Día 341 | Hechos 20:1-3; Romanos 1-3
Hoy comenzamos el estudio de uno de los libros más extraordinarios de la Biblia: Romanos. Este libro no solo es rico en contenido doctrinal, sino también uno de los más influyentes y controversiales de las Escrituras. Personalmente, su estudio profundo marcó un antes y un después en mi vida espiritual. Cada creyente debería sumergirse en él, ya que contiene tesoros invaluables para nuestra fe. Como dice John MacArthur: «Romanos puede deleitar al lógico más brillante y cautivar la mente del genio más consumado, pero también traerá lágrimas a los ojos del alma más humilde y refrigerio a la mente más simple». Yo me encuentro entre los sencillos, aquellos que, al leerlo, no pueden hacer otra cosa que agradecer a Dios por Su inexplicable gracia hacia alguien como yo.
Contexto histórico y cronológico de Romanos
El apóstol Pablo es el autor de Romanos, quien lo escribió alrededor del …
Hoy comenzamos el estudio de uno de los libros más extraordinarios de la Biblia: Romanos. Este libro no solo es rico en contenido doctrinal, sino también uno de los más influyentes y controversiales de las Escrituras. Personalmente, su estudio profundo marcó un antes y un después en mi vida espiritual. Cada creyente debería sumergirse en él, ya que contiene tesoros invaluables para nuestra fe. Como dice John MacArthur: «Romanos puede deleitar al lógico más brillante y cautivar la mente del genio más consumado, pero también traerá lágrimas a los ojos del alma más humilde y refrigerio a la mente más simple». Yo me encuentro entre los sencillos, aquellos que, al leerlo, no pueden hacer otra cosa que agradecer a Dios por Su inexplicable gracia hacia alguien como yo.
Contexto histórico y cronológico de Romanos
El apóstol Pablo es el autor de Romanos, quien lo escribió alrededor del año 57 d.C. durante su tercer viaje misionero, mientras estaba en Corinto. Como mencionan los autores D.A. Carson y Douglas Moo en «Una Introducción al Nuevo Testamento», Pablo permaneció ahí tres meses, según Hechos 20:1-3, tiempo en el que escribió esta carta. En este pasaje de Hechos, se nos relata que Pablo, tras recorrer Macedonia y Grecia, llegó a Corinto, pero debido a un complot de los judíos, cambió sus planes de viaje.
En este contexto, Pablo tenía en mente varios objetivos: recolectar una ofrenda para los santos en Jerusalén y después, visitar Roma. Pablo veía a Roma como una base estratégica para llevar el evangelio más allá, a España (Romanos 15:23-24). Aunque no había fundado la iglesia en Roma, deseaba fortalecer la fe de los creyentes allí y aclarar las verdades fundamentales del evangelio, preparándolos así para su visita futura.
Capítulo 1: Las buenas nuevas de parte de Dios
Pablo inicia declarando que ha sido apartado para el evangelio de Dios (Ro. 1:1). Su propósito en el Reino era llevar las buenas nuevas de Jesucristo. Aunque fue un gran apóstol y maestro, nunca dejó de verse como un siervo de Cristo, demostrando una humildad profunda en su llamado. Lejos de alardear de su posición, vivió su ministerio con devoción y humildad.
Pablo menciona en los versículos 2 al 4 que el evangelio había sido prometido a través de los profetas en el Antiguo Testamento, señalando directamente a Jesucristo, quien es el cumplimiento de esas promesas. Así, la carta de Romanos no solo expone el mensaje del evangelio, sino que también lo conecta con las promesas de Dios a lo largo de las Escrituras.
Luego, en el versículo 5, Pablo enfatiza que el propósito del evangelio es llamar a todas las personas a la obediencia que proviene de la fe, lo cual es sinónimo de salvación. El evangelio no solo nos redime, sino que nos lleva a someternos a Cristo como Señor, reconociendo nuestra posición como siervos suyos.
Desde el versículo 15, Pablo aborda el tema central del capítulo: la centralidad de la fe y cómo el hombre ha ignorado a Dios.
Conceptos clave del capítulo 1:
- No avergonzarse del evangelio: Pablo declara que no se avergüenza del evangelio porque es el poder de Dios para salvación (v. 16). La palabra griega dunamis (de donde proviene «dinamita») nos recuerda que el poder transformador del evangelio no proviene de nosotros, sino de Dios. Como dice MacArthur, debemos recordar que este poder, que es capaz de salvar a los pecadores, no depende de nuestras habilidades, sino de la obra sobrenatural de Dios en los corazones.
