Día 334 | 1 Corintios 5-8
Continuamos leyendo las exhortaciones de Pablo a los corintios, y el capítulo 5 comienza con el relato de un pecado grave: había inmoralidad en medio de la iglesia porque un hombre estaba involucrado con la mujer de su padre. Sin embargo, la iglesia no solamente se había quedado de brazos cruzados, ¡ni siquiera se habían entristecido por tal acción! A ese grado había llegado la arrogancia y la carnalidad.
Pablo no tiene atajos para la manera de tratar este asunto, y manda que tal persona en pecado debía ser expulsada inmediatamente. El hecho de que este hombre siguiera en la iglesia, provocaría que se siguieran contaminando, y ¿cómo se puede adorar a un Dios santo en medio de personas que no se han arrepentido de su maldad? La iglesia debe permanecer libre de levadura y ellos estaban calificados para resolver estos casos entre ellos.
El estándar de santidad que el …
Continuamos leyendo las exhortaciones de Pablo a los corintios, y el capítulo 5 comienza con el relato de un pecado grave: había inmoralidad en medio de la iglesia porque un hombre estaba involucrado con la mujer de su padre. Sin embargo, la iglesia no solamente se había quedado de brazos cruzados, ¡ni siquiera se habían entristecido por tal acción! A ese grado había llegado la arrogancia y la carnalidad.
Pablo no tiene atajos para la manera de tratar este asunto, y manda que tal persona en pecado debía ser expulsada inmediatamente. El hecho de que este hombre siguiera en la iglesia, provocaría que se siguieran contaminando, y ¿cómo se puede adorar a un Dios santo en medio de personas que no se han arrepentido de su maldad? La iglesia debe permanecer libre de levadura y ellos estaban calificados para resolver estos casos entre ellos.
El estándar de santidad que el Señor exige es alto, y Pablo ya se los había dicho. Era evidente que en medio del mundo siempre habría maldad, pero la comunión con personas inmorales que se llamaban a sí mismos «cristianos» era intolerable, pues Pablo lo dice con estas palabras en el capítulo 6 versículo 11: «Estos eran algunos de ustedes; pero fueron lavados, pero fueron santificados, pero fueron justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios».
Pablo lo afirmó contundentemente: si eran hijos de Dios, ya no había cabida para la inmoralidad, avaricia, idolatría, borracheras, robos, etc. ¿Por qué? Porque ya habían sido lavados con la preciosa sangre de Cristo. Volvía al mismo punto que ya les había dicho antes en su carta, la muerte de Cristo se volvía vana porque habiendo sido apartados para Dios y reconciliados con Él, estaban cayendo en pecados de hombres carnales y no estaban siendo radicales en su nueva vida en Cristo.
Así que Pablo los llama a huir del pecado y no dejarse dominar ni ser engañados en la libertad que tenían en Cristo, ¡el cuerpo es para Él! ¡No todo lo que la carne quiere hacer es de provecho ni es conveniente! Y vuelve al mismo punto, al ser hijos de Dios, no pertenecían a ningún maestro de las Escrituras, pero tampoco se pertenecían a sí mismos. Habían sido comprados por un precio tan alto, la misma sangre de Cristo; así que su vida debía ser únicamente usada y dedicada para glorificar a Dios en su cuerpo y en su espíritu, pues le pertenecen a Él. Esa libertad no significaba otra cosa más que el hecho de haber sido traído de las tinieblas a la luz por la gracia de Dios.
Por esta razón, ellos debían huir de la fornicación y del adulterio. Ya eran hijos de Dios, su cuerpo no podía ser compartido con nadie más que no fuera su propio cónyuge. El capítulo 6 versículo 15 dice enfáticamente: «¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? ¿Tomaré, acaso, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera?». Estas declaraciones son tan fuertes, pero tienen la absoluta verdad: los pecados sexuales profanan a Cristo y son destructivos para el mismo cuerpo. La gran salvación que hemos recibido por medio de Cristo no se puede despreciar de esta manera. ¡Somos de Cristo si hemos puesto nuestra confianza en Él para perdón y salvación!
Pablo continúa exhortando a los corintios, ahora sobre el matrimonio y resolviendo algunas cuestiones prácticas porque algunos creían que, debido a toda esta inclinación al pecado sexual, era mejor quedarse solteros o divorciarse para no caer en este tipo de pecados. Es importante mencionar que Pablo no eleva el matrimonio o la soltería como uno más espiritual que el otro, pero sí desea que estos creyentes sean conscientes de los peligros de dar rienda suelta al pecado y la carne para la satisfacción sexual y les da instrucciones específicas: dejar la fornicación, no privarse de su cónyuge al estar casados, a reserva de que hubiera un común acuerdo para dedicarse a la intercesión, pero estando atentos siempre a las tentaciones de la carne.
Así pues, ya sea soltero o casado, el objetivo es ser agradables al Señor, darle gloria a Él y servirle siendo fieles en el rol que cada uno tenía. Porque, tanto la soltería como el matrimonio, son regalos de Dios en Su gracia.
En el capítulo 8, Pablo vuelve a retomar el tema de la libertad en Cristo, pero ahora con relación a lo que hacemos de manera general en nuestra vida como creyentes. En particular, en este contexto, los griegos y romanos eran politeístas, pero también creían en la existencia de muchos espíritus malignos. Creían que los espíritus malos trataban de invadir a los seres humanos y la única manera de quitar los espíritus era ofrecer la comida en sacrificio a un dios.
Esos alimentos descontaminados se ofrecían a los dioses como un sacrificio, y lo que no se quemaba en el altar era servido en festejos paganos depravados, mientras que todas las sobras se vendían en el mercado. Cuando los corintios se convertían, ellos evitaban a toda costa comer esa carne aunque se comprara en el mercado porque les recordaba cómo anteriormente se habían entregado a esa vida pagana.
Los creyentes más maduros sabían que esos dioses no existían y que esos espíritus no podían contaminar la comida, pero Pablo los anima a que se edificaran mutuamente en la verdad y sabiduría al unir el conocimiento que tenían con el amor a los hermanos recién convertidos a la fe.
Esto nos habla, hermanas, del cuidado que debemos tener con quienes están viniendo a la fe y aún son bebés espirituales. Tengamos amor por ellos y cuidemos sus conciencias para que no sean lastimados con temor, vergüenza o culpabilidad. Y peor aún, que puedan perderse en medio de su debilidad, pues también por ellos murió Cristo y tienen alto valor delante de Sus ojos.
Para meditar:
- ¿Hay algún pecado de inmoralidad que Dios te está pidiendo confesar y dejar hoy?
- ¿Cómo cambia tu perspectiva sobre la ofensa al Señor que causan estos pecados después de haber leído estos capítulos?
- ¿Has elevado el matrimonio o la soltería a un lugar donde Dios no lo ha puesto y has aconsejado incorrectamente a alguna hermana?
- ¿Cuidas las conciencias de aquellos hermanos que recién han llegado a la fe o has caído en el abuso de la «libertad cristiana»?
«Todas las cosas me son lícitas, pero no todas son de provecho. Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna». -1 Corintios 6:12
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