Día 333 | 1 Corintios 1-4
Hoy comenzamos con la carta de Pablo a la iglesia de los corintios. Una iglesia fundada por Pablo en su segundo viaje misionero. Esta carta se nombra por la ciudad de Corinto, de donde eran los hermanos a quienes Pablo se dirigía.
Es muy probable que esta epístola haya sido escrita en la primera mitad del 55 d.C. desde Éfeso mientras que Pablo estaba en su tercer viaje misionero, así como lo vimos en el devocional del día de ayer; ya que en su carta les menciona que él tiene el deseo de estar en Corinto para el invierno (1 Co. 16:6).
La ciudad de Corinto estaba localizada en la parte sur de Grecia y era muy próspera por su comercio, allí también se llevaban a cabo importantes eventos deportivos de esos tiempos; eso ayudaba a que fuera una ciudad muy concurrida. Aunado a que tenía estándares paganos propios, el …
Hoy comenzamos con la carta de Pablo a la iglesia de los corintios. Una iglesia fundada por Pablo en su segundo viaje misionero. Esta carta se nombra por la ciudad de Corinto, de donde eran los hermanos a quienes Pablo se dirigía.
Es muy probable que esta epístola haya sido escrita en la primera mitad del 55 d.C. desde Éfeso mientras que Pablo estaba en su tercer viaje misionero, así como lo vimos en el devocional del día de ayer; ya que en su carta les menciona que él tiene el deseo de estar en Corinto para el invierno (1 Co. 16:6).
La ciudad de Corinto estaba localizada en la parte sur de Grecia y era muy próspera por su comercio, allí también se llevaban a cabo importantes eventos deportivos de esos tiempos; eso ayudaba a que fuera una ciudad muy concurrida. Aunado a que tenía estándares paganos propios, el gran tráfico de personas también fue un factor que hizo que esta ciudad se volviera tan moralmente corrupta que su nombre se volvió un referente de desenfreno y depravación moral. De hecho, se comenzó a usar el término «corintianizar» para referirse a la inmoralidad descarriada y embriaguez desenfrenada.
Esta ciudad tenía un lugar alto, una acrópolis, que se elevaba a más de 600 metros y era usada tanto para defensa como para adoración, pues el edificio más sobresaliente ahí era el templo a Afrodita, la diosa griega del amor. Ahí vivían y trabajaban alrededor de mil sacerdotisas que eran prostitutas «religiosas» que bajaban en la tarde a la ciudad a ofrecer sus servicios a los hombres de la ciudad y otros visitantes.
En medio de esta ciudad era donde se encontraba la iglesia a quien Pablo les escribía. Lamentablemente, algunos de estos pecados todavía se encontraban en medio de la iglesia, pues era evidente que había inmadurez y carnalidad en medio de ellos, había división. Ellos no podían alejarse de la mundanalidad de la cultura que los rodeaba. Así que, Pablo escribió esta carta para corregir todo ello y exhortar a la iglesia fuertemente.
Como en cada carta que Pablo escribía, siempre saluda a los hermanos con amor y gracia, agradeciendo la obra del Señor en sus corazones; había un real anhelo de Pablo a los hermanos para que crecieran en la gracia del conocimiento de Cristo y que comprendieran el real significado y valor del evangelio.
Por este motivo, el apóstol no espera más para externar su preocupación por las divisiones que había en la iglesia. Había sido informado que un punto de contienda entre ellos era prácticamente deberle lealtad a alguno de los hermanos que de alguna manera habían sido de impacto para ellos; pero Pablo los enfoca nuevamente a donde su vista debe estar: Cristo. Pues, lamentablemente la cruz de Cristo se volvería vana si perdían el enfoque de la predicación del evangelio, poniendo su vista en las personas, y no en el Salvador. Ellos, afirmaba Pablo, solo eran servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios; no había nada de qué gloriarse.