- El justo por la fe vivirá: Romanos 1:17 cita a Habacuc 2:4 y es uno de los versículos que más ha impactado la historia de la Iglesia, siendo clave en la Reforma Protestante y en la vida de Martín Lutero. Este versículo nos enseña que el justo vive por la fe, no solo en un momento de conversión, sino como un acto continuo. La vida cristiana es una vida de fe constante en las promesas de Dios, recordándonos que el evangelio no es algo que necesitamos solo una vez, sino todos los días.
- La ira de Dios: En el versículo 18, Pablo introduce el tema de la ira de Dios, algo que a menudo es incomprendido o ignorado. Muchos creen erróneamente que la ira de Dios solo se manifiesta en el Antiguo Testamento, pero Pablo deja claro que la ira de Dios sigue siendo revelada contra toda impiedad e injusticia. La ira de Dios no es caprichosa como la humana, sino justa y santa. Él responde ante el pecado de una manera justa, castigando lo que es contrario a Su naturaleza perfecta.
- Sin excusa: Pablo afirma que los hombres son inexcusables ante Dios (v. 20). Aunque muchos no han recibido el evangelio explícitamente, la creación misma da testimonio de la existencia de Dios, de manera que nadie puede alegar ignorancia. A pesar de esta revelación general, los hombres han suprimido la verdad en su injusticia, rechazando a Dios y adorando a ídolos. Este rechazo, como explica MacArthur, es la raíz de la rebelión humana y lo que trae la condenación.
Capítulo 2: la imparcialidad del juicio de Dios
En el segundo capítulo, Pablo continúa detallando las consecuencias del rechazo de Dios, enfatizando que nadie tiene excusa, ni siquiera aquellos que se consideran moralmente superiores. Pablo confronta a quienes se creen justos en sus propios ojos, ya sean fariseos, moralistas o incluso creyentes que se consideran mejores que otros. Cristo es el único estándar de justicia; cuando juzgamos a los demás sin reconocer nuestra propia condición pecadora, nos condenamos a nosotros mismos.
Pablo introduce el concepto de la imparcialidad de Dios (v. 11), recordándonos que Dios no hace acepción de personas. Él juzga a todos de manera justa, independientemente de su origen o estatus. En este sentido, ni los judíos ni los gentiles están por encima de los demás. MacArthur resalta que Dios no puede emitir un juicio injusto porque Su conocimiento es perfecto y Su justicia es absoluta.
Pablo también advierte sobre la falsa seguridad de aquellos que se apoyan en la ley o en su conocimiento religioso. Tener acceso a la verdad no garantiza la salvación si no vivimos conforme a ella. Hoy, con el fácil acceso a la información, podemos caer en la trampa de creer que el conocimiento por sí solo es suficiente. Lo que realmente refleja la obra de Dios en nuestras vidas es nuestra obediencia y nuestra relación personal con Cristo.
Capítulo 3: La culpabilidad universal
En el tercer capítulo, Pablo concluye que todos los seres humanos son culpables delante de Dios. No hay justo, ni siquiera uno. Aunque muchos creen que son «básicamente buenos», la realidad es que nadie puede cumplir los estándares de la justicia de Dios por sus propios méritos. En el fondo sabemos que somos culpables, y Pablo lo deja claro al citar varios pasajes del Antiguo Testamento para subrayar esta verdad.
Honestamente, intentar refutar estos argumentos de Dios es absurdo; no hay forma para voltear lo que dice ahí; está totalmente claro; describe nuestra condición. Pelear contra estas declaraciones es darte golpes contra una pared. Cuando nos medimos con el estándar perfecto de justicia de Dios, que debe ser el que rija todo, vemos que el hombre natural no tiene la capacidad ni de hacer lo recto ni de hacer lo bueno. Por eso es que necesitamos a Dios.
Pablo afirma que todos han pecado y que estamos destituidos de la gloria de Dios. Sin embargo, el evangelio ofrece esperanza: todos somos justificados gratuitamente por Su gracia. La justificación no se basa en nuestras obras, sino en la redención que Cristo logró en la cruz. Esto es lo que hace que el evangelio sea verdaderamente transformador y liberador: no depende de nosotros, sino del sacrificio perfecto de Cristo.
Para meditar:
¡Qué bueno es saber que no depende de mí! Gracias Dios por Tu gracia inmerecida, es tan liberador saber que habiendo estado muerta en mis delitos y pecados, Dios proveyó para mí una salvación tan grande que jamás hubiera logrado por mis propios méritos. ¿Cómo ahondar en esta verdad te cambia diariamente?
Te invito a meditar en esta alabanza el día de hoy, y recordar ese glorioso intercambio que se hizo a nuestro favor en la cruz del calvario.
«Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree, del judío primeramente y también del griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: “Más el justo por la fe vivirá”» -Romanos 1:16-17.
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