Día 95 | Jueces 16 - 18
Hoy terminamos de leer la historia de Sansón, un hombre que Dios había llamado, pero que, debido a sus debilidades y pasiones, murió en el intento de cumplir la encomienda que Dios le había dado, siendo aplastado junto con los filisteos y víctima de su propia fortaleza. En medio de todos estos relatos, seguimos viendo el declive moral y religioso del pueblo elegido de Dios.
Sansón era un hombre fuerte físicamente pero muy débil de carácter. De nuevo lo vemos cayendo en la trampa de una mujer engañosa. Su debilidad por las mujeres lo hizo vulnerable ante sus artimañas. Astutamente, dos veces lo convence Dalila de hablar acerca de su debilidad. ¿Cómo seguía cayendo en la trampa si cada vez que confesaba su debilidad venían los filisteos a atacar? A la tercera vez, su alma se angustió hasta la muerte y él le descubrió su corazón. ¡Cuán débil era Sansón! …
Hoy terminamos de leer la historia de Sansón, un hombre que Dios había llamado, pero que, debido a sus debilidades y pasiones, murió en el intento de cumplir la encomienda que Dios le había dado, siendo aplastado junto con los filisteos y víctima de su propia fortaleza. En medio de todos estos relatos, seguimos viendo el declive moral y religioso del pueblo elegido de Dios.
Sansón era un hombre fuerte físicamente pero muy débil de carácter. De nuevo lo vemos cayendo en la trampa de una mujer engañosa. Su debilidad por las mujeres lo hizo vulnerable ante sus artimañas. Astutamente, dos veces lo convence Dalila de hablar acerca de su debilidad. ¿Cómo seguía cayendo en la trampa si cada vez que confesaba su debilidad venían los filisteos a atacar? A la tercera vez, su alma se angustió hasta la muerte y él le descubrió su corazón. ¡Cuán débil era Sansón!
«Lo que mil filisteos no pudieron hacer, fue logrado por la influencia tramposa de una mujer», expresó C.H. Mackintosh.
Bien dice Proverbios: «No codicies su hermosura en tu corazón, ni dejes que te cautive con sus párpados. Porque por causa de una ramera uno [el hombre] es reducido a un pedazo de pan…» (Prov. 6:25-27, énfasis añadido).
Todos los seres humanos, hasta los más fuertes, tienen una debilidad, un punto de quiebre. Satanás conoce cuáles son esas debilidades que nos hacen vulnerables ante sus ataques. Cuando no somos intencionales en obedecer a Dios en lugar de alimentar nuestras pasiones, terminamos destruidas. Las tentaciones vendrán, pero debemos ser intencionales en elegir bien a quién vamos a obedecer.
Sansón aún confiaba en su fortaleza. En su ceguera y testarudez ni siquiera se había dado cuenta de que el Señor se había apartado de él. Él vivió para perseguir sus pasiones en lugar de rendir su vida a los propósitos de Dios.
Este era el problema central en la historia de Israel de aquellos tiempos: «En aquellos días no había rey en Israel. Cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus propios ojos» (17:6).
Por ello se va dando una decadencia espiritual y moral cada vez más marcada y profunda. Cuando no tenemos a Dios, no tenemos norte, y cada cual vive su propia verdad y hace como bien le parece.
Y en medio de esta decadencia nos encontramos con una familia idólatra, donde una mamá decide «dedicar un dinero al Señor» haciendo una imagen de talla para su hijo, Micaía, quien le había robado. El Señor había hablado claramente acerca de hacer ídolos, y ella quería hacer uno «para dedicarlo a Jehová» (vv. 17:1-4). Parece algo absurdo y hasta cómico, pero ¿cuántas veces nosotras decimos que queremos hacer algo para el Señor cuando en realidad es algo que sabemos que Dios no aprueba?
Luego vemos a Micaía tener en su casa dioses, terafines, consagrar a uno de sus hijos como sacerdote (sin ser de la tribu de Levi) y luego contratar a su propio levita personal como sacerdote, quien lejos de confrontar a Micaía con su corrupción religiosa, acepta sus beneficios. Resulta obvio que tanto Micaía como el levita desconocían al Señor y Sus caminos. Una gran confusión y desvirtuación de la adoración que conduce a la idolatría de toda una tribu. Es asombrosa la influencia que puede tener una sola persona sobre el estado espiritual de otros.
«Hay camino que al hombre le parece derecho, pero al final, es camino de muerte». -Prov 14:12
Lee con detenimiento los versículos 18:30-31. Jonatán, quien fue sacerdote de la tribu de Dan y que contribuyó a levantar la imagen tallada robada de Micaía, era hijo de Gersón, el hijo de Manasés, quien era un hombre de Dios. No importa cuán piadosos sean los padres, la fe no se transmite de una generación a otra de manera natural. Debemos ser intencionales como padres de llevar a cabo la encomienda de pasar este legado de una generación a otra.
Para meditar:
- Lee Proverbios 7 a la luz de la conducta de Dalila. ¿Qué similitudes ves?
- ¿Cómo usas tu influencia como mujer? ¿La usas para derribar o para edificar?
- ¿Has conocido a alguien que confía tanto en sí mismo y en sus habilidades, que vive tan enfrascado en sí mismo al punto de perder de vista a Dios? ¿Te ha sucedido a ti?
- ¿Has rendido tu vida a Cristo o aún sigues alimentando las pasiones de la carne? ¿Cómo te advierten estos relatos?
- Lee la reacción de Micaía ante el hurto de los hijos de Dan en los versículos 18:23-24. ¿Dónde tenía Micaía su confianza?
- ¿Y tú? ¿En qué dioses has puesto tu confianza? ¿En el Dios verdadero o en dioses de tu propia fabricación?
«En aquellos días no había rey en Israel. Cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus propios ojos». - Jueces 17:6
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