Día 320 | Hechos 1 - 3
Me encanta el libro de los Hechos porque recoge la obra sobrenatural del Espíritu Santo en los inicios de la Iglesia. Es asombroso ver la forma en cómo Dios usó tan solo a doce hombres transformados por el evangelio y llenos del poder de Su Espíritu para iniciar el movimiento más grande de la historia humana y que aún sigue vigente y avanzando hasta la consumación de los tiempos; solo Dios puede hacer esto.
Lucas es el autor de este libro que es como una continuación del evangelio que él mismo escribió. Abarca un período de unos treinta años y es una especie de «bisagra» entre los evangelios y las epístolas. Lucas retoma la historia con un recuento histórico de los acontecimientos ocurridos: la encomienda de Jesús a Sus discípulos es ser testigos, el derramamiento del Espíritu en Pentecostés, y la persecución que todo esto suscita, lo cual lejos de …
Me encanta el libro de los Hechos porque recoge la obra sobrenatural del Espíritu Santo en los inicios de la Iglesia. Es asombroso ver la forma en cómo Dios usó tan solo a doce hombres transformados por el evangelio y llenos del poder de Su Espíritu para iniciar el movimiento más grande de la historia humana y que aún sigue vigente y avanzando hasta la consumación de los tiempos; solo Dios puede hacer esto.
Lucas es el autor de este libro que es como una continuación del evangelio que él mismo escribió. Abarca un período de unos treinta años y es una especie de «bisagra» entre los evangelios y las epístolas. Lucas retoma la historia con un recuento histórico de los acontecimientos ocurridos: la encomienda de Jesús a Sus discípulos es ser testigos, el derramamiento del Espíritu en Pentecostés, y la persecución que todo esto suscita, lo cual lejos de obstaculizar, acelera el avance del evangelio en Jerusalén, Judea, Samaria y las naciones gentiles. En la lectura de hoy vemos como Pedro, ¡el que había negado a Jesús tres veces!, asume un rol prominente en los inicios de la iglesia.
Elección de Matías
Los apóstoles eran aquellos que habían caminado con Jesús a partir del bautismo de Juan y hasta la resurrección y la ascensión. Judas había traicionado a Jesús, se había matado y ahora necesitaban a otro que lo sustituyese (por alguna razón que desconocemos, Jesús había escogido a doce hombres y ellos deseaban mantener ese número). Bajo el liderazgo de Pedro, el grupo reunido elige a Matías para sustituir a Judas. El grupo eligió a dos candidatos, oraron para que Dios dirigiera el proceso y entonces echaron suertes, cayendo ésta sobre Matías. (En el Antiguo Testamento leemos cómo se echaban suertes para determinar la voluntad de Dios).
«La suerte se echa en el regazo, pero del Señor viene toda decisión» (Prov. 16:33).
Me surge una pregunta:
Conociendo la naturaleza humana, y viendo cómo más adelante en la historia, el mismo Dios soberanamente elige al apóstol Pablo, («el abortivo, el más pequeño de todos los apóstoles», como él mismo se califica en Primera a los Corintios 15:8-9), me pregunto si los discípulos no habrían actuado de acuerdo a su propia prudencia humana apresurándose para elegir a Matías. Eso solamente Dios lo sabe...
La Iglesia avanza por la obra del Espíritu Santo
La obra de Dios es sobrenatural de principio a fin. Al considerar la encarnación de Cristo, Su vida, Su muerte y resurrección, entendemos que no se trata de algo humanamente explicable.
«Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hch. 1:8).
El Espíritu Santo causa convicción y arrepentimiento, llena al creyente, lo bautiza, lo capacita, lo habilita, lo equipa para testificar, le comunica la voluntad del Padre, lo anima, lo instruye, lo dirige, lo advierte, lo constriñe y le da asignaciones al creyente y también guía la iglesia.
Es a través del poder del Espíritu Santo que podemos ser testigos efectivos, tanto a nivel personal como corporativo en la iglesia. Este poder capacita e impulsa al creyente a dar testimonio de Jesucristo.
«Y no se embriaguen con vino, en lo cual hay disolución, sino sean llenos del Espíritu» (Ef. 5:18).
