Día 98 | 1 Samuel 1 - 3
Este libro de la Biblia inicia con la historia de la familia de Ana. Una mujer sencilla y piadosa. Su nombre significa llena de gracia, compasiva.
Observamos algunas cosas acerca de ella:
- Compartía su marido con otra mujer.
- Esa otra mujer la menospreciaba por no tener hijos.
- Su esposo la amaba, pero no comprendía su tristeza y dolor.
- El sacerdote la juzgó mal y la tomó por borracha.
Podemos hacernos una idea de cómo eran las relaciones dentro de la familia de Ana. A menudo, las relaciones familiares pueden ser difíciles en este mundo caído, pero en medio de su familia, Ana resplandece como una mujer de Dios.
Deducimos que Ana vivía momentos en que se sentía muy sola en medio de una familia numerosa. Sin embargo, ella corrió a Aquel que siempre está atento a nuestras oraciones. Ana nos guía al Único en quien siempre podemos hallar comprensión y …
Este libro de la Biblia inicia con la historia de la familia de Ana. Una mujer sencilla y piadosa. Su nombre significa llena de gracia, compasiva.
Observamos algunas cosas acerca de ella:
- Compartía su marido con otra mujer.
- Esa otra mujer la menospreciaba por no tener hijos.
- Su esposo la amaba, pero no comprendía su tristeza y dolor.
- El sacerdote la juzgó mal y la tomó por borracha.
Podemos hacernos una idea de cómo eran las relaciones dentro de la familia de Ana. A menudo, las relaciones familiares pueden ser difíciles en este mundo caído, pero en medio de su familia, Ana resplandece como una mujer de Dios.
Deducimos que Ana vivía momentos en que se sentía muy sola en medio de una familia numerosa. Sin embargo, ella corrió a Aquel que siempre está atento a nuestras oraciones. Ana nos guía al Único en quien siempre podemos hallar comprensión y consuelo.
Dios ha puesto en nuestros corazones espacios que sólo encuentran satisfacción y comprensión en Él. Puede ser que el Señor te haya concedido el mejor de los esposos, pero ni siquiera él comprende los anhelos más profundos y las inquietudes de tu corazón. Solo hay Uno que te ve, te conoce y se compadece. Sé animada con estos Salmos:
«Oh Señor, Tú me has escudriñado y conocido.
Tú conoces mi sentarme y mi levantarme;
Desde lejos comprendes mis pensamientos.
Tú escudriñas mi senda y mi descanso,
Y conoces bien todos mis caminos.
Aun antes de que haya palabra en mi boca,
Oh Señor, Tú ya la sabes toda» (Sal. 139: 1-4).
«Como un padre se compadece de sus hijos,
Así se compadece el Señor de los que le temen.
Porque Él sabe de qué estamos hechos,
Se acuerda de que solo somos polvo» (Sal. 103:13-14).
Quizás tu familia no es exactamente la que tú hubieras elegido, pero el Señor no comete errores y en Su soberanía nos pone justo donde Él quiere, para que mostremos Su gloria en medio de circunstancias difíciles.
A continuación, repasa conmigo algunas características de Ana:
En primer lugar: Ana hace un voto al Señor.
Cuando Ana va al templo hace un voto al Señor, un voto muy radical: le pide un hijo varón y ofrece dedicarlo a Él todos los días de su vida.Dios la bendice y ella queda embarazada.
Recuerda lo que dice la Escrituras: «Cuando haces un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque Él no se deleita en los necios. El voto que haces, cúmplelo».
Ana cumplió su voto y llevó al pequeño Samuel al templo para dejarlo allí. Es impresionante cómo su cántico no exalta el regalo del niño, exalta al Señor, al Dador (lee Lucas 1:46-55; 68-79).
En segundo lugar: Ana fue una mujer de fe.
Ella conocía al Señor, pues su oración revela su intimidad con Dios. Sabía que esta no era su historia, sino una historia mucho mayor, la historia del Ungido de Dios (1 Sa. 2:10).
La fe de Ana la llevó a descansar en Dios. Sus hechos evidencian su confianza en Dios y en la grandeza de su Dios. A pesar de que Elí era muy viejo y sus hijos eran impíos y no tenían conocimiento del Señor, Ana cumplió su palabra porque sabía que Uno más grande cuidaría de este precioso niño; Uno mejor que ella, porque era Suyo. 1 de Samuel 2:26 nos dice:
«Y el niño Samuel crecía en estatura y en gracia para con el Señor y para con los hombres».
Estas fueron las mismas palabras que se usaron años después para referirse al Señor Jesucristo.
En tercer lugar, Ana sabía que su hijo pertenecía a Dios.
Nuestros hijos son un don, un préstamo del Señor; sin embargo, muchas veces nos aferramos al regalo y confundimos el don con el Dador. Nosotras no podemos cuidar a nuestros hijos 24/7/365. Sí, debemos ser responsables y hacer nuestra parte, pero debemos encomendarlos al Viviente que los ve, que los guarda y los cuida donde y cuando nosotras no podemos.
Si lees Génesis 22 encontrarás la historia de otro hijo que fue ofrecido por un padre que confió en Dios; este niño prefiguraba otro Hijo que vendría, a ese que Ana le oraba, el Ungido que también sería entregado.
«El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?» (Rom. 8:32).
Para meditar:
- Nunca debemos demandar de otro ser humano lo que solo Dios puede darnos. ¿Dónde te refugias cuando estás triste? ¿En una amiga, en las redes sociales, en la comida? Llena tú el espacio ______.
- Lee Números 30:1-15. ¿Por qué piensas que Elcana no revocó el voto de Ana?
- Finalmente, responde honestamente estas preguntas. Como madre, ¿vives tu maternidad como si tus hijos fueran de tu propiedad o con la meta de criarlos para Dios y para su gloria? ¿Crias a tus hijos sumergida en el temor o con la confianza de que Dios ya te dio lo más grande, su propio Hijo?
«El Señor juzgará los confines de la tierra, dará fortaleza a Su rey, y ensalzará el poder de Su ungido». -1 Samuel 2:10
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