Día 72| Deuteronomio 5-7
Moisés ha empezado a enseñar la ley a los hijos del desierto, como me gusta llamarles. La ley primeramente fue dada a sus padres, quienes no fueron fieles en cumplirla ni en traspasarla a sus hijos, quedando sepultados en el desierto (Dt. 1:34-39). En este segundo discurso de Moisés, la ley les es enseñada con la advertencia de no pecar como lo hicieron sus padres. Moisés sabía que su final estaba cerca, y una y otra vez les llama a ser diligentes.
Dios nos hace ese mismo llamado hoy. Debemos seguirlo sin desviarnos, no por el sol o la luna, sino con dioses más sofisticados, dioses de nuestro tiempo. Dioses que no se ven, pero que atrapan y dominan nuestro corazón. Pueden ser las redes, una pasión, un hobby, el control, el trabajo o mi propia comodidad. Un ídolo es todo lo que pueda ocupar el lugar de …
Moisés ha empezado a enseñar la ley a los hijos del desierto, como me gusta llamarles. La ley primeramente fue dada a sus padres, quienes no fueron fieles en cumplirla ni en traspasarla a sus hijos, quedando sepultados en el desierto (Dt. 1:34-39). En este segundo discurso de Moisés, la ley les es enseñada con la advertencia de no pecar como lo hicieron sus padres. Moisés sabía que su final estaba cerca, y una y otra vez les llama a ser diligentes.
Dios nos hace ese mismo llamado hoy. Debemos seguirlo sin desviarnos, no por el sol o la luna, sino con dioses más sofisticados, dioses de nuestro tiempo. Dioses que no se ven, pero que atrapan y dominan nuestro corazón. Pueden ser las redes, una pasión, un hobby, el control, el trabajo o mi propia comodidad. Un ídolo es todo lo que pueda ocupar el lugar de Dios en nuestro corazón, en nuestros pensamientos y afectos. ¿Lo habías visto de esta manera? Es difícil vernos en esta realidad.
Y en estos dos capítulos vemos de nuevo el llamado a huir de la idolatría, como nos dice Juan en una de sus cartas: «Hijos, aléjense de los ídolos» (1 Jn. 5:21). Así que, este mandamiento no fue para el Israel del desierto, sino para el pueblo de Dios en todo tiempo.
Una parte que me cautiva es «Escucha, oh Israel», el inicio del Shemá que los hebreos oraban y aún hoy lo hacen los más fieles varias veces al día con Deuteronomio 6:4-9. Significa que Dios es uno y debe ser amado con todas las fuerzas y con toda el alma.
El verso 8 dice: «Las atarás como una señal a tu mano y serán por insignias entre tus ojos». Para tener esto muy presente, los hebreos escribían esta porción en los dinteles de las puertas de sus casas y ataban estas palabras a sus brazos. Esta oración se hace en la mañana y antes de dormir, y más aún antes del momento de la muerte. Para ellos era un recordatorio de que Dios estaba a su lado en todo momento.
Hoy no tenemos que repetir varias veces al día como ellos esta porción, pero el corazón de la enseñanza sí permanece para nosotras. Dios debe ser parte de cada momento en mi día y así debo enseñarlo a mis hijos, Dios debe ser el centro de nuestra vida y debemos vivir conforme a la fe que profesamos. Nos enseña a vivir en Su presencia, Coram Deo, delante de Su rostro.
Esto es tan importante, pues Jesús mismo le recordó a Israel esta enseñanza nuevamente más adelante en el Nuevo Testamento citándola en Mateo 22:37. En Lucas 10:27 Jesús reitera el mandato, pero ampliando el amor al prójimo como a nosotros mismos. Los dos mandamientos en el que se resume toda la ley. Este recordatorio es igual de relevante para ti y para mí.
Si lo piensas, esto choca de frente con el pensamiento individual y egoísta de nuestra generación, pero Dios nos lleva a transformar nuestro pensamiento para vivir de acuerdo a Su voluntad (Ro. 12:1-2).
En el caso de Israel, Dios era también su libertador del cautiverio, su rey y capitán. Ellos eran diferentes a las demás naciones a su alrededor por esto, y Dios se lo recuerda una y otra vez. ¿No es igual con nosotras? Solo puedo pensar que me ha libertado del Egipto espiritual en que vivía, del dominio del pecado, de vivir solo centrada en mis deseos sin tenerlo en cuenta. De igual manera, al libertarme, Él pide mi amor, mi entrega y mi obediencia como gratitud y es la evidencia de pertenecer a Él.
Amo pensar que la comunión con Dios se da desde lo cotidiano, no necesitando irnos de retiro o llevando una vida monástica como se pensó siglos atrás. Debo tomar un tiempo de sentarme a sus pies cada día con Su Palabra y en oración, pero eso no se limita solo a ese momento.
Dios me ha dado ciudades que no construí, viñas que no planté, porque todo lo que puedo tener viene únicamente de su mano y es con sus fuerzas que puedo tenerlo. Amada, tu trabajo, tu familia, tus hijos, tu iglesia, amigos, tu soltería, el ministerio en que puedas servirle, tus estudios y todo en tu vida es parte del plan y de la providencia de Dios para ti. Nada viene de tus manos ni de las mías.
Aun cuando camines por el desierto, si es el caso, no vas sola. Nada es más difícil que tratar de atravesar las arenas espesas, ardientes y profundas, y más con el sol en tu contra. Las pruebas son así para transformarnos, pero Dios es nube como sombra sobre ti y columna de fuego en la noche oscura. Si estás ahora en un tiempo como este, Jeremías 29:11 trae consuelo en que «sus planes son de bienestar y no de calamidad, para darnos un futuro y una esperanza» (énfasis añadido).
Puedes ver ese futuro con fe, con la certeza de que esperas lo que todavía puedes ver (He 11:1).
Para meditar:
- ¿Puedes identificar ídolos en tu vida?
- ¿Cuáles son aquellas cosas que compiten en tu corazón para amar al Señor tu Dios con todo tu corazón?
- ¿Cómo está tu amor para con tu prójimo?
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza». -Deuteronomio 6:5
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