Día 199 | Isaías 9 – 12
A pesar de toda la destrucción que leemos en estos capítulos, el Señor no se ha saciado, Su ira no se ha aplacado, Su mano sigue extendida. En estos pasajes Dios se revela como un Dios vengativo, no obstante, en el capítulo 9 vemos una esperanza futura y esta reposa en un niño. Aún en Su ira y venganza, Dios con nosotros, ¡Emmanuel!
Dios había hecho una promesa de que, del linaje de David, Uno reinaría para siempre. Él no destruiría la nación por completo. Dios no se desentiende de Su pueblo, Él los restaura y los hace partícipes de la promesa de Su paz, Su reino y Su luz, pero les advierte que vendrá juicio.
El pueblo estaba empecinado en su pecado y necedad (9:19). El problema de la altivez es uno que nos afecta a todos. Al examinar mi propio corazón, noto como éste siempre tiende al mal …
A pesar de toda la destrucción que leemos en estos capítulos, el Señor no se ha saciado, Su ira no se ha aplacado, Su mano sigue extendida. En estos pasajes Dios se revela como un Dios vengativo, no obstante, en el capítulo 9 vemos una esperanza futura y esta reposa en un niño. Aún en Su ira y venganza, Dios con nosotros, ¡Emmanuel!
Dios había hecho una promesa de que, del linaje de David, Uno reinaría para siempre. Él no destruiría la nación por completo. Dios no se desentiende de Su pueblo, Él los restaura y los hace partícipes de la promesa de Su paz, Su reino y Su luz, pero les advierte que vendrá juicio.
El pueblo estaba empecinado en su pecado y necedad (9:19). El problema de la altivez es uno que nos afecta a todos. Al examinar mi propio corazón, noto como éste siempre tiende al mal y no se doblega fácilmente. Pidámosle al Señor que quite toda necedad y ceguera espiritual de nuestras vidas.
El rey de Asiria
Dios es quien guía al rey de Asiria a destruir a Israel. Asiria sería el instrumento del castigo. El rey de Asiria viene a destruir porque se siente superior, pero en su orgullo, ignora que es un instrumento en las manos de un Dios todopoderoso. Él dirá, yo lo hice, pero cuando Dios haya llevado a cabo su juicio, va a castigar el corazón orgulloso del rey de Asiria.
Dios no solo ve la película completa, sino que Él escribió el guión. A veces nos enfocamos tanto en nuestras pruebas presentes, que olvidamos que le pertenecemos a un Dios quien obra deliberadamente, Él está en completo control.
Me llama la atención como el rey de Asiria no quitaba el yo de su boca: «yo hice…, con mi sabiduría…, yo quité…, yo derribé..., saqué..., me apoderé…» A menudo sonamos mucho como él, ¿no? Pero él no era, no quitó, ni hizo, ni derribó, él no era más que un hacha, sierra, bastón o vara en las manos de Dios.
Aún el rey más malvado y sangriento tiene que someter su mano bajo la mano extendida del Señor, imagínate nosotras que somos sus hijas. Ayúdame Señor a verme reflejada en este hombre, a ver mi orgullo y a rechazar el pensamiento orgulloso de que tengo algún mérito.
El retoño de David
En el capítulo 11 habla sobre el retoño de David, el Mesías, el Rey prometido cuyo reino sería eterno. Sobre él reposará todo lo que no hay en el pueblo de Israel.
Él es claramente diferente, podemos ver estos contrastes:
- Ellos no han buscado al Señor de los ejércitos (9:13), más él tendrá el Espíritu de Dios y se deleitará en el temor del Señor (11:2-3).
- Ellos privan de justicia a los necesitados (10:2), más Él es perfecto y juzgará con justicia al pobre y dará un fallo justo (11:4).
- Manasés devora a Efraín y Efraín a Manasés (9:21), más cuando él juzgue la tierra ya no será violenta, el lobo morará con el cordero (11:6-8).
- El pueblo tiene ceguera e ignorancia espiritual porque sus profetas enseñan mentira (9:15), están extraviados y confundidos (9:16), más por él la tierra será llena del conocimiento del Señor (11:9).
El pecado y la hostilidad no vencerán. Tenemos al príncipe de paz.
El capítulo 12 es un oasis en medio de tanta destrucción y dolor, pero en aquel día en que Cristo reine para siempre viviremos bajo un reino de paz. Yo escribí mi propio cántico:
Dios es Poderoso, Todopoderoso. Su Palabra se ha cumplido, el Niño ya nació, trajo paz, nos reconcilió con Dios. Ya no tenemos que temer a Su ira. «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo», Romanos 5:1. La luz nos iluminó. Cuando andábamos en tinieblas nos alumbró la luz de Cristo.
¿Te animas a escribir uno? Comparte con nosotras aquí en los comentarios.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación