Día 78| Deuteronomio 24-27
¿Has pensado alguna vez en cuántos matrimonios terminan en divorcio? He estado leyendo que en España, donde resido, 3 de 5 matrimonios acaban de esta manera. Pero en Estados Unidos no es diferente, entre el 40 y un 50 % de ellos terminan igual. No tenemos estadísticas de América Latina, pero sabemos que no debe ser muy diferente.
Estos capítulos nos enseñan que todo comenzó en Israel, cuando Cristo fue cuestionado sobre el divorcio, les respondió a los israelitas en Mateo 19:8: «Por la dureza de su corazón Moisés les permitió a ustedes divorciarse de sus mujeres; pero no ha sido así desde el principio». Y les recuerda, y a nosotras por igual, que en el principio el plan de Dios no fue este. El matrimonio es un pacto de compañía para toda la vida, solo Dios separa lo que Él une. Pero la maldad del hombre y la dureza …
¿Has pensado alguna vez en cuántos matrimonios terminan en divorcio? He estado leyendo que en España, donde resido, 3 de 5 matrimonios acaban de esta manera. Pero en Estados Unidos no es diferente, entre el 40 y un 50 % de ellos terminan igual. No tenemos estadísticas de América Latina, pero sabemos que no debe ser muy diferente.
Estos capítulos nos enseñan que todo comenzó en Israel, cuando Cristo fue cuestionado sobre el divorcio, les respondió a los israelitas en Mateo 19:8: «Por la dureza de su corazón Moisés les permitió a ustedes divorciarse de sus mujeres; pero no ha sido así desde el principio». Y les recuerda, y a nosotras por igual, que en el principio el plan de Dios no fue este. El matrimonio es un pacto de compañía para toda la vida, solo Dios separa lo que Él une. Pero la maldad del hombre y la dureza de corazón es la misma desde el inicio. Debemos pedir a Dios que nos sensibilice al pecado, a no ver el divorcio como una salida o algo natural, porque es lo que es normal hoy día. Una oración que debemos hacer es: «Dame tus ojos para ver el mal».
Oremos que nuestra mente pueda ser renovada siempre por Su verdad, que nuestros pensamientos puedan ser traídos a Cristo, que no sean nuestras preferencias o nuestro punto de vista o de esta cultura lo que permee nuestra mente y manera de actuar. Que no busquemos nunca justificar el pecado en nosotras o en otros.
Continuamos y vemos cómo Dios sigue protegiendo la vida humana porque cada uno de nosotros tiene Su imagen, es creado a Su imagen. Cuidar del pobre, huérfano, el que es vulnerable, que no tiene cómo defenderse; una vez más Dios legisla enseñado a actuar con misericordia y justicia, mostrando siempre Su carácter. Y Él espera lo mismo de nosotras. Habrá múltiples situaciones en las que debemos mostrar el fruto de una relación íntima con Él.
Un punto importante es que Dios advierte a no olvidar a los amalecitas, recordándoles cuando les salieron al encuentro en el camino para hacerles mal mientras ellos estaban cansados y agotados. No se trata de no perdonar y ser rencorosos con quien nos hizo mal, porque sería una contradicción a toda la revelación de Dios. Esta es una advertencia de no olvidar que este pueblo nunca se arrepintió y no se volvió al Señor, optando por ser rebeldes a Dios. Por eso Dios les ordena que castiguen su maldad. ¿Te parece cruel esto? Te confieso que podemos leer pasajes como este y pensar que el castigo era muy grande al destruir una nación entera. Muchos encuentran a Dios cruel por esto, pero siempre recuerda que no somos la medida de la justicia, Dios lo es. Nuestro corazón es pecador, perverso, aunque no estemos apercibidos de esto. Dios es el que es perfecto, que ha extendido misericordia a millares y es el dueño de todas las almas. Su paciencia tiene límite. Lo tuvo con Amalec y lo tendrá con los que no le busquen e ignoren Su llamado a volverse a Él.
Si te das cuenta, en el capítulo 27 ya no es solo Moisés que habla al pueblo, los ancianos de Israel se unen a él y ordenan a Israel que al pasar el Jordán levanten piedras que blanquearían con cal y en ellas escribirían la ley dada por Dios. ¡Qué impresionante debió ser este memorial y un recordatorio constante de Su ley para ellos!
Hoy nosotras tenemos la Biblia, la cual nos guía a toda la verdad y nos recuerda cómo hemos de andar. Apartarse de Dios, hacer daño al prójimo e ignorar la ley de Dios implicaba traer maldición. Jesús siglos después dijo que los dos grandes mandamientos resumen esta enseñanza:
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas» (Mt. 22:37-40).
Para meditar:
- Podemos dar gracias a Dios porque tuvo compasión y abrió nuestros ojos a nuestra maldad cuando éramos como los amalecitas, nos perdonó y adoptó como sus hijas.
- Debemos clamar por aquellos que no le conocen, que se rebelan contra Dios todo el tiempo. Aquellos cercanos a nuestro corazón y los que no son tan allegados o no conocemos, pero que como Nínive, un día puedan llorar su pecado y volverse al Señor.
- Pidamos al Señor poder amar la misericordia, y como Él, amar la justicia también.
- Que podamos tener una idea correcta de Sus atributos, ninguno es mayor que el otro. Y que podamos alabarlo y amarlo conociendo lo que nos revela de Su carácter. Amar al Dios de las Escrituras y no de nuestra mente.
«El Señor tu Dios te manda hoy que cumplas estos estatutos y ordenanzas. Cuidarás, pues, de cumplirlos con todo tu corazón y con toda tu alma. Has declarado hoy que el Señor es tu Dios y que andarás en Sus caminos y guardarás Sus estatutos, Sus mandamientos y Sus ordenanzas, y que escucharás Su voz». -Deuteronomio 26:16-17
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