Día 318 | Mateo 28; Marcos 16
Muchas cosas podemos decir de la resurrección de nuestro Señor. Este hecho es nuestra esperanza, la certeza de que un día, igual que Él, también nuestro cuerpo resucitará para vivir eternamente junto a Él. Nada puede ser más glorioso para nosotras, amada.
Sin embargo, al estudiar este evento, varias cosas llaman mi atención.
Primero, Jesús se aparece a las mujeres antes que a los once discípulos. Esto es muy significativo porque en ese tiempo la mujer era relegada socialmente. Aparecerse a ellas afirmó la dignidad que Dios siempre le ha dado a la mujer desde su creación. La mujer fue creada a imagen de Dios y con igual dignidad que el hombre. En este evento tan crucial para nuestra fe, Dios escoge que ellas sean las portadoras de una noticia tan asombrosa, tanto que los discípulos no les creyeron cuando lo escucharon.
Reflexiono en el impacto que tuvo en ellas, …
Muchas cosas podemos decir de la resurrección de nuestro Señor. Este hecho es nuestra esperanza, la certeza de que un día, igual que Él, también nuestro cuerpo resucitará para vivir eternamente junto a Él. Nada puede ser más glorioso para nosotras, amada.
Sin embargo, al estudiar este evento, varias cosas llaman mi atención.
Primero, Jesús se aparece a las mujeres antes que a los once discípulos. Esto es muy significativo porque en ese tiempo la mujer era relegada socialmente. Aparecerse a ellas afirmó la dignidad que Dios siempre le ha dado a la mujer desde su creación. La mujer fue creada a imagen de Dios y con igual dignidad que el hombre. En este evento tan crucial para nuestra fe, Dios escoge que ellas sean las portadoras de una noticia tan asombrosa, tanto que los discípulos no les creyeron cuando lo escucharon.
Reflexiono en el impacto que tuvo en ellas, que iban de luto, llenas de tristeza, a ungir el cuerpo ya sepultado. Imagina por un momento el asombro ante una tumba vacía y aún más, ante la presencia angelical que daba esta gloriosa noticia.
¿Cómo podemos meditar en esto? No hay situación sin esperanza para lo que sea que vivas, amada. Jesús está vivo, Su presencia está con los Suyos, Su consuelo, Su guía, Su amor y cuidado están a tu lado. Tanto ellas como los hombres habían perdido toda esperanza, estaban sumidos en una tristeza enorme porque su Maestro había muerto. Mira las palabras del ángel:
«No se asusten; ustedes buscan a Jesús el Nazareno, el que fue crucificado. Ha resucitado, no está aquí; miren el lugar donde lo pusieron. Pero vayan, digan a Sus discípulos y a Pedro: “Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, tal como les dijo”» (Mc. 16:6-7).
Jesús hace un énfasis especial en que Pedro sea avisado con esta noticia. El amigo que le había negado y dejado solo en el momento más difícil, es restaurado y consolado por el Señor. ¡Cuánto amor y certeza de que los Suyos nunca seremos apartados de Su mano! Jesús conocía lo que Pedro iba a hacer aun cuando éste aseguraba que no lo dejaría, pero en ese momento Jesús le asegura a Pedro que es Suyo.
Y pienso en cuántas maneras hemos dejado a un lado al Señor por el temor al hombre, a lo que los demás crean, impidiéndonos hablar claramente de Cristo. No queremos perder quizás relaciones o posiciones. Pienso en cómo podemos negar a Cristo al vivir de formas que no lo honran y no dan testimonio de la vida nueva que hay en nosotras, cuando nos dejamos arrastrar por las corrientes de pensamiento de este mundo, cuando tememos el rechazo de otros por ser Sus hijas. Pero Jesús siempre nos recuerda que somos perdonadas al arrepentirnos de nuestro pecado ante Él, como lo hizo Pedro. En Cristo siempre hay nuevos comienzos.
Varias veces se habla de temor relacionado con asombro, con espanto y con gozo. Todas estas emociones pueden estar en nosotras al temer, pero cuando el temor va acompañado de incredulidad, es dudar de lo que Dios nos ha asegurado de Él en su Palabra. Aquí, las mujeres huyen con gozo pero con temor, quizás pensando cómo le dirían a los hombres esta noticia y no ser tenidas por locas. Recordemos siempre lo que nos dice 1 Juan 4:18a: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor».
Conocer la verdad nos hace libres porque Cristo es la verdad. Cuando nos encontremos en una situación en que nuestra alma tema, se estremezca por lo que atravesamos, recordemos que Su presencia está a nuestro lado, no nos deja ni desampara (Heb. 13:5).
Al final, ambos evangelios nos hablan de la razón por la que tú y yo estamos aún en este mundo. Estamos llamadas a proclamar su verdad, a ser testigos en donde sea que Dios nos coloque (Hch 1:8). Por la autoridad que Jesús tiene, nos ha mandado a hacer discípulos. Unos irán por las naciones, pero nosotras estamos llamadas primeramente a hacerlo en nuestro hogar, con aquellos que Dios nos ha entregado para que sembremos en sus almas semillas de fe. Puede parecer más emocionante ir a otras naciones, pero si Dios te ha regalado una familia, ese es tu campo misionero. O tal vez puede ser tu trabajo con tu jefe y compañeros, o en tu escuela o universidad; pero donde estés, debes testificar de Su poder, de Su salvación y Su amor.
Para meditar:
Que hoy seas animada por la gloriosa verdad de que hemos sido salvadas por un Cristo vivo que ha resucitado, por una tumba vacía que grita a todos que la muerte no lo retuvo y que fue vencida por Él, y que así mismo será con nosotras al llegar nuestra hora.
¡Alaba a Dios por esta esperanza gloriosa!
«Pero él les dijo: “No se asusten; ustedes buscan a Jesús el Nazareno, el que fue crucificado. Ha resucitado, no está aquí; miren el lugar donde lo pusieron. Pero vayan, digan a Sus discípulos y a Pedro: 'Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán'”». - Marcos 16:6-7
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