Día 71 | Deuteronomio 3-4
El día de ayer vimos que Moisés inicia el recorrido a la tierra que Dios le dará a Su pueblo. Les recordó la importancia de obedecer, pero también los mandó a no dejarse llevar por la tentación de cambiar en forma alguna lo que Él había mandado. Él les dijo: «Ustedes no añadirán nada a la palabra que yo les mando, ni quitarán nada de ella, para que guarden los mandamientos del Señor su Dios que yo les mando» (Dt. 4:2).
Dios nos advierte como a ellos la importancia de no adulterar su Palabra, de no acomodarla a lo que queremos justificar. Hoy vivimos en un tiempo donde la iglesia busca muchas veces reinventar lo que Dios ha dicho y como a Israel, Dios nos manda a seguir fielmente Su enseñanza.
En estos capítulos, Moisés les recuerda que Dios es más grande que cualquier cosa que Él pide de nosotros. …
El día de ayer vimos que Moisés inicia el recorrido a la tierra que Dios le dará a Su pueblo. Les recordó la importancia de obedecer, pero también los mandó a no dejarse llevar por la tentación de cambiar en forma alguna lo que Él había mandado. Él les dijo: «Ustedes no añadirán nada a la palabra que yo les mando, ni quitarán nada de ella, para que guarden los mandamientos del Señor su Dios que yo les mando» (Dt. 4:2).
Dios nos advierte como a ellos la importancia de no adulterar su Palabra, de no acomodarla a lo que queremos justificar. Hoy vivimos en un tiempo donde la iglesia busca muchas veces reinventar lo que Dios ha dicho y como a Israel, Dios nos manda a seguir fielmente Su enseñanza.
En estos capítulos, Moisés les recuerda que Dios es más grande que cualquier cosa que Él pide de nosotros. Og era un gigante que atemorizaba a Israel, y así hoy nosotros tenemos gigantes que debemos enfrentar en nuestras vidas. Si confiamos en Él y entregamos nuestro temor a Su cuidado recordando la promesa de Su presencia, Él vencerá por igual a los anaceos o gigantes de nuestra vida (Dt. 2:10).
Leyendo este capítulo me pregunto, ¿por qué era tan temible Og para los Israelitas? Un diccionario bíblico nos da una visión real de la causa de este temor:
«Og era uno de los gigantescos refaím. De hecho, su inmenso féretro de hierro (posiblemente un sarcófago de basalto negro) medía casi cuatro metros de longitud por dos de anchura (Dt 3:11, nota.)». La cama que se menciona puede haber sido su féretro.
Es impresionante la estatura que este hombre tenía, ¡la altura de una casa promedio es de unos tres metros, y Og medía casi cuatro metros de altura! Me imagino lo terrorífico que es estar delante de un hombre así y más en medio de una batalla. Israel debió no solo tener temor, ¡sino terror! Además de su estatura y ejército, su dominio era de más de 60 ciudades amuralladas. Para un pueblo nómada que solo conocía el desierto y no poseía armas de guerra, esto era una verdadera prueba de confiar en Dios. Pero como el Señor va siempre delante de los Suyos como rey y capitán, Og fue derrotado con poder.
De la misma manera que Sehón y Og fueron derrotados, así lo son los gigantes de nuestra vida. Esos que atacan sigilosamente nuestros pensamientos en la noche, de forma muchas veces catastrófica. A veces su ataque es directo cuando nos agobiamos porque pensamos que la situación que atravesamos es más alta que el Monte Everest, o cuando las pruebas parecen insalvables y el temor puede paralizarnos. Entonces necesitamos traer Su verdad a nuestra mente y recordar, que «en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor» (1 Jn. 4:18a), o como decía David: «El día en que temo, yo en Ti confío» (Sal 56:3).
El temor es algo que es parte de nuestra naturaleza humana, creado así por Dios para poder sobrevivir, para que podamos responder ante el peligro dándonos adrenalina para reaccionar, pero no fue diseñado para dominarnos y controlar nuestra mente. La derrota de este rey llevó a que el territorio que poseía fuera ocupado por la tribu de Manasés, dando inicio a la repartición de la tierra. Israel estaba viendo con sus ojos y comprobando la fidelidad de Dios para con ellos.
Dios nos enseña que Él pelea nuestras batallas y nuestra confianza en Su providencia en medio de las circunstancias que se ven demasiado difíciles y hasta a veces insalvables en nuestra vida muestran Su poder y gloria a los que nos rodean. Pero esto demanda de nosotras conocer su Palabra para poder confiar. Requiere rendir nuestros pensamientos recordando Sus promesas, Su amor y fidelidad. Demanda nuestra rendición total (2 Co. 10:5).
Siempre tendremos gigantes durante nuestra vida, pero su derrota siempre debe ser recordada con alabanzas y gratitud en nuestra mente y corazón. El Dios que libró esa batalla dando victoria a Israel, es el que dio a Su Hijo por ti y por mí.
¿Cómo no peleará por nosotras también en nuestras luchas? ¿Cómo permanecerá indolente cuando le clamamos? Israel recordó por siglos esta victoria de Dios y cantó alabanzas haciendo memoria de ella, lo que incrementaba su confianza y daba gloria a Dios por Su fidelidad con ellos.
Al que hirió a grandes reyes,
Porque para siempre es Su misericordia;
Y mató a reyes poderosos,
Porque para siempre es Su misericordia;
A Sehón, rey de los amorreos,
Porque para siempre es Su misericordia,
Y a Og, rey de Basán,
Porque para siempre es Su misericordia;
Y dio la tierra de ellos en heredad,
Porque para siempre es Su misericordia.
-Salmos 136:17-21
Para meditar:
- Recuerda las batallas que el Señor ha ganado por ti y ven a Él con un corazón agradecido.
- Medita y memoriza el siguiente versículo:
«Porque, ¿qué nación grande hay que tenga un dios tan cerca de ella como está el Señor nuestro Dios siempre que le invocamos?». -Deuteronomio 4:7
«Ustedes no añadirán nada a la palabra que yo les mando, ni quitarán nada de ella, para que guarden los mandamientos del Señor su Dios que yo les mando». -Deuteronomio 4:2
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