Es por esto que Pablo, en estos primeros capítulos, habla de que no hay sabiduría humana que pueda llevar a alguien a creer en el evangelio. De hecho, ni los mismos gobernantes de ese tiempo, con todo su conocimiento, lograron entender quién era Cristo, tan es así, que su misión fue crucificarlo. Pablo explicaba, que el hombre natural no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios. El poder de Dios fue una locura para ellos, piedra de tropiezo para los judíos y necedad para los gentiles. Ellos querían señales, querían usar su sabiduría humana.
Pero eso provocaría una exaltación del hombre; por eso, como dice el pastor MacArthur: «Dios decidió salvar a pecadores indefensos que no podían salvarse a sí mismos mediante la predicación de un mensaje tan simple que los “sabios mundanos” lo descartaron como algo absurdo». Solamente el hecho de que Cristo había sido crucificado era la única verdadera sabiduría; era lo único que Pablo sabía que debía predicar, porque Cristo es el único que puede salvar a los que creen.
Y esto solo lo pueden entender quienes han alcanzado madurez, a los que se les ha sido otorgado el Espíritu de Dios para poder conocer las cosas espirituales que Dios nos ha dado gratuitamente por medio de Su Palabra. Pero Pablo les dice a los corintios que ellos no estaban listos para escuchar como espirituales, pues la carnalidad arraigada en su corazón no les permitía ver la realidad del evangelio y estaban buscando pertenecer y seguir a un mortal, tenían celos del trabajo de la predicación que los hombres de Dios estaban haciendo, y olvidaban que el fundamento es Cristo y Dios es quien da el crecimiento en las personas que creen.
Pablo les menciona que les envió a Timoteo, su hijo amado y fiel, encargándole que les recuerde los caminos de Cristo como Pablo se los había enseñado. Como se habían vuelto arrogantes, habían olvidado que el reino de Dios consiste en poder y no palabras elocuentes. El apóstol, como un padre que ama, les pregunta: «¿Qué quieren? ¿Iré a ustedes con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?».
El Señor, en Su misericordia, siempre nos provee de líderes y hermanos en la fe que nos recuerdan los caminos de Cristo; nos hablan la verdad en amor para que el orgullo de nuestra propia sabiduría no nos enorgullezca. ¡Cuán necesario es reconocer nuestro pecado y traerlo en arrepentimiento al Señor! ¡Ese es el punto de partida!
Hermanas, debemos tener un cuidado muy urgente. En un mundo en el que el hombre es exaltado por sobre todas las cosas, en el que cualquier persona puede usar las redes sociales para compartir sabiduría humana, tenemos que estar atentas de no caer en la corriente de seguir o identificarnos con personas influyentes. Ni siquiera identificarnos como seguidoras de reconocidos pastores o maestros que Dios ha dotado y está usando en medio de Su Iglesia.
Solo a Cristo le debemos todo honor, lealtad y reverencia. Si bien el Señor ha permitido que líderes u otros hermanos o hermanas en la fe hayan sido Su instrumento para que pudiéramos conocer el evangelio y sigamos creciendo en la fe al entender mejor la Palabra, como hijas de Dios, somos parte de un mismo cuerpo que tiene una cabeza y a quien le pertenecemos y seguimos es únicamente a nuestro Señor Jesucristo.
En cuanto a nosotras, tampoco podemos confiar en nuestra sabiduría. Cuando tengamos esa tendencia de creer que lo sabemos todo y por falta de profundizar en la sabiduría de Dios, queramos enseñar nuestras propias interpretaciones de la Escritura, como decía Pablo, es mejor hacernos necias porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios.
Para meditar:
- ¿Has desechado la sabiduría humana para creer solamente en el poder del evangelio para tu salvación?
- ¿Está tu vista solamente puesta en Cristo?
- ¿Oras por la humildad y santidad de los maestros de las Escrituras o buscas exaltarlos?
«Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por medio de su propia sabiduría, agradó a Dios mediante la necedad de la predicación salvar a los que creen». - 1 Corintios 1:21
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación