Día 87 | Josué 19 – 21
El capítulo 19 es la continuación de la repartición por suerte de la tierra que faltaba. En esta ocasión se asignó tierra para la tribu de Simeón, Zabulón, Isacar, Aser, Neftalí, Dan y por último, se menciona el territorio que le fue asignado a Josué dentro de su misma tribu. Recordemos que por mandato de Dios, él tenía su propia tierra, no era simplemente habitar entre los de su tribu, sino que tenía su heredad, la que él pidió en medio de ellos.
Tenemos un refugio seguro
El capítulo 20 es la designación de 6 ciudades de refugio, el Señor había mandado a Moisés que estableciera estas ciudades una vez que hubieran poseído la tierra prometida (Nm. 35:9–34). Una ciudad de refugio era como un programa de protección criminal antiguo. Si un israelita mataba a alguien de forma accidental, no era sometido a una pena de muerte inmediata, sino que …
El capítulo 19 es la continuación de la repartición por suerte de la tierra que faltaba. En esta ocasión se asignó tierra para la tribu de Simeón, Zabulón, Isacar, Aser, Neftalí, Dan y por último, se menciona el territorio que le fue asignado a Josué dentro de su misma tribu. Recordemos que por mandato de Dios, él tenía su propia tierra, no era simplemente habitar entre los de su tribu, sino que tenía su heredad, la que él pidió en medio de ellos.
Tenemos un refugio seguro
El capítulo 20 es la designación de 6 ciudades de refugio, el Señor había mandado a Moisés que estableciera estas ciudades una vez que hubieran poseído la tierra prometida (Nm. 35:9–34). Una ciudad de refugio era como un programa de protección criminal antiguo. Si un israelita mataba a alguien de forma accidental, no era sometido a una pena de muerte inmediata, sino que debía huir a la ciudad de Dios apartada para ellos. Allí podían estar a salvo hasta que se les juzgará inocentes o hasta la muerte del sumo sacerdote vigente. Cuando esto sucedía, esas personas podían regresar a sus regiones sin temor alguno a represalias.
Todas hemos cometido una falta contra otros, y quizá alguna diga: «Bueno, pero yo no he llegado al punto de matar a alguien». Permíteme recordarte que sí, todas somos culpables de la muerte de un inocente. Todas nosotras, a causa de nuestro pecado, teníamos una deuda con Dios y esa deuda de pecado nos separaba de Él por la eternidad, sin embargo, el sacrificio de Su inocente Hijo unigénito en la cruz, trajo reconciliación entre Dios y los hombres.
Lo sorprendente de esto es que, el haber sido culpables de la muerte de Cristo por nuestro pecado, no nos alejó de Él, no fue necesario buscar un lugar para escondernos hasta que se nos juzgara inocentes (que de hecho no lo éramos). Antes bien, por Su increíble gracia, por Su inmensurable e inexplicable amor, podemos correr a Él como nuestra ciudad de refugio, nuestro lugar seguro, aquel lugar en el que seremos acogidas si recibimos por fe Su sacrificio en la cruz a nuestro favor y nos arrepentimos de nuestra pecaminosa manera de vivir. El sacrificio de Cristo no solamente lo convierte en nuestro Salvador, también en nuestro refugio.
Quiero compartirte algunos pasajes de las Escrituras que nos recuerdan que tenemos un refugio seguro en nuestro eterno Padre celestial y en Su Hijo. Si así lo deseas, puedes escribir estos versículos en tarjetas y ponerlos en lugares visibles para que puedas ser constantemente recordada de que tienes un refugio confiable en el Señor.
«Alma mía, espera en silencio solamente en Dios, pues de Él viene mi esperanza. Solo Él es mi roca y mi salvación, mi refugio, nunca seré sacudido. En Dios descansan mi salvación y mi gloria; la roca de mi fortaleza, mi refugio, está en Dios. Confíen en Él en todo tiempo, oh pueblo; derramen su corazón delante de Él; Dios es nuestro refugio». –Salmos 62:5–8
«Pero alégrense todos los que en Ti se refugian; para siempre canten con júbilo, porque Tú los proteges; regocíjense en Ti los que aman Tu nombre». –Salmos 5:11
«“Yo te amo, Señor, fortaleza mía”. El Señor es mi roca, mi baluarte y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio; mi escudo y el poder de mi salvación, mi altura inexpugnable». –Salmos 18:1–2
«Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones». –Salmos 46:1
«Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar». –Mateo 11:28
¡Una herencia que no perece!
En el capítulo 21 encontramos la repartición de 48 ciudades para los levitas, entre ellas estaban las 6 ciudades de refugio. Este es el mandato que el Señor dejó en cuanto a dónde habitarían los levitas y cuál sería su herencia:
«Manda a los israelitas que de la herencia de su posesión den a los levitas ciudades en que puedan habitar; también darán a los levitas tierras de pasto alrededor de las ciudades. Las ciudades serán suyas para habitar; y sus tierras de pasto serán para sus animales, para sus ganados y para todas sus bestias». –Números 35:2–3
«Los sacerdotes levitas, toda la tribu de Leví, no tendrán porción ni heredad con el resto de Israel. Ellos comerán de las ofrendas encendidas al Señor y de Su porción. No tendrán heredad entre sus hermanos; el Señor es su heredad, como les ha prometido». –Deuteronomio 18:1–2
Los levitas, por mandato de Dios, no tenían heredad entre las demás tribus (Nm. 18:23), no tenían un territorio terrenal que podían llamar «suyo», sin embargo, Jehová les dice «el Señor es su heredad». ¿Qué mejor que tener una heredad que no perece? ¿Qué mejor que tener a Dios mismo como su heredad?
Y hermanas, por la salvación tan grande que tenemos quienes hemos depositado toda nuestra fe en el sacrificio de Cristo a nuestro favor, también tenemos una herencia que no perece, una esperanza segura, y esta no se encuentra en nada aquí en la tierra. No nos pongamos cómodas, no hagamos de este mundo y las posesiones materiales que podamos obtener el fin último. Aguardemos aquella herencia que nos está siendo preparada en los cielos.
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según Su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para ustedes». -1 Pedro 1:3 y 4
Para meditar:
- Y tú, ¿tienes ubicado tu lugar de refugio? Si has reconocido a Cristo como tu único y suficiente Salvador, hoy puedes correr a Él.
- ¿Qué es aquello que tu corazón más atesora? ¿Son tesoros en esta tierra? ¿O aguardas más aquella morada que Cristo está preparando para nosotras la cual es más valiosa que cualquier tesoro por estar Dios mismo ahí?
«Y el Señor les dio reposo en derredor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres. Ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente; el Señor entregó a todos sus enemigos en sus manos. No faltó ni una palabra de las buenas promesas que el Señor había hecho a la casa de Israel. Todas se cumplieron». –Josué 21:44–45
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