Día 77| Deuteronomio 21-23
Mientras avanzamos en este viaje a tomar la tierra junto a Moisés e Israel, vemos que este continúa su discurso dando instrucciones a Israel de parte de Dios. Es importante recordar que las leyes venían de Dios mismo y no del corazón de Moisés. Y como hemos visto hasta ahora, en especial en Deuteronomio 16, nuestro Dios es un Dios que desea que recordemos las grandes cosas que Él ha hecho por nosotros y Su fidelidad. Por eso Él había ordenado hacer tres celebraciones o memoriales.
Ahora, en la medida en la que se acercan, ya no solo son los recordatorios lo que debe Israel (y nosotras por igual) tener en mente, sino que ahora Moisés empieza a darles instrucciones para cuando se presenten problemas y conflictos entre ellos, sabiendo que ciertamente vendrían. Aunque Dios los libraba, recuerda que el corazón del hombre es pecaminoso y no vivirían en …
Mientras avanzamos en este viaje a tomar la tierra junto a Moisés e Israel, vemos que este continúa su discurso dando instrucciones a Israel de parte de Dios. Es importante recordar que las leyes venían de Dios mismo y no del corazón de Moisés. Y como hemos visto hasta ahora, en especial en Deuteronomio 16, nuestro Dios es un Dios que desea que recordemos las grandes cosas que Él ha hecho por nosotros y Su fidelidad. Por eso Él había ordenado hacer tres celebraciones o memoriales.
Ahora, en la medida en la que se acercan, ya no solo son los recordatorios lo que debe Israel (y nosotras por igual) tener en mente, sino que ahora Moisés empieza a darles instrucciones para cuando se presenten problemas y conflictos entre ellos, sabiendo que ciertamente vendrían. Aunque Dios los libraba, recuerda que el corazón del hombre es pecaminoso y no vivirían en la tierra sin problemas entre ellos. El Señor les da formas honrosas para lidiar con situaciones pecaminosas, en especial cuando no se conoce el culpable. Les pidió que los ancianos de la ciudad trajeran una novilla, quebraran su cuello y lavaran sus manos sobre ella y pidieran al Señor no culpar la sangre inocente del pueblo (Dt. 21:1-9).
Leyendo qué debían hacer en este caso me recuerda que la sangre de un inocente siempre es la paga por el pecado; lo fue desde el huerto cuando Dios cubrió a nuestros padres con la piel de un animal, hasta el Calvario donde Jesús dio Su vida y derramó su sangre por ti y por mí. Todo en este libro apunta a esa salvación tan grande que vendría por Cristo. En ese momento, la ley les mostraba su pecado, pero a nosotras Jesús se nos ha revelado y es Su sacrificio y no el de un cordero o novilla que nos limpia de toda maldad, cuando confesamos nuestro pecado a Él (1 Jn. 1:9).
Pueden llamarte la atención las reglas dadas al tomar una mujer que fuera cautiva. Recuerda que en esta sociedad, el matrimonio era arreglado entre padres, pero al Dios ordenar que ella guardara luto por un mes y que cumpliera con ciertos requisitos, Dios estaba honrando a esta mujer, evitando que fuera tratada sin dignidad. Y de igual manera, Dios regula sobre las relaciones íntimas, cuando son fuera del matrimonio. Consentir en el acto de fornicación podía costar la vida; para el Señor, la pureza y la santidad en las relaciones íntimas es un tema serio. Y aunque se nos ha concedido tanta gracia y misericordia en Jesús, el espíritu de la ley es el mismo entonces y ahora. ¿Recuerdas el corazón tierno de Cristo cuando la mujer encontrada en adulterio fue llevada a Jesús? Ella halló gracia a Sus ojos, pero Jesús, contundente en su mensaje y llamado a la santidad, le dijo: «Vete y no peques más» (Jn. 8:11).
Vemos una serie de regulaciones en este sentido, que por su carácter ceremonial entonces, hoy no tienen aplicación para nosotras, ya que eran leyes para Israel como nación. Sin embargo, mientras leía, pude ver que es mucho lo que se puede meditar y aprender, y debemos preguntarnos: ¿qué quiere decirnos Dios en estos capítulos? ¿Qué nos quiere enseñar?
Para meditar:
- Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Heb. 13:8). Su carácter, santidad y pureza no cambian o disminuyen un ápice, por lo tanto, debemos vivir de forma santa porque Él lo es. En ese momento Israel no tenía la revelación completa de Dios, pero nosotras sí la tenemos en la Biblia.
- Nuestra relación con los hombres a nuestro alrededor debe ser pura, sin dar ocasión a ninguna tentación. Este mundo nos invita a incitar y provocar, pero nuestro andar siempre debe reflejar la pureza de nuestro Salvador y Señor.
- Dios nos ha lavado de TODOS nuestros pecados si hemos puesto nuestra confianza en Cristo; y no importa cuáles o cuántos son, Su sangre representada en la de esa novilla, limpió toda nuestra maldad, pero la Suya es la que quita el pecado del mundo, y nos viste con Su justicia.
- Las relaciones íntimas son algo sagrado para Dios, creadas por Él para nuestro disfrute; no obstante, dentro del marco del matrimonio. Él perdona los pecados pasados en esta área, ¡claro que sí! Pero luego nos invita a vivir en la pureza de un matrimonio sin pecado, de un lecho matrimonial sin deshonra, que es Su voluntad. Y si no estás casada, tu esposo es el Señor, para quien debes guardarte pura en pensamientos y acciones, amada.
- La esperanza que Dios nos da constantemente al leer este libro nos recuerda que estamos bajo la gracia, no bajo la ley como Israel. Vamos camino a una Patria Celestial, no un territorio terrenal. Como Israel por esa tierra, también tenemos una lucha, pero la nuestra no es contra un enemigo visible. Efesios 6:12 nos recuerda que «nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes». Pero Cristo pelea por nosotras y está comprometido a llevarnos a Casa junto a Él. Una casa que fue a preparar para Sus hijos cuando partió al cielo. Nuestra esperanza es más segura que nunca, amada, y debemos fortalecernos en ella cada día. ¡Anhela el cielo! ¡Anhela Su presencia! Allí no habrá más lucha contra el pecado en nosotras, sino el disfrute eterno de una verdadera Patria Celestial y el reposo de nuestras almas.
«“Perdona a Tu pueblo Israel, al cual has redimido, oh Señor, y no culpes de sangre inocente a Tu pueblo Israel”. Y la culpa de la sangre les será perdonada. Así limpiarás la culpa de sangre inocente de en medio de ti, cuando hagas lo que es recto a los ojos del Señor». -Deuteronomio 21:8-9
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