6
El temor a los hombres expresa que no creemos que Dios es capaz de librarnos y salvarnos, por eso temer al Señor es nuestro tesoro y salvación.
Aunque el Líbano estaba avergonzado y se marchitaba (v.7), el Señor dice: «Ahora me levantaré» (v.10), …
El día de hoy, continuamos viendo a Israel queriendo buscar amparo bajo Egipto ante la inminente amenaza de Asiria. Otra vez, al inicio de nuestra lectura vemos un lenguaje muy de los Salmos.
El capítulo 33 comienza con un ¡ay!, pero este es diferente a los demás que hemos leído. Este está dirigido al destructor. El poder y la fuerza humana, tienen un límite, pero la mano de Dios no. A veces podemos creer que la injusticia se quedará sin castigo, pero el destructor será destruido:
«Él será la seguridad de tus tiempos, abundancia de salvación, sabiduría y conocimiento; el temor del Señor es tu tesoro». –33:6
El temor a los hombres expresa que no creemos que Dios es capaz de librarnos y salvarnos, por eso temer al Señor es nuestro tesoro y salvación.
Aunque el Líbano estaba avergonzado y se marchitaba (v.7), el Señor dice: «Ahora me levantaré» (v.10), su liberación llegaría. Que el Señor nos ayude a esperar en Su tiempo perfecto, el «ahora» del Señor, no necesariamente va a coincidir con el nuestro, pero no desfallezcamos y esperemos en Él.
El capítulo 34 habla sobre el juicio a las naciones y el lenguaje es muy directo. El enojo del Señor y su furor son contra las naciones (v.2), en ellas hay muerte y sangre (v.3) y en la tierra hay desolación (v.10). El juicio es inminente, pero el contraste es evidente al llegar al capítulo 35.
«El desierto y el yermo se alegrarán, y se regocijará el Arabá y florecerá como el azafrán; florecerá copiosamente y se regocijará en gran manera y gritará de júbilo. La gloria del Líbano le será dada, la majestad del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios». –Isaías 35:1-2
En el capítulo anterior vimos desolación, pero ahora habrá flores y júbilo, «ellos verán la gloria del Señor», el único capaz de cambiar el lamento en danza.
Este capítulo presenta un cambio en la condición espiritual, y considero que también nos apunta a una transformación. Cuando Cristo venga a reinar, y es algo que aguardamos todos los creyentes, esta tierra y este cuerpo que sufren y están bajo juicio, serán redimidos. Ahí reposa la esperanza del creyente, que Cristo aplastará al enemigo y reinará por siempre.
Capítulo 36
En este capítulo comenzamos a leer un relato que se extiende hasta el capítulo 39. Aquí vemos a Ezequías en un relato que ya leímos en parte en 2 Reyes 18-20 y 2 Crónicas 32. En resumen; una representación de los asirios (un gran ejército), estaban a la puerta de Jerusalén. Senaquerib, el rey de Asiria, había enviado a Rabsaces quien era su portavoz, y este se colocó junto al acueducto del estanque superior.
Entonces, Eliazim, Sebna y Joa, quienes eran ministros de Judá, salen a su encuentro y Rabsaces les hace unas preguntas: «¿Qué confianza es esta en que te apoyas? ¿En quién confías para que te rebeles contra mí?». Sus preguntas y comentarios subsecuentes, resaltan la ignorancia y la arrogancia de Rabsaces y de los asirios a nivel general.
Más adelante, Rabsaces se pregunta, cómo puede Dios salvarlos si Ezequías había derribado los lugares altos. Si recuerdas, como parte de sus reformas espirituales, en su reinado, Ezequías removió los lugares altos y estableció la adoración en el templo de Salomón. Rabsaces pensaba que Dios no podría salvarlos, sin saber que el Dios de Judá, no era como sus dioses. Él desconocía en quién Ezequías creía, el Dios omnipotente, omnipresente, que no habita en los lugares altos como los dioses falsos.
El mundo desconoce los propósitos de Dios, «Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente» (2 Corintios 2:14). Era imposible para este hombre entender los propósitos de Dios con Su pueblo y Su revelación respecto a Asiria y Judá.
Así mismo, aquellos que no tienen el Espíritu Santo, no tienen discernimiento espiritual. Y así estábamos tú y yo, ¿no? Solo por la gracia del Señor podemos ser guardadas del engaño y perseverar en la Verdad.
Hoy quiero concluir respondiendo la pregunta de Rabsaces:
«¿Qué dios hay entre los dioses de estas tierras que haya librado su tierra de mi mano, para que Jehová libre de mi mano a Jerusalén?» –Isaías 36:20
Yo le respondería con Isaías 46: 9 y 10.
«Acordaos de las cosas anteriores ya pasadas, porque yo soy Dios, y no hay otro; yo soy Dios, y no hay ninguno como yo, que declaro el fin desde el principio y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: «Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré».
Te invito a adorar a Dios, porque no solamente libró a Israel de sus enemigos, sino que te libró a ti (si has creído), de la destrucción eterna mientras meditas en las letras de esta canción.
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