El Espíritu de Dios llena a estos hombres de manera singular haciéndoles hablar en lenguas o idiomas desconocidos por ellos, haciendo de Pedro (un humilde pescador), un hombre lleno de denuedo y luz para predicar el primer sermón registrado en la Iglesia, haciendo alusión a las profecías del Antiguo Testamento, proclamando y exaltando a este Mesías prometido. El sermón estaba tan ungido que muchos fueron llenos de convicción y solo preguntaban «¿qué haremos?», ante lo cual, Pedro les mandó arrepentirse y bautizarse en el nombre de Jesucristo.
Dios mismo iba añadiendo miembros a la Iglesia. ¡Por obra del Espíritu de Dios se añadieron en un día 3000 personas! El Espíritu continuó haciendo prodigios y señales a través de los apóstoles, como la curación de un cojo a través del ministerio de Pedro y Juan. Todos estaban llenos de admiración y asombro al ver la obra evidente de Dios.
Y rápidamente, los hombres quieren adorarlos después de la curación del cojo, pero Pedro les corrige. Es maravilloso ver cómo Pedro daba la gloria a Dios, apuntaba a Cristo como el poder detrás de los milagros, y aprovechaba la ocasión para compartir el evangelio.
¡Cristo vive y somos Sus testigos!
De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española, un testigo es una «persona que da testimonio de algo, o lo atestigua; o una persona que presencia o adquiere directo y verdadero conocimiento de algo».
Jesús mandó a los discípulos a ser testigos de Su resurrección. Ellos habían experimentado personalmente Su salvación, el poder transformador de Su Espíritu y ahora darían testimonio de ello a otros. No podían callar lo que habían visto y oído.
Es el mismo llamado para nosotras hoy. La obra sigue siendo del Espíritu de Dios y nosotras somos simples instrumentos. Cristo es quien salva y añade a Su Iglesia. A nosotras, no nos toca convertir a nadie o convencerlas a través de nuestros argumentos (¡por más inteligentes que estos sean!) El llamado, más bien, es a ser testigos de Su obra y Su poder en nuestras vidas.
«Lo que hemos visto y oído os proclamamos también a ustedes, para que también ustedes tengan comunión con nosotros» (1 Jn. 1:3a).
Características de la iglesia primitiva
Hay ciertas características de la iglesia primitiva que vemos en la lectura de hoy que son dignas de considerar e imitar.
- Todos los que habían creído (hombres y mujeres) estaban siempre juntos; tenían unidad; tenían todo en común. Con alegría y sencillez de corazón permanecían unánimes, con una misma mente y un mismo corazón.
- Se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles.
- Estaban entregados a la oración continuamente.
- Impulsados por el Espíritu Santo y como resultado de su compromiso con Dios, compartían sus bienes unos con otros; nadie tenía necesidad.
- Tenían comunión continua unos con otros; compartían la paz, y alaban a Dios juntos.
Su obra continúa
Hermana, este mismo poder del Espíritu Santo está disponible para nosotras hoy. Él sigue siendo la cabeza de este movimiento que inició después de Su resurrección. Somos siervas bajo la autoridad de nuestro comandante. Su Espíritu Santo es nuestro guía, consejero, ayudador, consolador y nos da el poder que necesitamos para ser Sus testigos. Bajo Su autoridad tenemos lo que necesitamos para llevar a cabo la obra que Él nos encomienda a cada una para que otros puedan conocerle y así avanzar Su reino en esta tierra.
Y en el proceso, Él se lleva toda la gloria.
«Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén» (Ro. 11:36)
Y finalmente, una esperanza que arde en nuestros corazones: Jesús volverá.
Jesús ascendió entre las nubes a la vista de los apóstoles, y nos dejó la promesa de que regresaría por nosotras. Nos encontraremos de nuevo con Él en las nubes si estamos aún vivas para
Su regreso:
«Pues el Señor mismo descenderá del cielo con vozde mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre» (1 Tes. 4:16-17).
Para meditar:
- ¿Cómo te anima la forma como Dios usó a Pedro después de haber negado a Cristo?
- ¿Confías en la oración para dirigir las decisiones importantes de tu vida?
- ¿Dependes del poder del Espíritu Santo para vivir y servir a Cristo?
- ¿Ves evidencias del obrar sobrenatural de Dios en tu vida e iglesia?
- ¿Eres un testigo fiel ante un mundo necesitado que observa?
- Ora por tu iglesia que pueda ser vivificada y llenada del poder del Espíritu Santo en este tiempo.
«Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra». -Hechos 1:8
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