Día 198 | Isaías 5 – 8
Dios es un Dios de gracia, Él escogió a Israel, proveyó todo para ellos, les regaló Su ley perfecta, pero Su pueblo lo desechó. En Isaías 5:24 dice que ellos despreciaron la Palabra de Dios, desecharon la ley del Señor, por tanto, la ira del Señor se encendió contra Su pueblo. Dios quitaría Su protección de ellos (5:5), habría muerte, mucho dolor y mucha sangre, pero ni aún esta aplacaría su ira (5:5), su mano seguiría extendida.
El derramamiento de sangre no podía aplacar la ira del Señor contra Israel, como tampoco podía aplacarla contra pecadores como nosotros, sin embargo, la sangre de Uno, el Perfecto y Santo fue suficiente. Jesucristo, el justo, nuestro abogado, quien murió por nuestros pecados y nos presentó como justos ante ese Juez y Señor de los Ejércitos (1 Juan 2:1).
La Parábola de la Viña
Dios se dedicó a preparar esta viña con mucho …
Dios es un Dios de gracia, Él escogió a Israel, proveyó todo para ellos, les regaló Su ley perfecta, pero Su pueblo lo desechó. En Isaías 5:24 dice que ellos despreciaron la Palabra de Dios, desecharon la ley del Señor, por tanto, la ira del Señor se encendió contra Su pueblo. Dios quitaría Su protección de ellos (5:5), habría muerte, mucho dolor y mucha sangre, pero ni aún esta aplacaría su ira (5:5), su mano seguiría extendida.
El derramamiento de sangre no podía aplacar la ira del Señor contra Israel, como tampoco podía aplacarla contra pecadores como nosotros, sin embargo, la sangre de Uno, el Perfecto y Santo fue suficiente. Jesucristo, el justo, nuestro abogado, quien murió por nuestros pecados y nos presentó como justos ante ese Juez y Señor de los Ejércitos (1 Juan 2:1).
La Parábola de la Viña
Dios se dedicó a preparar esta viña con mucho cuidado y esperaba que esta viña diera uvas buenas, no obstante, produjo uvas silvestres, en otras versiones dice, uvas sin ningún valor o inservibles. Me encanta que Isaías no deja lugar a la imaginación y en el verso 21 explica que el Amado es el Señor y la viña, la casa de Israel.
Al leer este mensaje, me pregunto sobre mi propia vida, cuántas veces debí dar buenas uvas y he dado uvas inservibles. El Señor me recuerda que no seremos fructíferas si no le conocemos profundamente, ni le obedecemos, si no permanecemos pegadas a la Vid Verdadera (Juan 15:1-5).
En los capítulos del 1 al 5, Dios promete arremeter juicio contra la nación de Israel y a través de Isaías les recuerda su iniquidad. En los Ayes contra los impíos vemos que ellos fueron avaros con sus tierras (5:8) y Dios les había instruido en Levítico 25:23-25 que no ocuparan toda la tierra, ellos, sin embargo, no tuvieron misericordia, ignoraron la obra de Dios, a lo malo llamaban bueno y a lo bueno malo. Eran arrogantes y sabios a su propio entender, eran borrachos, recibían soborno… en fin no habían guardado su pacto con Dios, como Dios ya les había advertido (Deuteronomio 31:16).
En los capítulos del 1 al 5, habla de juicio, restauración y Ayes, pero al llegar al capítulo 6 nos encontramos con el llamado de Isaías y con una de las visiones más impresionantes de toda la Escritura:
«En el año de la muerte del rey Uzías, vi yo al Señor». Es posible que Isaías estuviera triste y desesperanzado por la muerte del rey, sin embargo, el pasaje dice que Isaías vio al Señor sentado sobre Su trono. Aun cuando el rey terrenal había muerto, Isaías vio que el verdadero Rey estaba en Su trono. Dios reina mis hermanas, no importa en qué situación nos encontremos, recordemos el Salmo 96:10, «¡El Señor reina! También afirmó el mundo, no será conmovido».
Isaías describe a los serafines quienes declaraban que Dios es Santo, Santo, Santo. Ante la santidad de Dios, Isaías vio su condición real de pecador. «Ay de mí perdido estoy, arruinado, estoy muerto. Soy pecador, un hombre de labios inmundos». Eso es precisamente lo que debe producir en nosotras la Santidad de Dios, que podamos ver nuestra injusticia y confesar nuestra condición en arrepentimiento.
Uno de los serafines tomó un carbón encendido y lo pasó por su boca. Esta imagen me recuerda que la obra purificadora le pertenece a Dios, no nos podemos perdonar a nosotras mismas. Confesemos nuestro pecado y necesidad y Dios hará Su obra en nosotras.
«Llena está toda la tierra de Su Gloria». Dios no estaba en control solo de la vida de Isaías o solo de la nación de Israel, sino que Él es el Dios cuya Gloria llena toda la tierra. Él no está limitado. Dios nos recuerda esto también a nosotras, Su Gloria llena la tierra, esta tierra quebrantada y enferma no escapa a Su dominio, Él está en su trono y su trono está por encima de todo. Su gloria lo cubre todo.
Heme aquí, Envíame a mí. Isaías se ofreció para llevar el mensaje de Dios. Y el mensaje que le tocó fue un mensaje de juicio y no muy esperanzador, pero Dios estaba detrás de este juicio, el juicio vendría directo de su mano. Pero, aunque vendría juicio y desolación, aún quedaría un remanente, ¡gloria a Dios porque siempre nos da esperanza! Dios enviaría juicio, pero no los consumiría, no podría, porque había prometido un rey cuyo trono sería para siempre (2 Samuel 7:16)
En Isaías 7 hay problemas políticos, El rey Acaz de Judá y Rezim, rey de Aram, subieron contra Israel, pero no pudieron tomarla. Dios se dirige a Acaz y le dice que pida una señal, una señal de que Dios estaba con él y cumpliría su promesa. Acaz no le pidió señal a Dios, lo cual parece una respuesta piadosa, pero a Dios no le agradó su falta de fe. Como Acaz no pidió señal, Dios le daría Su señal: «La Virgen concebirá un hijo y le llamará Emmanuel». ¡SÍ! ¡Sí! ¡Sí!
Dios reitera su promesa, a pesar de la incredulidad de su pueblo, Dios con nosotros Emmanuel.
En el capítulo 8 Dios le muestra a Isaías sobre la invasión, el exilio y la desolación de mano de Asiria porque habían rechazado al Señor. Hay muchos elementos en este capítulo que me llaman la atención, pero quiero resaltar los versos 17 y 18. Isaías dice que aguardará y esperará en el Señor. Isaías fue obediente a su llamado, dice que él y sus hijos estaban por señales y prodigios en Israel. Isaías recibió un mensaje de parte de Dios y él respondió envíame a mí, pero su vida también era parte del mensaje.
Esta realidad me hace pensar en que yo quiero que mi vida sea coherente con el mensaje por el que vivo. Que todo mi ser luche contra el pecado y busque la santidad de Dios. ¿Qué mensaje está enviando tu vida sobre el Dios que te ha llamado?
Comparte con nosotras lo que aprendiste de estos capítulos.
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