Día 329 | Gálatas 4 - 6
Capítulo 4 - Falsa madurez
En el devocional pasado reflexionamos sobre «la pesada carga» que otros nos pueden llegar a imponer si nuestro descanso no está en Cristo y Su obra, pues sentir que es una carga, no es la voluntad de Dios. Por eso, Pablo pregunta a los gálatas: «¿Quién les impidió obedecer a la verdad?».
La madurez no se mide en desempeño personal, el evangelio no se trata de cumplir reglas, el evangelio es el resultado de una Persona que ha cumplido todas las reglas para que hoy no sean una carga para ti, sino un resultado de gozo para obedecerlos por amor a Dios por el privilegio inmerecido de llamarle Padre.
El evangelio trata de manera fundamental un cambio de identidad. El capítulo 4 nos enseña que somos adoptadas; el evangelio no se trata de lo que haces, sino de quién eres en Cristo delante del Padre. …
Capítulo 4 - Falsa madurez
En el devocional pasado reflexionamos sobre «la pesada carga» que otros nos pueden llegar a imponer si nuestro descanso no está en Cristo y Su obra, pues sentir que es una carga, no es la voluntad de Dios. Por eso, Pablo pregunta a los gálatas: «¿Quién les impidió obedecer a la verdad?».
La madurez no se mide en desempeño personal, el evangelio no se trata de cumplir reglas, el evangelio es el resultado de una Persona que ha cumplido todas las reglas para que hoy no sean una carga para ti, sino un resultado de gozo para obedecerlos por amor a Dios por el privilegio inmerecido de llamarle Padre.
El evangelio trata de manera fundamental un cambio de identidad. El capítulo 4 nos enseña que somos adoptadas; el evangelio no se trata de lo que haces, sino de quién eres en Cristo delante del Padre. El versículo 4 dice que llegó el tiempo determinado para que Jesús naciera bajo la ley para así cumplir lo que era imposible para nosotras y por Su mérito ser adoptadas a una relación con el Padre.
Enseñar lo contrario es una falsa enseñanza, esto es vivir en legalismo (por la Ley). Vivir el legalismo no es avanzar, es regresar a la etapa del Antiguo Testamento y la ley que era una guía, pero no proveía la salvación, solo mostraba al judío su necesidad de ser rescatado. Aquellos que seguían intentando observar las fiestas y sus fechas, no mostraban un entendimiento superior, por el contrario, daban evidencias de no entender para qué vino Cristo, al punto de que Pablo exclama si habrá invertido tiempo en vano en personas que al parecer no entendieron nada. Sin embargo, no se está rindiendo, al contrario, escribe para rescatarlos de la falsa presunción de madurez que les ofrece la observancia de la ley Mosaica, Pablo no les causó ningún agravio al contrario, lo dio todo y quisiera dar aún más por ellos.
El problema no son las leyes que cumples que te dan una apariencia de piedad, es un asunto de identidad espiritual ¿de quien eres hija? La alegoría de Isaac y de Ismael, el hijo de la libre (Sara) y el hijo de la esclava (Agar) en Gálatas 4:21-24, explica la diferencia entre ser un hijo de Dios por la fe o un hijo de Dios por tus obras, como lo hizo Sara al pedirle a Agar que concibiera el hijo de la promesa de Dios con su esposo Abraham. Ese es el efecto que produce el judaizante: añadir reglas al evangelio porque éste no requiere de tus mejores intenciones, no requiere tu Agar para ayudarle a Dios a hacernos sus hijas; en el evangelio ya somos hijas de la libre por la fe en Cristo.
Capítulo 5 - Frutos
Pero, entonces, ¿no hay nada que cumplir? Pablo se adelanta a esta objeción porque nos recuerda que el cristiano genuino no hace mal uso de la gracia para convertirla en libertinaje. ¿Cómo es esto posible? El cristiano ha sido revestido de una nueva identidad y la obra del Espíritu Santo que produce fruto espiritual, es decir, transformación de nuestro corazón que resulta en acciones contrarias a lo que éramos. Este es un problema que persiste hoy, ya que tenemos la tendencia a confiar más en lo que podemos hacer que en lo que Cristo hizo.
¿Eres hija de Dios por medio de la fe o crees que tú relación con Dios depende del ministerio que ocupas, los años que llevas en la iglesia, la manera en la que te vistes o el estilo de alabanza que te gusta? Un esclavo cumple lo que se le pide, pero un hijo vive conforme a quien es su padre. ¿Vives como hija o vives como esclava?
Aquellas cosas que hacemos por guardar el testimonio pueden tornarse en legalismo. Quiero aclarar algo: no quiere decir que cuidar nuestro testimonio sea innecesario; Pablo señala que quitar las cargas humanas es la verdadera evidencia del amor y la libertad. Quien es hijo ama a su prójimo, pero el legalista se ama a sí mismo, se sirve a sí mismo.
Por eso, el fruto del Espíritu es mencionado en este tema. Simplemente no se puede fingir un fruto si no estás viviéndolo sinceramente y sostenida por la gracia de Dios. El verdadero fruto es el resultado, como dice el verso 24, de negarse a uno mismo para que el Espíritu produzca un carácter semejante al de Cristo. La verdadera identidad de hija mostrará ese carácter que fomenta la unidad o lleva tu vida (y la de otros creyentes) a la envidia y la vanagloria de la carne. El fruto del Espíritu no lo podemos sostener con nuestras fuerzas, pues este fruto verdaderamente se muestra con los hermanos y hermanas que son difíciles o con quienes no nos caen bien. Cuando pensamos así, estamos llevando nuestra vida según como queremos, no andando por el Espíritu.
Capítulo 6 la ley de Cristo
Pablo termina su carta con un tono de exhortación en cómo se ve amar a los hermanos que cayeron en vivir según estos judaizantes. Pablo dice que se restaure al hermano que es débil en su fe y llevemos las cargas de los otros y que se recompensen a quienes enseñan. ¡Esta es la ley de amor de Cristo!
Lo cierto es que, el evangelio falso, el evangelio anatema, despierta en nosotras orgullo. El orgullo es un fruto de la carne, por lo tanto, segará muerte espiritual. Por eso, Pablo les exhorta a no cansarse de hacer el bien sobre todo a la familia de la fe. La unidad en nuestras comunidades de fe no se manufactura por cumplir los estatutos, ese cumplimiento es respuesta a la transformación interna en el corazón de cada creyente que decide morir a sí mismo para que Cristo crezca y que se sostiene de Cristo mismo. Al final, esto resultará en el fruto de la humildad, la benignidad, la paciencia y el gozo de ser hijas.
La advertencia final de Pablo es a cuidarse de semejante vanagloria contra otros. Si en algo nos debemos gloriar es en la cruz de Cristo. Y por eso termina su carta diciendo: «hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con el espíritu de ustedes. Amén». Pablo aún los llama hermanos. Es decir, que esta carta es para nosotras porque todas podemos caer en un legalismo que nos aleja de nuestra verdadera identidad de hijas y nos aleja de edificar a otras en el amor de Cristo.
Para meditar:
- Y tú, ¿qué tan cansada estás de tus cargas? Mejor pon tu carga sobre el Único que promete cosecha abundante en tu vida.
- ¿Cuánto cultivas amor por los de la familia de la fe que Dios te ha dado?
- ¿Cómo estás ayudando a otras mujeres a crecer en la gracia que Cristo nos ha dado?
«Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley». -Gálatas 5:22-23
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