Día 50 | Levítico 19 - 21
El pueblo judío estaba llamado a ser santo, a estar separado de las demás culturas, simplemente por ser el pueblo elegido de Dios. Pero los sacerdotes, los encargados de presentar ofrendas por el pueblo, tenían mayor responsabilidad de vivir una vida de separación; una vida piadosa y ejemplar delante del pueblo. Ellos debían abstenerse de ciertas actividades cotidianas debido a su alto llamado como mediadores entre el pueblo y Dios. No solo debían ser santos en su manera de vivir, sino que debían ser perfectos físicamente, así como también la ofrenda debía ser perfecta.
Como hemos visto hasta aquí, todas estas regulaciones y requisitos no eran más que recordatorios tangibles de cuán santo es Dios. El pueblo debía entender el grado de separación que debía existir entre el pueblo de Dios y los demás pueblos, así como el peso de la santidad de Dios.
Levítico 19 tiene muchas ordenanzas que …
El pueblo judío estaba llamado a ser santo, a estar separado de las demás culturas, simplemente por ser el pueblo elegido de Dios. Pero los sacerdotes, los encargados de presentar ofrendas por el pueblo, tenían mayor responsabilidad de vivir una vida de separación; una vida piadosa y ejemplar delante del pueblo. Ellos debían abstenerse de ciertas actividades cotidianas debido a su alto llamado como mediadores entre el pueblo y Dios. No solo debían ser santos en su manera de vivir, sino que debían ser perfectos físicamente, así como también la ofrenda debía ser perfecta.
Como hemos visto hasta aquí, todas estas regulaciones y requisitos no eran más que recordatorios tangibles de cuán santo es Dios. El pueblo debía entender el grado de separación que debía existir entre el pueblo de Dios y los demás pueblos, así como el peso de la santidad de Dios.
Levítico 19 tiene muchas ordenanzas que se desprenden directamente de los 10 mandamientos que vimos en Éxodo 20. Hay una en particular en los versos 9 al 10 que, cuando leí la Biblia por primera vez, tuvo un gran impacto en mí. Antes de venir a Cristo, mi esposo y yo solíamos contar cada centavo. Recuerdo que teníamos un recipiente de vidrio donde guardábamos monedas pequeñas y centavos. Ese dinero lo íbamos acumulando para «no desperdiciar ni un céntimo». Estos versículos abrieron mis ojos a mi codicia; me vi reflejada allí. Desde ese día en adelante mantenemos las monedas sobrantes en el carro para darlo a las personas que encontramos en la calle. Este mandato lo vemos claramente puesto en práctica en el libro de Rut.
El libro de Levítico nos recuerda una y otra vez que Dios juzga el pecado. La idolatría. Jurar falsamente. Inmoralidad. Adulterio. Codicia. Robo. Mentira. Opresión de los más vulnerables. Injusticia. Chismes. Calumnias. Venganza. Rencor. Hechicería. Adivinación. Irrespeto a los ancianos. Balanzas injustas. Sacrificar a los hijos en altares de otros dioses…
Esto era rampante entre el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y es igual en nuestros días. El corazón del hombre sigue siendo el mismo.
Para meditar:
- ¿Eres culpable de algunos de estos pecados listados más arriba?
- ¿Ante qué «ídolos» sacrificamos a nuestros hijos hoy?
- ¿Qué razón le dio Dios al pueblo por la que debían abandonar la práctica de sus pecados? (Lee Levítico 20:22-26)
- Lee 1 Corintios 6:1-9 y 1 Tesalonicenses 4:1-8. ¿Cuáles similitudes puedes encontrar en estos textos con relación a la porción de hoy?
- Ciertamente la «paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23), pero cuando venimos a Cristo en arrepentimiento y fe, Él nos recibe y nos lava de toda maldad.
«Santifíquense, pues, y sean santos, porque Yo soy el Señor su Dios». -Levítico 20:7
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